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Vísteme despacio, que voy apurado

Atribuyen a Napoleón la frase “vísteme despacio, que voy apurado”, hipotéticamente dirigida a su ayudante que, apremiado por la inminencia de la batalla, estaba atando mal las ropas de Bonaparte. Es bueno recordar esta frase a propósito de las urgencias que nos acometen en tiempos de reforma tributaria. Vamos por partes.

Creo en la necesidad de esta reforma. En la urgencia de recaudar ingresos estructurales para hacerse cargo de gastos estructurales. Fundamentalmente educación. Pero sobre todo creo en la necesidad de establecer –razonadamente- una regla de convivencia que materialice los deberes que cada uno de nosotros tiene respecto de los demás. Eso son los impuestos. Pero no basta con recaudar. Ello debe ocurrir de manera progresiva, con equidad tributaria, cerrando espacios de elusión. Porque creo en eso voté favorablemente en la Cámara de Diputados el proyecto del gobierno.

El posterior protocolo de acuerdo en el Senado tuvo el mérito de construir un consenso en torno a la necesidad de recaudar. Esto es, sobre la necesidad de “poner nuestra billetera allí donde ponemos la boca”. Materializar nuestro compromiso contra la desigualdad. Sin embargo, me parece, el mismo acuerdo aumentó la complejidad del régimen tributario, abriendo espacios para la elusión e incrementando los costos de fiscalización.

Preocupados por ello un conjunto de diputados planteamos al Ejecutivo medidas que creíamos debían ser incorporadas. Tuvimos éxito en que se suprimiera la imputación de pérdidas contra utilidades acumuladas, se mejoraran los instrumentos para que el SII controlara las reinversiones en el extranjero y se restringiera a un solo titular el uso de una renta presunta.

Seguimos luchando para limitar los beneficios tributarios para reinversiones en el extranjero solo a inversiones activas y siempre y cuando no se verifiquen en paraísos fiscales, para exigir giro único a las empresas con renta presunta, y para impedir que los controladores de grandes cooperativas se beneficien de una estructura jurídica pensada para pequeños productores.

Lo que viene es complejo. La necesidad de tener claridad sobre las proyecciones de ingresos y gasto público, así como de otorgar certezas al mercado en un momento difícil de nuestra economía, requiere de acotar en el tiempo este debate. Pero esta urgencia no es excusa para sustituir el diálogo razonado por un cheque en blanco a quienes han concordado las actuales indicaciones. En el tiempo que queda debemos expresar nuestras posiciones, defender la concordancia entre los objetivos de la reforma y el articulado del proyecto, y promover soluciones efectivas a las cuestiones pendientes.

¿Por qué no cerrar brechas evidentes de elusión? ¿Por qué no utilizar el sistema tributario para apoyar, focalizada y efectivamente, a los más vulnerables, como lo podríamos hacer a bajo costo con un impuesto negativo a mujeres trabajadoras y jefas de hogar? ¿Por qué no resolver uno de los principales problemas de las pymes, la falta de flujo de caja, obligando al Estado a pagar sus obligaciones con ellas en un máximo de 30 días plazo?

Creo en la urgencia de la reforma, pero creo más en el respeto a los chilenos que demandan de nosotros un voto reflexivo y consistente con los objetivos que les planteamos al inicio de esta discusión. Porque vamos a pedir un esfuerzo tributario mayor, la Cámara de Diputados debe también realizar un esfuerzo mayor.

Vísteme despacio, que voy apurado.

*El autor es diputado de la Democracia Cristiana.

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