Los manifestantes de Ocupación Wall Street no lo hicieron. Los fiscales y reguladores que han estado hurgando en los rincones oscuros del mundo financiero de Nueva York y Londres apenas lograron acercarse.

Pero finalmente ha emergido una fuerza para golpear los grandes intereses financieros donde realmente duele. Son miembros del cohorte estadístico conocido como el pueblo estadounidense, y están cuestionando uno de los grandes puntos de venta del complejo industrial moderno Wall Street: su reputación de cerebro poderoso.

Los inversionistas minoristas y los tutores de fondos públicos de pensiones están dejando claro que ya no piensan que sus administradores de dinero sean tan inteligentes, o al menos lo suficientemente inteligente como para merecer el tipo de remuneración que ha hecho que mucho de estos amos del universo estén en la  lista de los estadounidenses más ricos.

El ejemplo más celebrado de este escepticismo al alza ocurrió la semana pasada cuando el fondo de pensiones público más grande de EEUU -el sistema de jubilación de los empleados públicos de California (Calpers, su sigla en inglés)- anunció que sacaría su dinero de los fondos de cobertura.

Los fondos de cobertura cobran mucho -una tasa anual del 2% de los activos y el 20% de las ganancias- asumiendo que sus complejas estrategias producirán retornos superiores. Sólo que ese no ha sido el caso últimamente,  y Calpers concluyó que sería mejor atendido por administradores menos costosos y menos complicados.

Pero Calpers fue solo parte de una tendencia generalizada, una verdadera estampida de los inversionistas de Main Street clamando por tasas menos bajas y productos más simples, como los ofrecidos por Vanguard, el pionero de Pennsylvania de fondos de índices que permite a las personas atar sus fortunas a algunas referencias como el S&P 500 por una fracción de los costos anuales del fondo de inversión.

Sólo días después de Calpers menospreció la industria de fondos de cobertura, nuestros amigos en The Wall Street Journal reportaron que los recursos bajo gestión de Vanguard alcanzaron los US$3 billones (millones de millones) por primera vez - más que los PIB de todos los países, menos cuatro.

El problema que emerge para los profesionales de Wall Street es que el público está empezando a verlos como trajes vacíos. El peligro a largo plazo es que el público esté en lo cierto. Hay personas inteligentes en las finanzas pero tienden a ser viejos. Warren Buffett y George Soros tienen 84 años. Carl Icahn tiene 78. Henry Kravis tiene 70  años y Stephen Schwarzman 67.

Es un signo de los tiempos en que el nuevo populismo de inversión se inclina por lo que en gran medida dice el libro de jugadas del venerable Buffett. Este año, contemplando su propia muerte, Buffett dijo que había aconsejado al administrador que se ocupara de la herencia de su esposa para poner el 10% del dinero en bonos del gobierno a corto plazo y el 90% en “un fondo de índice S&P 500 de muy bajo costo (sugiero el de Vanguard)”.

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