Durante aquella época, las mujeres debían superar barreras casi infranqueables para recibir formación e insertarse en el mundo académico, pero Annabella no estaba dispuesta a aceptar que ese fuese el destino de su hija. La formación de Ada no podía esperar, por lo que a los cuatro años comenzó a tener sus primeras lecciones de lectura, rodeada siempre de múltiples intelectuales de la elite londinense de aquel tiempo.
Pero la ambición y la inteligencia de Ada no hicieron más que crecer con los años. Cuando alcanzó la mayoría de edad comenzó a asistir a eventos organizados por la alta sociedad londinense con el objetivo de dar un paso más allá y tener la oportunidad de relacionarse con la élite intelectual británica. Fue en una de esas fiestas que conoció a Charles Babbage, matemático inglés que, por aquel entonces, había alcanzado popularidad por estar diseñando una máquina analítica que fuese capaz de realizar, de forma automática, cualquier tipo de cálculo.
La pasión que compartían por las matemáticas y la mecánica fue la excusa perfecta para que Ada y Babbage construyeran una profunda amistad. Así, a principios de los años 40, en el siglo XIX, ella comenzó a colaborar con la creación de la máquina analítica, también denominada máquina diferencial.
El primer trabajo que llevó a cabo Ada cuando comenzó su colaboración con Charles Babbage fue la traducción del artículo dedicado a la máquina que había escrito Luigi Federico Menabrea, científico italiano que, al igual que Ada, estaba interesado en el proyecto. Pero no se limitó sólo a su traducción. Animada por el propio Babbage, Ada comenzó a trabajar en un índice, al que llamó "notas", un estudio acerca del funcionamiento y la programación de la máquina analítica que acabó teniendo una extensión mayor que el documento original.
En el transcurso de este trabajo Lovelace se percató de que el invento de Babbage sólo hacía énfasis en el diseño y los principios de funcionamiento de la máquina, pero no en sus posibles aplicaciones prácticas. De esta forma descubrió que podía diseñar un método aplicable a cualquier tarea que requiriese tratar datos de forma sistemática y no sólo al cálculo numérico que tenía pensado el científico británico en un comienzo. Había dado con la noción de algoritmo.
Por esta razón Ada Lovelace es considerada por muchos como la primera programadora o informática de la historia, incluso cuando aún no existían los lenguajes de programación ni los computadores. A pesar de ello, ser mujer le costó credibilidad y hoy en día muchos aún dudan de su trabajo y legado. Su figura adquirió relevancia a mediados del siglo pasado, cien años después de su muerte a los 36 años. Sin embargo hoy en día son múltiples las organizaciones que han rendido reconocimiento y homenaje a sus logros.
En 1980 el Departamento de Defensa de Estados Unidos decidió llamar Ada, en honor a su nombre, al lenguaje de programación orientado a proteger áreas de alta seguridad como la aeronáutica, la gestión de tráfico aéreo y la industria aeroespacial entre otros. Y hoy su legado está más latente que nunca.
"Este cerebro mío es más que meramente mortal, como el tiempo lo demostrará", Ada Lovelace.