Hace 20 años, el mundo era muy distinto a lo que es hoy. El viernes 31 de diciembre de 1999, la humanidad se preparaba para recibir el nuevo año entre anuncios apocalípticos, la promesa de nuevas tecnologías y la euforia propia de pasar de un milenio a otro. Atrás quedaban eventos de ese año como el nacimiento del euro como moneda única en la Unión Europea, Michael Jordan dejando la NBA, el estreno (también en VHS) de películas como El Club de la Pelea, Star Wars: La Amenaza Fantasma y The Matrix; y en el área de la tecnología, la llegada de las consolas PlayStation 2 y Dreamcast para competir con Nintendo 64.
Por otro lado, las capacidades de internet en aquél entonces estaban sólo supeditadas a lentas y tortuosas conexiones telefónicas de 56 Mbps, por lo que era impensado visualizar videos en YouTube, hacer streaming de juegos, películas o música. Sin embargo, sí pudimos ver la creación del emblemático MSN Messenger para Windows 98, plataforma que fue testigo de la muerte del diskette a manos del CD, en una época donde el popular Encarta era el equivalente a lo que hoy conocemos como Wikipedia. Los computadores más avanzados incluían un procesador Pentium III de 600Mhz con 128mb de RAM, muchísimo menos que el celular más barato en el mercado.
Pero estos nostálgicos computadores escondían entre sus entrañas un secreto, nacido hace casi 50 años.
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El error
Los primeros atisbos indicando que algo raro ocurría aparecieron en 1988, cuando Mary Bandar, una mujer de 104 años de Minnesota (EE.UU.), fue invitada a unirse a un jardín infantil debido a que según el registro informático, tenía cuatro años. Y en un supermercado, se detectó y rechazó un lote de carne enlatada porque parecían haber transcurrido más de 80 años desde su fecha de caducidad.
El problema se había generado en 1951, cuando la compañía "J Lyons and Co" introdujo en Gran Bretaña las primeras computadoras comerciales para administrar sus panaderías y cafés. Con el objetivo de ahorrar espacio y acelerar el procesamiento, las fechas se habían abreviado en datos de computadora omitiendo el siglo. Así, enero de 1900 fue el 01/00 y diciembre de 1999 fue el 12/99, tal como se utiliza hasta hoy en las tarjetas de crédito.
Evidentemente esto tenía sentido cuando todas las fechas eran del mismo siglo, pero la carne enlatada tenía una fecha de caducidad de enero del año 2000, y Mary Bandar había nacido en julio de 1888. Estas fechas, 01/00 y 07/88 eran similares a enero de 1900 y julio de 1988, por lo que la carne tenía en apariencia 88 años en 1988 y la señora Bandar, de 104 años, sería una bebé de cuatro años en 1992.
Al principio estos errores causaron curiosidad, pero poco a poco las empresas se dieron cuenta del problema que se les avecinaba. Aún faltaban 12 años para encontrar la solución.
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Psicosis colectiva
Juan Pablo Arias, Subgerente de soluciones de Tecnología de Adexus, cuenta que el problema del año 2000, también conocido como "Y2K problem", era "un error o bug informático presente en algunos sistemas por su incapacidad de almacenar fechas posteriores a 1999. Esto se debe a que los programadores utilizaron un formato de dos dígitos (y no cuatro) para representar el año de las fechas. Por lo tanto, el año "00" podría ser interpretado erróneamente como 1900 y no como 2000".
"Teniendo en cuenta que a fines de los 90s muchos sistemas críticos presentaban este error, se pronosticaron consecuencias potencialmente apocalípticas: los bancos, las aerolíneas, hospitales o sistemas eléctricos podrían dejar de funcionar en la transición al nuevo milenio", señala.
Y así comenzaba la paranoia. En 1995, la Bolsa de Nueva York había completado un proyecto para corregir todos sus sistemas informáticos con un costo de 30 millones de dólares, pero la mayoría de las organizaciones estatales y privadas apenas habían comenzado: en el Reino Unido, cinco años antes del plazo final sólo el 15% de las empresas estaban al tanto del problema o estaban buscando alguna solución. Tres años después, en 1998, la cumbre del G8 y la ONU estaban coordinando la acción internacional, la CIA advirtió del colapso a los principales gobiernos y en el mercado se lanzaron kits para sobrevivir a la catástrofe.
Chile no estaba ajeno al nerviosismo mundial. De acuerdo a un reporte de la Cámara de Comercio de Santiago, la crisis informática tendría un costo de 2.197 millones de dólares, y sólo la conversión del aparato estatal se calculaba en 140 millones de la moneda estadounidense. En las pequeñas y medianas empresas el costo sería de 900 millones de dólares, y las grandes empresas invertirían 1.157 millones de dólares.
"Si bien los informáticos afirmaban que el problema estaba bajo control, la verdad es que todos estaban bastante preocupados", recuerda Juan Pablo Arias. "La psicosis colectiva se expandió rápidamente, y ni siquiera la razón o los argumentos técnicos más sólidos pudieron mitigar el miedo que invadió a todos".
Pasaban los días, y la solución no llegaba. Más aún, los medios de comunicación más sensacionalistas comenzaron a hacerse eco del llamado, advirtiendo de la necesidad de actualizar los computadores para evitar un colapso planetario que llevaría al mundo al borde de la ruina. Los noticiarios daban cuenta de la posibilidad de cajeros automáticos volviéndose locos, aviones cayendo en ciudades pobladas, comunicaciones interrumpidas en todo el mundo, la economía descontrolada, redes eléctricas cortadas y todo, culpa de los humanos que decidieron que los computadores tuvieran el control.
"Nos enfrentábamos a un problema sin precedentes, y pese a que el error fue anticipado y se conocía en detalle, la posibilidad de una falla masiva era real. La gran pregunta era si teníamos la capacidad de reponernos en caso de un problema mayor", apunta el experto de Adexus.
"El Chile de fines del siglo pasado era muy distinto. Estábamos atrasados tecnológicamente en comparación otros países, y muchas compañías no se habían preocupado lo suficiente del tema. Pese a que todos anticipamos el error, comenzamos tarde a trabajar", agrega.
Finalmente nada ocurrió. O casi.
El cuento del lobo
Aunque habitualmente se dice que el problema informático del año 2000 fue sólo un mito, hay hechos que rebaten tal argumento. Efectivamente hubo fallos en sistemas bancarios y de tarjetas de crédito, con personas que recibieron facturas por 100 años de interés; una estación de petróleo en Estambul falló y dejó sin suministro a la ciudad; en Dinamarca, una computadora del hospital registró al primer bebé nacido en 2000 con 100 años; la energía eléctrica se cortó en Hawai, y se detectaron fallas informáticas en Hong Kong y China. Incluso un cliente de una tienda de videos en Nueva York recibió una boleta por 91 mil dólares producto del arriendo de una película por 100 años.
"Quizás no haya sido tan difícil de resolver comparado con otras situaciones a las que nos hemos enfrentado -por ejemplo, los ciberataques-, pero el problema del año Y2K nos cambió para siempre, ya que generó conciencia tanto en las compañías como en las personas de la dependencia tecnológica que tenemos", sostiene Juan Pablo Arias.
En efecto, actualmente existen miles de sistemas informáticos que ocupan un sólo software que puede colapsar a causa de una falla o hackeo; y millones de usuarios dependen de la señal satelital de los GPS, tanto empresas, comunicaciones, finanzas, defensa u otros, y que fácilmente pueden caer a causa de una tormenta solar por varios días o semanas.
"A medida que aumenta la dependencia de la tecnología por parte de las empresas, los gobiernos y las personas, también aumenta el potencial impacto de una falla masiva. El año 2000 nos deja una gran lección: si bien los problemas pueden cambiar en el tiempo -y en 20 años han cambiado muchísimo-, la esencia de la resolución sigue siendo la misma: trabajo en equipo y comunicación", añade Arias.