Las expectativas eran muy altas, pero hasta ahora parece que todo sigue igual. Hace un año que la oposición venezolana ganó las elecciones parlamentarias y todo apuntaba a que el Gobierno de Nicolás Maduro se vería obligado a realizar cambios y negociar. Pero nada de ello. En medio de la fuerte crisis económica que enfrenta el país, con un alto nivel de desabastecimiento y una inflación desbocada, ha sido tan fuerte el bloqueo político que ha impulsado el Presidente Maduro que la oposición no ha tenido espacio para aprobar iniciativas que en un principio prometían modificar el panorama político, como por ejemplo una ley de amnistía y reconciliación.

Ayer, la oposición suspendió su participación en un diálogo con el Gobierno alegando que este no ha cumplido con una serie de acuerdos para resolver la crisis política, por lo que mantendrá contacto solamente con los facilitadores del Vaticano y de la Unasur.

Por ahora, la Asamblea Nacional -el Poder Legislativo del país- está siendo sólo un foro de debate más que un foco de transformaciones, ante la baja disposición de la administración de Maduro de dar mayores pasos hacia cambios efectivos. Mientras sucede esto, la ciudadanía venezola sufre las inclemencias de una crisis que por ahora no tiene perspectivas de terminar.