Una bodega argentina presentó una criptomoneda que estará basada en el valor de una botella de vino, un proyecto pionero que empleará también la tecnología "blockchain" para transparentar todo el proceso de su cosecha.
La idea partió de Mike Barrow, un experto informático estadounidense y propietario de la bodega Costaflores, ubicada en la provincia de Mendoza, en el centro de los Andes argentinos, quien declaró a Efe que ve que la gente "todavía no entiende bien" las criptomonedas, uno de los motivos que le impulsaron a crear esta "metáfora deliciosa".
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En el evento Bitcoin Day, celebrado esta semana en Buenos Aires, en el que Barrow acaparó una gran atención con su proyecto innovador y su sombrero beige tradicional de su Texas natal, éste explicó que, recién terminada su cosecha de este año, en unas semanas sabrá exactamente cuántas botellas de su vino orgánico "Mike Tango Bravo" podrá producir, y emitirá una criptomoneda por cada una de ellas.
Luego, estos "tokens" digitales comenzarán a negociarse en la red y en 2021, cuando el vino esté listo tras haber pasado los 12-14 meses en barricas de vino y tanques de acero y dos años en botella que necesita para madurar, la bodega pondrá a la venta la producción, pero solo aceptará como forma de pago las monedas virtuales "MTB 2018", que se habrán estado cotizando esos tres años.
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Con este proyecto, aseguró Barrow, quería ayudar a dar respuesta a la pregunta sobre el precio al sacar a la venta la botella, una cuestión difícil a la que se enfrentan muchos agricultores en el mundo del vino, "arbitrario" y lleno de "misticismo", con vinos de calidad por unos pocos dólares y otros que alcanzan tres o cuatro ceros en su valor final.
La bodega Costaflores, que produce de media unas 15.000 botellas al año que exporta a países como India y España, a un precio que en Buenos Aires alcanza alrededor de 13 dólares, ofrecerá a un precio inicial de costo, unos 5 dólares, cada unidad de su primera añada comercializada a través de criptomonedas.
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Pero este no es la única revolución enológica que promete Barrow, de 48 años, que vivió anteriormente en España, Costa Rica e India y decidió establecerse en Mendoza, la región histórica del vino en Argentina, por "el amor y curiosidades de la vida", según reconoció tímidamente.
La otra pata de su proyecto es Open Vino, la aplicación de la tecnología "blockchain" para hacer públicos todos los datos de la cosecha, con sensores digitales implantados en el viñedo, y la información contable, desde el precio de los corchos hasta los salarios o las ventas en India.
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"Básicamente significa una transparencia extrema", declaró el viticultor acerca del empleo de la cadena de bloques, que consiste en bases de datos públicas y guardadas en varias computadoras, un sistema que impide que la información pueda ser alterada, y con el que pretende que sus clientes confíen en la calidad de su producto certificado como orgánico y en el precio de sus criptomonedas.
El estadounidense relató cómo sus propuestas, que comenzó a idear hace dos años, suelen no ser entendidas en los congresos sobre el vino en los que ha participado: "Ellos hablan mucho de recuperar la tradición, de proteger las denominaciones de origen, cosa que me parece muy bello, pero cuando yo les hablaba de 'blockchain' decían ¿y este quién es?'".
Pero esta incomprensión no desalienta a Barrow, que se mostró seguro de que estas tecnologías se impondrán como ya lo hicieron otras antes, lo que argumentó recordando "lo difícil que era en los 90" explicar a alguien el "email", que hoy nadie cuestiona.
"Lo mismo pasa con el bitcóin y el 'blockchain'", afirmó, convencido del éxito de la iniciativa que unirá el vino y la informática, dos campos que cree que están condenados a entenderse.