Hubo un silencio embarazoso luego que Mary Schapiro, presidenta de la Comisión de Valores y Bolsa de EEUU, habló ante un grupo de banqueros la semana pasada. Cuando el moderador abrió el micrófono para preguntas, nadie hizo ninguna. Eso, pese al hecho de que Schapiro está escribiendo las reglas que reestructurarán a su industria. Claramente, la audiencia tenía algo más en mente.

Como todos los demás en EEUU ahora, Wall Street está obsesionado con las elecciones. Los inversionistas se están devorando el trabajo de analistas, estrategas y otros que dicen saber a qué acciones les irá mejor si Mitt Romney llega al poder, y cuáles brillarán si Barack Obama es reelegido. El tema del abismo fiscal, tan importante para toda la economía estadounidense, podría ser demasiado complicado para desecharlo en este punto, pero desde una óptica sector por sector, parte de la investigación es alarmante.

Desde el comienzo del año, Jeffrey Kleintop, estratega de LPL Financial, comenzó a medir el desempeño relativo de dos canastas de acciones, una con empresas de petróleo y gas y bancos que probablemente tendrían un trato empático de los republicanos, la otra con grupos a los cuales les iría mejor bajo las políticas demócratas. Las acciones “demócratas” gozaron de una mayor brecha por sobre su canasta rival casi hasta el momento en que Romney ganó el primer debate presidencial el 3 de octubre. Desde entonces, la ventaja de las acciones “demócratas” se ha estrechado desde 22% a 16%.

También citado como evidencia del efecto del resurgimiento de Romney en los mercados, el sector de minería de carbón ha subido 22% desde ese debate y las acciones de los grandes bancos han subido 4%, muy por sobre el mercado. El efecto más directo sobre las empresas es a través de la gente que Romney nombre como reguladores. Por ejemplo, una Agencia de Protección ambiental bajo el gobierno de Romney podría aliviar la hostilidad con el carbón.

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