Ella solo se remite a hablar por su experiencia personal, llena de segregación de género en una de las comunidades más herméticas del judaísmo ortodoxo. Para Abby Stein (31) no fue fácil descubrir que era trans, ya que cada vez que lo intentaba hablar quedaba todo diluido y censurado por su entorno familiar y cultural.
Ha vivido toda su vida en Manhattan, pero hasta los 20 años no sabía inglés, solo hablaba el idioma “yiddish”. En dicha comunidad se casó y tuvo un hijo, pero a los 23 años decidió dejar todo atrás para realizar su transición a la mujer que siempre estuvo ahí pero que no podía ver la luz. Abby Stein, quien además cuenta con estudios de Género de la Universidad de Columbia, está en Chile y se presentará en Congreso Futuro, donde contará que ser diferente no debe ser un obstáculo para la sociedad que habitamos.
-¿Cómo es vivir en una comunidad jasídica ortodoxa?
Diría que están atrapados en un fingido siglo XVIII y un mundo donde piensan que ese era el ideal perfecto de la vida religiosa. Nuestra educación es casi exclusivamente religiosa. Hay una segregación de género muy estricta hasta el extremo. Todos los servicios, incluso las grandes reuniones familiares, bodas, todo está separado por género, no solo asientos separados, sino con una pared. Se supone que los hombres y las mujeres no deben socializar. Crecemos sin acceso a ningún medio externo, música, canciones o programas de televisión. Incluso se supone que internet debe estar al menos filtrado, y en algunas comunidades incluso las personas se comprometen y se casan a los 18 años.
-¿De pequeña le hablabas a alguien que te sentías diferente al resto de los niños? ¿Qué respuestas recibías?
Hubo una vez que traté de hablar con mi mamá al respecto, yo tenía cuatro años. Dije que soy una niña o algo así, y ella lo dejó muy claro. Recuerdo que me dijo que esto no es algo sobre lo que se pueda enseñar o explorar. Así que la mayor parte de mi infancia encontré otras formas de tratar de lidiar con eso. Cuando tenía nueve años le pedía a Dios que me convirtiera en una niña.
Pero desafortunadamente estaba viviendo en una comunidad en la que ni siquiera podía tener una conversación sobre esto. Crecí pensando que era la única así y traté de encontrar estas respuestas en Dios.
-¿Cómo fue el momento en que comenzaste a hacer tu transición?
Para mí la transición fue un viaje. No sucedió de un día para otro. Comencé a dejar la comunidad tres años antes de que comenzara mi transición. El primer momento para mí fue la primera vez que entré a Internet a los 20. Lo primero que busqué en Google cuando tuve acceso fue si un chico podía convertirse en una niña.
Entonces fue cuando aprendí allí por primera vez que habían otras personas como yo. Fue una experiencia muy intensa y en cierto modo fue un alivio, pero también fue muy aterrador porque ahora me doy cuenta de que hay todo este viaje al que tenía que ir y que no todo el mundo iba a aceptarlo, incluso en el mundo exterior.
-¿Fue un alto precio dejar atrás tu comunidad?
Traté durante un tiempo de hacer que funcionara incluso dentro de la comunidad o dentro de una comunidad judía menos estricta o que me gustara. Finalmente me expulsaron de la comunidad porque en ese momento ni siquiera tenía que ver con el género, solo porque ya no era lo suficientemente religioso.
Una vez que me expulsaron, al principio, me concentré en la educación. En la universidad fue cuando el género realmente se volvió algo con lo que yo sentía que tenía que trabajar. Y luego un año allí empecé mi transición física. Fue un viaje con muchos pasos diferentes y mucha luchas, pero también diría muchos momentos hermosos y mucha ayuda que recibí de la gente.
-En tu opinión, las presiones religiosas o sociales ¿Cuánto pesan sobre quienes son transgénero?
Creo que algunos dogmas en ciertas comunidades están usando la religión, están usando a Dios. Yo lo llamo como un “hombre del saco en el cielo”. Lo usan como algo aterrador. Pero no creo que deba dejar de ser religiosa o deba ignorar mis antecedentes para ser parte de la comunidad LGBTQ.
Si eso es lo que quieres, si eres ateo o agnóstico y no crees en nada, eso también es genial y hermoso. Pero no dejes que nadie te diga que no puedes ser religioso y ser queer. Específicamente en EE.UU. hay un número creciente de sinagogas e iglesias LGBTQ, e incluso mezquitas.
-¿Cómo enseñas tus vivencias? ¿Te gustaría ser rabina?
Soy rabina, de hecho. Solía enseñar en escuelas hebreas a muchos niños. Ahora enseño principalmente en diferentes comunidades. En una conferencia aquí en la Comunidad Judía en Chile, por ejemplo, donde también enseño, ya sea parte del libro que voy a publicar en unos meses, que es una colección de cientos de enseñanzas que he hecho.
También he ayudado a las personas a crear su propio Bat Mitzvah, para crear otras comunidades que incluyan a todas las personas de todas las identidades de género. Tengo un canal Youtube, que llamé en broma “Rabbi Abby”, y allí hay muchos de los servicios en los que dirijo las enseñanzas que doy.
-¿Cuál sería tu principal mensaje para la audiencia de Congreso Futuro?
El mejor futuro es crear uno en el que te asegures y hagas todo lo posible para que todas las personas estén incluidas. Que toda persona sepa que su diversidad no es un obstáculo. Entonces, mi mensaje más importante es que la diversidad y la inclusión siempre es lo más inteligente y lo más correcto.