A cinco años de las históricas manifestaciones feministas, protagonistas recuerdan el inicio del movimiento
Las voceras de las primeras tomas del país y de la capital, Midora Sovino y Emilia Schneider, rememoran cómo se generó el proceso feminista chileno, en el marco de un nuevo 8 de marzo.
“Hoy se lavan la boca diciendo que acá partieron las movilizaciones, pero hemos tenido decepción tras decepción”.
Esta afirmación es parte del relato de la estudiante de derecho Midora Sovino, a cinco años de haber sido una de las voceras del colectivo que se tomó la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile (Auch). Con 21 y en su tercer año de carrera, fue parte de las de mujeres que iniciaron este movimiento histórico en abril de 2018; uno que llevó la discusión por el feminismo a la mesa de miles de familias que miraban la televisión desde sus casas, absortos por las noticias de las paralizaciones, manifestaciones y diálogos que encabezaron cientos de miles de estudiantes a lo largo de todo el país. El famoso Mayo feminista.
El hito fue un 17 de abril, pero, como señala Sovino, “las cosas no parten en un mismo día”. Los antecedentes de movilizaciones feministas en el país son numerosos, pero de manera reciente resonaba el movimiento Me Too y el Ni una menos, que tomaron fuerza en los años anteriores, y los círculos de mujeres que venían desde mucho antes. Sin embargo, algunos acontecimientos específicos serían la clave del estallido colectivo.
Uno ocurrió la semana anterior a la toma. Fue uno de los muchos casos de violencia sexual que ocurren en las universidades. En esta ocasión, una estudiante de la Facultad de Filosofía y Humanidades fue violentada por un alumno de otra facultad, al que se increpó en una especie de funa pública. En lugar de reprender al chico que ejerció una situación de violencia, se señaló a las chicas que hicieron la denuncia en el aula y se les amenazó con un sumario. Sovino agrega que fue el director de la carrera de Antropología de ese entonces quien dio la orden. Además de este hecho, está el de un profesor que fue acusado por un largo historial de acoso y que, actualmente, sigue vinculado a la universidad.
“Se me acercaron las chicas pidiendo apoyo jurídico por la amenaza de sumario, ´tú cachai de derecho´, me dijeron”. Sovino no le creía así, pero la situación le causó tanta indignación que, de la noche a la mañana, se tomaron la facultad.
Contra la precarización de la vida
En ese entonces la actual diputada de Convergencia Social, Emilia Schneider, cursaba cuarto año de derecho en la Universidad de Chile. Era consejera de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech) y vocera de la Coordinadora 8 de marzo. Fue parte de la vocería desde febrero de ese año, estima, pero meses después dio un paso al costado: “Renuncié para dedicarme por completo a la movilización estudiantil”, aclara.
La toma de la Facultad de Derecho comenzó el 27 de abril - diez días después de la primera a nivel nacional-, se decidió por medio de una asamblea y fue la primera de la Región Metropolitana. Un gatillante fue las acusaciones de acoso sexual y laboral en contra del profesor de Derecho Administrativo y expresidente del Tribunal Constitucional, Carlos Carmona.
Sin embargo, en noviembre del año anterior, la Facultad de Filosofía y Humanidades de la universidad también se tomó por casos de acoso. De acuerdo a Schneider, desde antes venía un proceso de organización feminista en la institución, por lo que se levantaron las secretarías de género y los protocolos contra el acoso, el abuso y la discriminación.
La parlamentaria, que en ese entonces era vocera de la toma, destaca la consigna de las movilizaciones de 2018: “A la calle contra la precarización de la vida”, ya que se trata de un movimiento feminista que le habló a las mayorías (algo que, añade Schneider, es importante recuperar), conectó con un malestar ciudadano y con una desafección a las instituciones.
“No solamente las sanciones y las penas nos permiten combatir la violencia. La educación tiene mucho que hacer, tanto desde sus prácticas como contenidos”, agrega. Ambas tomas y movilizaciones fueron de las primeras que se llevaron a cabo a nivel nacional. Para finales de mayo, 19 universidades seguían en toma a lo largo de todo el país.
Si bien hubo demandas que no se resolvieron, como la desvinculación de los docentes o el total cumplimiento de los petitorios, las dos voceras - cuyo rol implicó un trabajo arduo y versátil, en el que destacó la organización y negociación- explican que fue un proceso que marcó un antes y un después en el movimiento estudiantil y feminista chileno.
Más allá de la negociación particular de una universidad, “generó preguntas en todos los espacios educacionales del país, y llevó la conversación feminista a distintos hogares y familias”, indica Schneider. Además, destaca avances como el reconocimiento de las diversidades sexuales y la ampliación de los debates respecto a la violencia de género.
Por su parte, Sovina menciona que, además de un espacio político, fue un momento en el que se necesitó mucha contención emocional: “Fue el lugar donde podíamos abrirnos, contar muchas de las experiencias traumáticas que hasta ese momento no pudimos compartir”.
Sobre el hecho de que las distintas universidades y facultades se movilizaran a lo largo del territorio, añade: “Nunca nos pusimos de acuerdo, fue como una cuestión del inconsciente colectivo”.
Me too, Ni una menos y 8M
A finales de 2017, la campaña del movimiento Me Too se viralizó alrededor del mundo. Lamentablemente todas tenían algo que compartir; una experiencia de acoso o abuso sexual que hace mucho tiempo desentonaba, como un tabú silencioso. Un tweet de la actriz Alyssa Milano en relación a las acusaciones de Ashley Judd destapó la olla, se visibilizó otra cara de la violencia de género, una que antecedería una serie de movilizaciones.
Ocurrió exactamente seis meses antes de la primera toma en Chile, en el contexto de una educación no sexista. No obstante, para Schneider y Sovino, este movimiento estadounidense, si bien es relevante y constituye un antecedente, se aleja un poco del sentimiento y quehacer nacional en términos de género, violencia y demandas estudiantiles.
“Creo que el hecho de estar siempre mirando a Estados unidos y a Europa le resta importancia a que este fue un momento de Latinoamérica. No estamos denunciando a directores de cine”, aclara la exvocera de la toma Uach.
Explica que se trata de una lucha muy contextual que tiene relación, incluso, con aspectos geográficos y medioambientales. El caso de la activista socioambiental cercana a la localidad de Valdivia, Macarena Valdés, también formó parte de la conversación. Además, habría otros temas como la clase social y la identidad sexual que, de acuerdo a la estudiante de derecho, iban más allá del hecho de ser mujeres.
Schneider también comparte esta visión: “El movimiento se veía y se ve influenciado más que nada por debates feministas de Latinoamérica”. De esta forma, la consigna Ni una menos, popularizada en países como Argentina (2015), resulta más cercana. Hubo movilizaciones bajo este lema en el país, como las que se convocaron a partir del caso de Antonia Barra.
El Día Internacional de la Mujer, mejor conocido como 8 de marzo u 8M, también es un antecedente importante, puesto que se conmemoró en las semanas previas a la primera toma. En el caso de Valdivia, Sovino recuerda la experiencia: “Para ser una ciudad pequeña, eran más de 30 mujeres”, se habían organizado a través de una convocatoria semi abierta en un grupo de Facebook. No fue una marcha masiva, pero las actividades duraron todo el mes.
“Creo que el 2018 contribuyó a que más gente se interesara en las marchas”, añade la estudiante.
Para todas las personas
Ante la pregunta de por qué es importante recordar el 2018 feminista, Midora Sovino, siempre riseuña, responde que hay mucho de lo que aún hacerse cargo y que el 8M es un espacio que permite reflexionar sobre cuánto se ha avanzado o retrocedido. “Creo que Chile todavía es un país demasiado injusto, y una manera de sobrellevar esa injusticia es buscar formas colectivas de cuidarnos y protegernos”, expresa.
Sobre las demandas de la paralización del 17 de abril, la vocera es clara: se cumplirá apenas un diez por ciento del petitorio, conformado por los ejes prevención; promoción; aplicación y sanción; y reconocimiento. “No pedíamos un protocolo de género porque ya lo teníamos, pedíamos que fuera efectivo”. Y es que, pesar de contar con un reglamento pionero en tipificar casos de acoso, violencia y discriminación, según Sovina, “la respuesta por parte de la institución ha sido nefasta”.
Schneider menciona que quienes fueron parte del proceso tienen que hacer una autocrítica en cierta medida: “Creo que se instalaron miradas muy punitivistas”. Sin embargo, advierte que el mayo feminista determinó cómo se entienden varias demandas feministas, no solo en la educación, sino en diversos espacios. En específico, acerca de la educación no sexista, puntualiza que es importante porque no solo garantiza derechos a mujeres y a diversidades sexuales, sino a todas las personas.
Sobre lo que viene de ahora en adelante, indica que aún hay debates por terminar: “Hay que sentarse a rediscutir cuáles son sus prioridades como movimiento, pensando en quienes estamos dentro y fuera de las instituciones”.
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