¿Cómo nos ven nuestros cercanos? Por hacer clases o experimentos automáticamente eres objeto de prejuicios que suelen estar alejados de la realidad. En la ciencia los estereotipos abundan, pasamos del anciano loco y de cotona blanca, como Rick Sánchez, hasta un joven geek, como Sheldon Cooper. Sin embargo, un factor común que sigue predominando en el inconsciente colectivo es que quienes hacemos ciencia somos personas lejanas o excéntricas con poco o nula percepción de lo cotidiano.
Según los datos de la Encuesta Nacional de Percepción Social de Ciencia y Tecnología (CONICYT, 2016) un 76.9% de las personas reconoce estar poco o nada informado respecto a ciencia, solo un 18.8% declara tener hábito de leer noticias científicas en diarios y un 22.9% hace uso de internet para buscar información científica (confiemos que al menos Wikipedia y no solo noticiassupervedaderas.com). Al momento de ser consultados sobre revistas o libros de difusión científica, el hábito de recurrir a ellos no supera el 9%.
La ciencia desde siempre ha sido sinónimo de prosperidad: medicamentos, automóviles, entre otros, son sinónimos de una mejor calidad de vida. De hecho, un 84.9% de las personas ve la ciencia y la tecnología como fuente de importante beneficio hacia los próximos 20 años. Sin embargo, la desinformación, fuerte aliado del lado oscuro, fomenta el miedo y según la encuesta un 70.8% de las personas teme a los potenciales riesgos asociados a los avances científicos y tecnológicos.
En este escenario, la vinculación entre ciencia y sociedad es vital para que los avances o descubrimientos le hagan sentido a la ciudadanía, entendiéndola como sustento de las transformaciones sociales que el país necesita, motivando la inquietud intelectual y estimulando el pensamiento crítico. La comunicación del conocimiento permite anteponerse al miedo y, por tanto, tener capacidad de reacción ante una urgencia o un peligro. Plataformas como Chile Científico o académicos como José Maza (primer científico en Chile en llenar estadios) son conscientes de ello y fomentan la masificación del conocimiento, convirtiendo la investigación en noticia.
Lamentablemente, la desinformación es terreno fértil para teorías de conspiración sobre las vacunas, el "terraplanismo", la predicción de terremotos o las naves extraterrestres, que agarran fuerza sin sustento científico y se propagan de forma irresponsable entre las personas. Si a esto le sumamos que siguen los recortes presupuestarios, de modo que nuestro gasto del PIB no supera la cuarta parte del gasto medio de los países OCDE (Banco Mundial 2015), y promesas inconclusas de Ministerios de la Ciencia y Tecnología, el desafío por comunicar la ciencia se torna aún más complejo.
Si queremos mejorar la realidad, debemos acercar la ciencia a la sociedad. El desafío es lograr que la ciudadanía, academia y autoridades, se entiendan bajo un lenguaje común, fomentando un país capaz de anteponerse al miedo con la luz del conocimiento.