¿Cuántas revoluciones de la historia han sido "exitosas"? ¿Cuántas han entregado cambio políticos duraderos y estables? Estas son preguntas intelectuales interesantes, que están provocando nuevos debates dentro de la seguridad estadounidense y el aparato de política exterior.
Hace dos años, cuando el cambio tumultuoso se extendió por todo el Medio Oriente, era común referirse a eventos como la "primavera árabe". La imagen de jóvenes congregándose en las calles de El Cairo o Túnez parecía inspiradora. Era fácil para nosotros animarlos o enviarles un mensaje de apoyo a través de Twitter o Facebook.
Por estos días, los líderes de Estados Unidos han calladamente hecho un sutil cambio lingüístico. En lugar de hablar de la "primavera árabe", ahora están discutiendo la "revolución(es) árabe (s)". Y mientras que la palabra " R" puede sonar demasiado optimista, hay un problema crucial. "Si miramos a las revoluciones en la historia -por ejemplo, la americana, rusa, francesa, china o cubana- hay quizás sólo una que resultó bien: la revolución americana", declaró un grandioso hombre en Washington a un poderoso grupo de líderes empresariales y políticos este mes en Aspen. Por lo tanto, si el curso "normal" de la historia se desarrolla, añadió, "mejor planeemos para una generación de agitación y disturbios". Lejos de ser una aberración, el caos actual en Egipto o Siria llegará a parecer una norma trágica -o así por lo menos va este nuevo argumento de la "revolución"-.
A algunos no-estadounidenses esta visión de la historia les podría parecer sesgada. Por un lado, la "revolución" de Estados Unidos no produjo inmediatamente una democracia totalmente estable. En cambio, eventualmente llevó a una violenta guerra civil.
Y algunas revoluciones más allá de territorio de EEUU han producido resultados mucho mejores de lo que los cínicos esperaban. La caída del Muro de Berlín no entregó un masivo derramamiento de sangre en Europa Oriental. Los estados bálticos se liberaron de Rusia sin demasiados sobresaltos. Y si quieren otro recordatorio de que la historia a veces ofrece agradables sorpresas, échenle un vistazo a la nueva película biográfica brillante de Nelson Mandela: como muestra, la "revolución", que tuvo lugar en Sudáfrica era casi tan extraordinaria como cualquier cosa que ocurrió en Estados Unidos.
Pero independientemente de lo que se piensa de revoluciones individuales, está claro que la nueva palabra "R" plantea grandes problemas para el establecimiento de EEUU. Lo que se ha sido pasado por alto durante el drama sobre el techo de la deuda es que la política fiscal no es la única pregunta dividiendo a la nación: el mundo político está también profundamente dividido sobre lo que debe hacer sobre la política exterior.
El debate en Aspen ilustra esta división. Una parte del establecimiento está convencido de que EEUU necesita intervenir con más fuerza en el Medio Oriente, no sólo por razones humanitarias, sino también para proteger las aspiraciones de las personas que quieren una "revolución" contra los regímenes despóticos -y para evitar que versiones extremas del Islam ganen terreno-. Pero otras partes del establecimiento están igualmente convencidos que sería una locura involucrarse - que esto probablemente empeoraría las cosas, sobre todo dada la desastrosa historia de las revoluciones. "El público estadounidense está abrumado con la globalización, están cansados de la guerra", se quejó un ex jefe militar.
De hecho, la única cosa en la que todos están de acuerdo es que las peleas fiscales actuales hacen a las opciones de política mucho peor al socavar el poder económico, la fuerza militar y la credibilidad de EEUU. O como un político vociferó: "La mayor amenaza a la seguridad nacional hoy no es lo que está sucediendo en otra parte (por ejemplo, el Medio Oriente), sino en los dos kilómetros cuadrados en Washington".
Estas batallas no son totalmente nuevas. En el siglo XVIII, los padres fundadores de Estados Unidos argumentaron amargamente sobre si apoyar la Revolución Francesa. Pero en aquel entonces, EEUU era un actor menor en el escenario mundial. Hoy no lo es. De cualquier manera, el punto clave es la siguiente: la próxima vez que un político americano hable o twitee sobre el Medio Oriente, miren si "primavera" surge o si la polémica palabra " R" aparece en su lugar. Sutiles cambios semánticos pueden importar profundamente - en particular cuando apenas se notan en lo absoluto.
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