De acuerdo al estudio, a nivel mundial, las tasas de mortalidad y fertilidad generalmente disminuyen en un proceso conocido como transición demográfica, un proceso en donde primero disminuye la tasa de mortalidad y después de un tiempo disminuye la tasa de fertilidad, y el tiempo que demora en disminuir la fertilidad después de la disminución en la mortalidad genera un crecimiento poblacional muy grande porque ya casi no hay muertes y las personas aún tiene muchos bebés, hasta que comienzan a disminuir las tasas de fertilidad, explica Pablo Varas Enríquez, antropólogo biológico y estudiante de doctorado del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, Alemania y parte del equipo de investigadores.
La transición demográfica está usualmente asociada a un aumento de la abundancia de recursos, dejando un escenario en donde la gente tiene menos bebés y más recursos, el cual representa una paradoja evolutiva, ya que en teoría la gente tendría más recursos para tener más bebés, pero los números indican todo lo contrario.
¿Por qué si hay más recursos, la gente tiene menos hijos? es la pregunta que se hizo el equipo de investigadores conformado por Varas, Nicolás Montalva del Centro de Investigación en Sociedad y Salud (CISS) de la Universidad Mayor, y Luseadra McKerracher, investigadora de la Universidad de Aarhus, Dinamarca, quienes buscaron entender y dar sentido a esta paradoja en el contexto específico de la transición demográfica en Chile, en especial la disminución de la tasa de fertilidad de finales del siglo XX.
La investigación, publicada en la revista Human Nature a fines de mayo, que utilizó datos de la CASEN 2013, para analizar una cohorte de 6.802 mujeres chilenas nacidas entre 1961 y 1970, época en la que el país ya había disminuido bastante sus tasas de mortalidad en general y que sitúa a estas mujeres en un punto clave de la transición demográfica, ya que serían las pioneras en la disminución de las tasas de fertilidad en Chile.
A partir de su análisis, se dieron cuenta que más allá de la idea de que las personas tienen menos hijos por invertir más recursos en cada uno de ellos (conocido como “compromiso de calidad versus cantidad” en la literatura), las mujeres enfrentan sus procesos reproductivos de distintas maneras a partir de las diferencias en la disponibilidad de recursos y experiencias de vida.
Así llegaron a los resultados, que mostraron que las mujeres chilenas suelen tener períodos reproductivos más cortos y densos a medida que aumenta su nivel socioeconómico.
Dentro de las principales conclusiones, la más importante, según Varas es de que las mujeres a medida de que van aumentando su posición socioeconómica o nivel socioeconómico, tienden a comprimir su tiempo reproductivo, o sea “a tener bebés en un tiempo mucho más acotado” y más que una comparación entre un grupo y otro, los resultados muestran que a medida que va aumentando el nivel, el periodo en que se tienen los bebés se va acortando.
Lo que quiere decir que, las mujeres chilenas de mayor posición socioeconómica, como define el estudio, consolidan su maternidad en un lapso de tiempo relativamente corto en la mitad de su carrera reproductiva, mientras que las mujeres de menor posición socioeconómica tienden a reproducirse durante la totalidad de su vida reproductiva.
Estos patrones pueden indicar que diferentes grupos socioeconómicos siguen caminos diferentes hacia la disminución de la tasa de fertilidad durante la transición demográfica, lo que refleja diferentes realidades de historia de vida en el proceso.
Posición socioeconómica
Usando datos transversales de una cohorte de mujeres chilenas que alcanzaron la madurez reproductiva en medio de la transición demográfica en Chile, y que separó su análisis tanto por región como por origen étnico, mostró que ninguno de estos factores alteraron el resultado final, ya que incluso considerando diferentes orígenes geográficos como étnicos, se observa el mismo patrón entre las estrategias reproductivas y la posición socioeconómica.
Para el análisis, este nivel socioeconómico se definió con variables establecidas en la CASEN que se relacionan con la educación, los ingresos, la salud, la vivienda, la propiedad y las condiciones de vida.
Así, mostraron que a medida que aumenta la posición socioeconómica también aumentan la edad al que se tiene el primer bebé y la densidad de nacimientos, a la vez que disminuye el promedio de años entre nacimientos, la fecundidad, y la edad a la que se tiene el último hijo.
Las mujeres con la posición socioeconómica más alta mostraron que tendían a retrasar el comienzo de sus carreras reproductivas hasta los 25 años, en promedio, y luego concentraban los nacimientos en un período de tiempo relativamente corto, teniendo su último hijo, en promedio, a los 33 años.
“La mujer con más dinero sería alguien que tiene a su hijo muy tarde, pero que también tiene a otro hijo poco tiempo después (3 años aproximadamente), en cambio la mujer más pobre es aquella que tiene su hijo a más temprana edad pero el último lo tiene con 12 años de diferencia, por ejemplo” señala el estudiante de doctorado.
Sin embargo, estos resultados no quieren decir que la mujer de mejor posición esté empujando el inicio de su reproducción o la edad del primer hijo hasta casi tener menopausia, “sino que lo que hace es efectivamente reproducirse más tarde, tener un bebé por ejemplo a los 32 años, pero la última reproducción la va a tener a los 35 años. En cambio, la mujer más pobre lo que hace es tener el primero hijo a los 18 años y el último a los 40”, explica Varas.
En conclusión, el retraso en la edad de la primera reproducción combinado con las preocupaciones sobre los riesgos económicos y de salud asociados con la maternidad a una edad más avanzada parecen haber provocado la disminución del intervalo entre nacimientos en los segmentos ricos de esta población en transición señala el estudio.
Entonces, lo que se observa es que “básicamente las mujeres tienen distintas maneras de lograr la misma cantidad de hijos, porque al final hay diferentes estrategias de vida”, concluye el investigador.