“Me crié en el Cementerio General. Mis recuerdos de niño son regando flores y limpiando tumbas junto a mi hermano, sin duda una infancia poco común”, dice Patricio Zavala (52). “Desde que tenía siete años hasta hoy, continúo con la misma rutina. Este oficio de largas horas de trabajo, lo heredé de mi abuelita y mi madre, ambas fueron cuidadoras de nichos toda su vida en el Mausoleo Italiano, y sus restos descansan en paz aquí”.
El edificio al que alude Zavala, tiene siete pisos, una altura de 30 metros, posee 30 capillas y 2.600 nichos. Fue erigido por el arquitecto Francisco Bruñoli en 1942 y es conocido comúnmente como el Mausoleo Italiano. Destaca por su arquitectura de caracol y forma rectangular, siendo la primera construcción de esta envergadura en Latinoamérica, y que sirvió de inspiración años más tarde para aplicar la idea de circular en espiral en edificaciones de las galerías comerciales como ‘Dos caracoles’ ubicado en la comuna de Providencia.
Parte de este patrimonio y de estas historias es lo que retarata el documental Cementerio General: la historia jamás contada, estrenado este martes en el contexto de los 200 años del Campo Santo, que recoge las historias de los trabajadores del lugar para dejar un testimonio vivo de historias nunca antes reveladas.
El material audiovisual fue financiado por el Gobierno Regional Metropolitano de Santiago y el fondo cultural del Consejo Regional (CORE). La exhibición del documental, que dura 80 minutos, pronto podría ser emitido por canales de televisión abierta y cable, señala el productor del documental, Patricio Muñoz.
Tomás Domínguez, arquitecto y bisnieto del expresidente de Chile José Balmaceda, destaca que por tratarse de un Monumento Nacional, el cementerio “requiere más resguardo de su patrimonio arquitectónico y paisajístico degradado por el paso del tiempo y la sequía, por falta de mayor seguridad e inyección de recursos para su mantención por parte del municipio”.
Dice que por ello, el documental permite reflexionar sobre la importancia de legar a las generaciones del futuro un Cementerio General igual o mejor a la necrópolis que hoy tenemos. “Es un cementerio que tiene características de museo y que habla de cómo la sociedad chilena ha enfrentado la muerte a través del tiempo, y eso no se puede perder, es la forma en que transcienden en el tiempo nuestros antepasados pudiendo ser recordados o visitados por su descendencia y ciudadanos en general”.
Más miedo a los vivos
Luis Yévenes, eléctrico de mantención y dirigente de la asociación de funcionarios explica que la dinámica de trabajo es bien diversa “existen varios oficios en el cementerio. Aquí trabajan más de 200 personas, entre administrativos, cuidadoras de patios, guardias, amuralladores, excavadores, sepultureros, escritores de lápidas, jardineros, por citar algunos”. Yévenes explica que el trabajo no para nunca, de día ni de noche, estamos los 365 días del año. “Incluso en tiempos críticos como la pandemia, llegamos en un momento a asistir 65 sepultaciones diarias. Ya se contabiliza más de dos y medio de restos inhumados sepultadas en estas tierras con santos sepulcros”.
Como contrapunto, y a pocos días de celebrarse el Día de Todos los Santos, el Cementerio General ofrece sus ya clásicos tour nocturnos, donde distintos grupos de actores personifican a connotadas autoridades y almas anónimas para hablar de historia, simbología y cultura funeraria.
“Encuentro bueno que se haga cultura, pero pocos saben que al caer la noche, todo queda en penumbra aquí porque no hay faroles en las calles, y no falta quien se asusta con el ruido de las aves. Yo, le tengo más miedo a los vivos que a los muertos, porque hay gente mala que le gusta hacer daño a las tumbas con pintura, o bien, tirando maleficios usando fotos llenas de alfileres. Por eso siempre rezo para atraer las buenas vibras”, dice la encargada del aseo Elizabeth Holman.
Un comerciante y una monja
El próximo 9 de diciembre, el Cementerio General, cumplirá 200 años desde que abriera sus puertas. Fue inaugurado por Bernardo O’Higgins, pero para llegar a gestarse este hito, previamente se generaron diversas discusiones entre el mundo católico y masones, ya que antes de dar forma a esta iniciativa, los cadáveres de los protestantes eran sepultados a las orillas del río Mapocho, o en los faldeos de cerros, sin ceremonia alguna de los ritos de sus creencias, siendo esta una reacción común en el contexto de una sociedad tan conservadora como la chilena, y donde cualquier modificación al “status quo” era severamente rechazado o criticado. Las orillas del Cerro Blanco y Cerro Santa Lucía, y en chacras del barrio la Chimba muchas personas eran enterrados sin ritos ni ataúdes. Solo tierra los cubría.
“De ahí la importancia de crear una necrópolis laica, porque se democratizó con ello el derecho a sepultarse en pro del descanso eterno, y claramente, sin importar la distinción de clases, todos tienen un lugar. El hito generó sin duda un profundo impacto en la sociedad chilena de la época, porque además se pone fin a focos de infección sanitaria derivados por el inadecuado manejo de la gente para sepultar a sus deudos en sitios informales y no aptos”, explica el periodista Erick Bellido, guionista del documental.
Esta verdadera ciudad de los muertos, guarda singulares similitudes con la ciudad de los vivos, porque “presenta una estructura con lógica urbana al contener en su interior edificios, calles con nombres, parques, esculturas, piletas, rotondas, capillas y más de 140 patios, contenidos al interior de 86 hectáreas”, puntualiza Yévenes.
“Curiosamente, cuando se inauguró el cementerio, no había ninguna persona sepultada aún. No sería hasta dos días después que ingresan los primeros deudos. Eso explica que los primeros registros corresponden a un comerciante y a una monja”, explica Leonardo Cornejo, encargado del archivo.
Cada testimonio vertido por los ex trabajadores en las entrevistas realizadas por Patricio Bugueño junto a Erick Bellido, entregan un fragmento de la historia de Chile que calza dentro de la línea del tiempo, lo que permite, ampliar el conocimiento de hechos que fueron noticia, pero desde las vivencias de personas que pudieron ser testigos presenciales de hitos como la exhumación de Pablo Neruda y Salvador Allende, los honores al momento del traslado de los restos de O’Higgins, o testimoniar en primera fila la masiva despedida de las pergoleras a Patricio Aylwin, Violeta Parra y el Gato Alquinta, o bien, asistir la reposición a un nuevo féretro del cuerpo momificado del General Baquedano tras la destrucción de su mausoleo para el terremoto del año 1985.
De eso y más, es posible encontrar relatos, incluso algunos más desgarradores como los vertidos en torno al Patio 29 donde se encontraron 125 cadáveres NN ejecutados en 1973.
Bellido está convencido que este tipo de realizaciones audiovisuales permiten abrir el diálogo en torno a la muerte, pero además, ayudan para rendir un justo reconocimiento a todos y todas las personas que trabajan en este tipo de actividades “es una labor sacrificada, porque se enfrentan a diario con el mayor dolor humano, que es la pérdida de un ser querido. Hay que tener coraje y una sensibilidad muy especial para trabajar y vivir toda una vida en torno a la muerte. Y luego, saber que cuando mueran sus restos descansarán en el mismo lugar donde prestaron servicio durante 30, 40 o 50 años, porque tienen ese beneficio por ser trabajadores sindicalizados”.
Origen en una donación
El Cementerio General se forja gracias a la donación de unas chacras por parte de los sacerdotes de la congregación de la Recoleta Domínica, en medio de tiempos de austeridad económica y donde los recursos para erigir su fachada y recorridos interiores, son extraídos desde el Cabildo de Santiago.
Por aquellos años, la ciudad de Santiago no contaba con una necrópolis laica, y requería con urgencia un lugar para que los ciudadanos chilenos pudieran sepultar a sus deudos en un espacio que reuniera las condiciones sanitarias para estos fines, ya que muchos tenían la costumbre de enterrar las exequias humanas en patios de casas, campos o incluso dejarlo a su suerte en acequias o a orillas del Río Mapocho.
Si bien, en un comienzo no fue simple que la gente se acostumbrara a la idea de utilizar el cementerio, de forma progresiva la gente fue tomando conciencia de la relevancia de incorporar el ritual fúnebre al interior de una ciudad para los muertos abierta a recibir a familias de todas las clases sociales.
Así, entre fines de 1800 y comienzos de 1900 el Cementerio General se transforma en un lugar de peregrinación para dar el último adiós a los seres queridos que emprendieron viaje al más allá, sumado a que con el auge del Salitre, comienzan a emerger los grandes mausoleos en su interior, geminando tendencias de diversos formas de construcción, pasando desde estilos góticos, art decó hasta llegar a estructuras con pilastras de orden dórico, romano y neo-egipcio, entre otras muchas otras variedades.
Entre “estallido social” y pandemia
El registro del documental fue grabado en tiempos de estallido social y pandemia, logrando el apoyo del Gobierno Regional Metropolitano de Santiago por intermedio del Consejo Regional (CORE) por ser un aporte al rescate de la memoria inmaterial a través de los testimonios reunidos, siendo una iniciativa inédita en su tipo.
Este martes se realizó el avant premier en el Salón Colegio de Periodistas, justo a pocos días de la celebración de sus 200 años.
El Cementerio General, emplazado en pleno corazón de la comuna de Recoleta, alberga a 31 presidentes de Chile, detenidos desaparecidos y un sin número de personalidades del mundo empresarial, deportivo, político, cultural, y miles de chilenos y extranjeros que descansan anónimamente.
Patricio Bugueño, director de este documental y exdirector del programa infantil Cachureos, falleció de cáncer hace cuatro meses y descansa en este lugar. El material que dio vida a este trabajo audiovisual terminó siendo editado por su hijo Sebastián Bugueño en la productora Búfalo Producciones, riéndole homenaje al legado de su padre y a los trabajadores del Cementerio General.