El abismo fiscal se ha evitado (más o menos por algunas horas). ¡Viva el bipartidismo! Desgraciadamente, Washington con suerte ha cambiado un abismo por otro, como siempre era lo más probable que hiciera. El acuerdo que fue negociado de manera apresurada por Joe Biden y Mitch McConnell el lunes y que fue aprobado por el Senado a las 2:00 de la mañana de ayer apenas posterga la confrontación para dos meses más. Los demócratas pueden reivindicar una victoria política por haber asegurado el primer incremento de impuestos a los ricos en más de dos décadas -aunque con un límite superior al deseado de US$400 mil-. Y los republicanos pueden esperar tener un mayor apalancamiento en la discusión que se acerca del techo de la deuda soberana, el cual coincide con el próximo abismo. En el lado positivo, tenemos garantizado un presagio de metáforas que colapsan, a medida que el “abismo” da paso al “techo”.

Aquí hay tres grandes puntos a tener presentes en medio de los detalles de las maniobras que vienen en Washington.

Primero, el mini acuerdo del lunes en la noche probablemente no será útil para las perspectivas de crecimiento de Estados Unidos. No hay nada acerca del estado de la economía real estadounidense que hable sobre el abismo fiscal. Desgraciadamente, esa persistente nube de incertidumbre -llamémoslo la prima de riesgo de Washington DC”- no va a desaparecer. Con otra contienda sobre el techo de la deuda en las próximas semanas, probablemente se va a ampliar.

El mini acuerdo también puso fin al 2% de impuesto a los feriados de las nóminas laborales, que ha ayudado a la economía estadounidense a crecer en los últimos dos años. Es posible -incluso probable- que el acuerdo del lunes en la noche impulse la confianza del consumidor y genere un alivio en Wall Street cuando vuelva a abrir tras el feriado. Pero el conocimiento de que se aproxima una nueva discusión sobre la deuda asegurará que ambos son temporales.

Segundo, Obama sigue estando desprendido en su estilo de negociación como lo estuvo durante la mayor parte de la crisis del techo de deuda en 2011. Y eso no resultó muy bien  (sentó las bases para el abismo fiscal).

En el terreno político, Obama no logró el objetivo: su propuesta inicial a comienzos de diciembre para evitar el abismo habría sido de más ayuda para la recuperación estadounidense. Él también ha mostrado gran flexibilidad en las conversaciones que John Boehner. Pero en términos de estilo operativo, Obama no está cerca de ubicar a su Lyndon Johnson interno. El domingo pasado David Brooks dijo de manera memorable que Obama estaba gobernando como un “visitante de una civilización moralmente superior”. En vez de encerrar a los líderes del congreso en el salón Oval día tras día hasta que se lograra un acuerdo -como lo hizo Clinton durante la crisis del cierre del gobierno en 1995- Obama externalizó las negociaciones al Senado y eventualmente a Joe Biden. Esta es una mala noticia para 2013. Obama necesita asegurar que no se desperdicie otro año en abismos que vayan a marcar la agenda de su segundo gobierno.

Tercero, no estamos cerca de ver una conversión de los republicanos al bipartidismo. Los demócratas pueden ser liderados de manera débil desde arriba, pero los republicanos son completamente liderados desde abajo. Obama puede cumplir lo que sea que ofrezca en una negociación incluso si es impopular con la base demócrata.

Pero ni Boehner ni McConnell pueden tener la misma confianza de que los republicanos los seguirán. Por esto, luego de ceder, los republicanos en compensación exigirán fuertes recortes de gasto para evitar una crisis de deuda antes de la primavera (boreal). Obama, mientras, exigirá un dólar de incremento adicional de impuestos por cada dólar de recorte de gasto. Es difícil ver de qué manera esto sería de ayuda para la economía estadounidense.

Si se logra, el próximo enfrentamiento ofrecerá a Obama una oportunidad, aunque débil, de dar un golpe al abismo fiscal por el tiempo que le queda a su congreso. Si lo logra, puede reunir fuerzas para alcanzar sus prioridades, incluyendo una reforma migratoria y acción sobre el calentamiento global. Pero sería imprudente apostar a ello.

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