Aunque las señales más explícitas sólo podrán hacerse visibles tras la nominación del gabinete del próximo Gobierno del Presidente Sebastián Piñera, será clave la capacidad de iniciativa política que muestre la futura administración en sus primeros días de gestión. No hay que olvidar el concepto de luna de miel con el electorado, y el hecho de que los primeros meses de la centroizquierda probablemente serán de un inevitable caos interno. El 55% debe ejercerse con responsabilidad, pero también con la claridad de que se deben adoptar con urgencia las medidas que permitan cumplir con el programa y, por lo tanto, responder a la oferta que Piñera hizo al elector.
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Es previsible que lo ayude el crecimiento al alza y por ello las señales de certidumbre hacia el emprendimiento, la inversión y la libertad económica serán fundamentales. Pero puede resultar más relevante aún la seguidilla de señales enviadas desde la campaña-, y que se han mantenido luego del triunfo en las elecciones- de unidad nacional, de intentar ampliar las fronteras tradicionales de la centroderecha. Prueba de ello fue que Sebastián Piñera hizo suya varias ideas que estaban en los programas de gobierno de otros candidatos (o precandidatos, como Ricardo Lagos). Seguramente se apelará, por tanto, a un respaldo transversal en estas ideas.
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El desafío no será menor, considerando que Piñera recibirá un país con las arcas fiscales menguadas y confianzas empresariales y de los consumidores anémicas. La combinación, entonces, de realismo político a la hora de elegir los proyectos de ley, pero al mismo tiempo la búsqueda de certidumbres para destrabar las inversiones y la economía, no será fácil. Necesariamente, la destreza política del Presidente y de sus ministros será relevante.