En 2003, los astrónomos Mario HamuyPremio Nacional de Ciencias Exactas de Chile (2015), y José Maza, Premio Nacional de Ciencias Exactas (1999), descubrieron un novedoso método para medir la distancia entre las estrellas. La investigación, bautizada "Una estrella asintótica de rama gigante en el sistema progenitor de un tipo de supernova", y publicada en la revista Nature, sirvió de inspiración y base para que el astrónomo Brian Schmidt obtuviera en 2011 el Premio Nobel de Física por descubrir que el Universo se estaba expandiendo aceleradamente.

La trascendencia de la investigación muestra el nivel de impacto de las investigaciones que se publican en Nature, revista que acaba de cumplir 150 años de historia, y en la que varios de los más destacados científicos chilenos han logrado publicar.

"Publicar un artículo en la revista Nature, una revista inglesa de gran prestigio, es un tremendo agrado. Creo que he publicado dos o tres artículos, y cada vez que uno tiene un artículo en Nature, uno ciertamente lo disfruta, es uno de los boletines científicos más importantes del planeta", dice Maza recordando el hito.

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Mario Hamuy junto a Brian Schmidt, ambos protagonistas de Nature. Foto: Rudy Muñoz - La Tercera[/caption]

El origen de la revista se remonta al siglo XIX y a los hermanos Alexander y Daniel Macmillan, quienes poseían una librería y editorial en Cambridge, en pleno barrio universitario en Londres. Fue en ese lugar donde ambos establecieron importantes contactos con hombres del mundo de la ciencia, época en las que se les ocurrió concentrar las investigaciones más importantes de la época en una sola publicación.

En un viaje en tren conocieron a Norman Lockyer, que en 1868 había descubierto el helio, y que terminaría siendo el primer editor de Nature.

La revista comenzó a crecer pese a las dificultades de la época, con artículos científicos sobre temas como el HMS Challenger , los tránsitos de Venus y las expediciones de eclipses. También aprovecharon grandes avances científicos, como la invención de la máquina de escribir y el batómetro, además de notas sobre el teléfono, la telegrafía dúplex y la aplicación de electricidad a la iluminación.

En los primeros 50 años de historia desde su creación, ya sumaban más de 100 contribuyentes, muchos de ellos, eminentes hombres de ciencia.

Tras la muerte de Lockyer en 1920, y bajo la edición de Richard Gregory, la revista cambió radicalmente, comenzando con un estilo similar a lo que es Nature hoy, incluyendo temas sociales y políticos vinculados a la ciencia.

Por ejemplo, también informó de eventos bélicos, como la Primera y Segunda Guerra Mundial. Tras lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki, la revista señaló. "Algunos de los cerebros científicos más hábiles se han dedicado durante años a la producción de un motor de destrucción".

En 1921 publicaron un especial dedicado a la Teoría de la Relatividad de Einstein. "Hay algo atractivo en presentar la evolución de una secuencia de ideas de la forma más breve posible", señala el propio Einstein, mientras que en 1925 titularon una de sus ediciones con el hallazgo de Australopithecus africanus, una historia que causó sensación.

En la década de los 70, varios autores de Nature consiguieron el Premio Nobel, así como también Peter Doherty y Rolf Zinkernagel en 1996, debido a su artículo sobre la comprensión de cómo las células T del cuerpo matan las células infectadas.

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Daniel y Alexander Macmillan fundaron su compañía editorial en 1843. FOTO: Fundación Macmillan Education[/caption]

Nature, que desde 2018 es dirigida por la genetista Magdalena Skipper (PhD, U de Cambridge), desde su primera publicación, en noviembre de 1869, la revista semanal ha contado con cientos e incluso millones de publicaciones de primera línea, muchas de ellas incluso inspiradoras de grandes reconocimientos, como los Premios Nobel.

"De cada diez trabajos enviados a consideración del editor, solo uno finalmente pasa a ser publicado, puesto que se exige que la publicación revele un importante descubrimiento, dice Hamuy, para quien la revista es una de las fuentes fuentes bibliográficas más influyentes a nivel mundial, no solo para la comunidad científica, sino para muchos tomadores de decisiones.  "He tenido el privilegio de haber logrado superar dicho filtro en cuatro oportunidades, trabajos que han pasado a ser referencias obligadas en el campo de la astrofísica", señala el Premio Nacional de Ciencias.

Según el libro La razón estrangulada, de Carlos Elías, calcula que la publicación tiene 70.000 suscriptores en todo el mundo, y que cada edición capta la atención de más de 600.000 científicos líderes, lo que provoca que cada científico que tiene un descubrimiento intente publicar en ella.

"Un trabajo científico publicado en una buena revista, es siempre una bendición. Yo en mi vida profesional he tenido varios trabajos científicos que han tenido muy buena audiencia y lectoría, y que han sido publicados en diversas revistas", añade Maza.

Hamuy explica que una particularidad de Nature, es que una vez que el editor aprueba la publicación, el artículo queda bajo embargo de ser compartido con la prensa. La idea es que el comunicado de prensa salga el mismo día en que el artículo se hace público. "Nature apoya al autor con sus equipos de comunicaciones para dar la mayor difusión posible al nuevo descubrimiento", añade Hamuy.

Colosal portada

Entre la lista de chilenos que logró superar el escollo editorial, está el geólogo Manuel Suárez, quien en 2004 -gracias al trabajo de su hijo Diego, en ese entonces de siete años- descubrió en Mallín Grande, cerca del Lago General Carrera, en la Región de Aysén restos fósiles de un dinosaurio que parecían contradecir muchos de los conceptos paleontólogicos que para entonces existían.

En 2015, tras un largo proceso de revisión, este hallazgo fue publicado en la revista Nature. El Chilesaurus diegosuarezi, nombre que recibió la nueva especie, habría vivido hace 150 millones de años en el Jurásico Superior. Fue descrito como una mezcla de tres linajes de dinosaurios: los terópodos, como el tiranosaurio rex; los sauropodomorfos, como el brontosaurio, y los ornitisquios, como el triceratops.

La trascendencia del hallazgo no solo le valió publicar en la revista, sino además, ser la portada.

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Portada de la revista Nature en junio de 2015, con la ilustración del Chilesaurio diegosuarezi.[/caption]

Felipe Court, director del Centro de Biología Integrativa (CIB) de la Universidad Mayor, tenía 29 años y estaba terminando su doctorado en la Universidad de Edimburgo cuando su trabajo junto a un grupo de investigadores, también fue publicado. "Era parte de lo que había hecho en mi tesis de doctorado. Descubrimos una característica, un parámetro de la neurona desconocido hasta entonces que tenía que ver con la velocidad de transmisión de la información", explica.

Publicar en esta prestigiosa revista, reconoce, abre muchas puertas. "Tiene que ver con el conocimiento que estás produciendo. Estás entregando piezas claves para el entendimiento, en este caso, de la neurociencia y la biología" y la revista de alguna manera certifica ese aporte. "Este tipo de publicaciones después pasan a los libros de textos, las universidades lo incorporan. Hay bastante reconocimiento por eso, hay más investigadores interesados en trabajar contigo, en recibirte en sus laboratorios, por ejemplo", cuenta Court.

Ezequiel Treister, astrónomo del Instituto de Astrofísica de la Universidad Católica. señala que la gracia de salir en Nature, "es que tus trabajos trascienden a tu área, lo ven personas de otras áreas que no van a ver el Astrophysical Journal, entonces te permite tener una trascendencia más grande y pasa a ser importante para todas las ciencias y no solo para tu disciplina. Publicar en Nature ya es difícil, tienes una barrera muy alta, con gran porcentaje de rechazo por parte del editor. Pasar todas esas barreras es bien significativo".

Revistas especializadas

En los años 90, la revista se incorporó a Internet y además lanzó una serie de revistas especializadas, como Nature Genetics en 1992, seguido de  Nature Structural Biology en 1994 (ahora Nature Structural & Molecular Biology),  Nature Medicine  en 1995,  Nature Biotechnology  en 1996, Nature Neuroscience  en 1998 y  Nature Cell Biology en 1999, Nature Inmunology en 2000 y Nature Communications en 2010.

"Las publicaciones de Nature son más generales, más de interés público. Las revistas específicas que se crearon tienen hoy tanto impacto como Nature. Publicar en la serie completa es muy difícil, son revistas de altísimo rigor, muy competitivas. Para cualquier científico publicar en la serie Nature es un gran prestigio", dice Claudio Hetz, director del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) y Académico de la Facultad de Medicina, de la U. de Chile.

Esta nueva gama de revistas, amplió aún más el universo de Nature, lo que también amplificó el rango de investigadores chilenos que entraron en sus páginas.

Entre estos científicos locales están Susana Eyheramendy, Felipe Martínez, Federico Manevy, Cecilia Vial y Gabriela Repetto, quienes en 2015 publicaron en Nature Communications el paper "La caracterización de la estructura genética de los chilenos refleja patrones históricos de inmigración".

En 2019, Gino Casassa, Jorge Carrasco y Roberto Rondanelli, entre otros, junto a otros investigadores, publicaron en Nature "Registro sedimentario de la Patagonia, el sur de Chile apoya el desencadenamiento de impacto cósmico de la quema de biomasa, el cambio climático y las extinciones de megafauna a 12.8 ka". Esta investigación fue publicada en Scientific Reports, perteneciente a Nature Publishing Group.

Felipe Court, Alejandra Catenaccio y Paula Díaz, lideraron la publicación "Análisis molecular de la corregulación axonal-intrínseca y asociada a la glial de la degeneración del axón", revelada en 2017 y Sergio Ferreira, que publicó junto a un grupo de investigadores "La FNDC5 / irisina ligada al ejercicio rescata la plasticidad sináptica y los defectos de memoria en los modelos de Alzheimer".

Francisco Pozo Núñez es otro nacional que ha publicado en Nature (Astronomy). El chileno llegó a la revista por sus publicaciones sobre agujeros negros. "La revista Nature valoró nuestro estudio porque trabajamos con telescopios chicos (de 46 centímetros, pertenecientes al observatorio Wise de la Universidad de Tel-Aviv). Esto abre la puerta a que otros investigadores, con los mismos recursos, puedan hacer exploraciones como las que hicimos nosotros", señaló en marzo a Qué Pasa.

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Francisco Pozo publicó su paper en Nature Astronomy.[/caption]

También fue publicado el estudio de los científicos Francisco Altamirano, Elisa Villalobos y Sergio Lavandero, sobre  insuficiencia cardíaca y un paper de Hetz, titulado "Corrección del editor: la función no canónica de IRE1α determina la composición del retículo endoplásmico asociado a las mitocondrias para controlar la transferencia de calcio y la bioenergética". Este último en Nature Cell Biology.

"Nature es una revista científica, la más leída, con más impacto y transversal a muchos campos de la ciencia", dice Hetz.

El trabajo de hetz y su equipo fue portada este año de la revista Nature Cell Biology. Junto a su equipo e investigadores belgas, franceses y estadounidenses, descubrieron un nuevo y potencial blanco terapéutico para detener el avance de enfermedades metabólicas, como son la diabetes y la obesidad.

Alexis Kalergis hizo lo propio en 2017 con el trabajo titulado "THEMIS, el nuevo chico en el bloque para el desarrollo de células T", publicado en la revista especializada Cellular & Molecular Inmunology.

Este investigador de la U. Católica y director del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia (Imii) , también ha publicado tres artículos en Nature Inmunology en los años 2001, 2002 y 2008. "Los dos primeros artículos describieron el mecanismo de activación de los linfocitos T, primero con experimentos celulares y moleculares y luego con un modelo matemático. Era un momento clave en el campo de la inmunología, y junto a colegas del Albert Einstein College, el Ludwig Institute y de Los Alamos, publicamos esos dos artículos. El tercero es una evaluación del importante desarrollo de la inmunología en América del Sur, con colegas de Argentina y Brasil", explica Kalergis.