En el verano de 1977 ocurrió una coincidencia perfecta, un hito que se repite únicamente cada 176 años: los planetas Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno se alineraron en un largo arco con la Tierra. Era la gran oportunidad para que la Nasa para enviar una nave a estos desconocidos y distantes planetas.
Al formar una hilera, la sonda podría seguir una trayectoria recta, y gracias a la atracción gravitatoria de cada planeta gigante por el que la nave pasaría, iba a aumentar su velocidad considerablemente, logrando una mayor distancia con la Tierra.
La agencia construyó rápidamente dos sondas completamente idénticas: Voyager 1 (V1) y Voyager 2 (V2). Su principal misión era volar por los planetas Júpiter y Saturno. Se lanzaron con 15 días de diferencia. La V1 tardó 546 días en llegar a Júpiter, en marzo de 1979, y la V2 llegó cuatro meses después.
Desde entonces las sondas han entregado mucha información valiosa para el avances en ciencia. Las tomas capturadas han demostrado, entre otras cosas, la diversidad de paisajes lunares alrededor de Júpiter y Saturno y una alcanzó Urano y Neptuno. Se han convertido en las primeras sondas espaciales en adentrarse tanto en el espacio, sobrepasando incluso la heliósfera, el límite que marca la influencia magnética del Sol, y considerado el límite del Sistema Solar.
Pero esta gran odisea está llegando a su fin. La Nasa comenzará a apagar sus últimos sistemas para prolongar su vida hasta 2030.
Voyager 1 y 2 funcionan con un generador termoeléctrico de radioisótopos, que obtiene energía a través de la descomposición natural de plutonio radiactivo. La sonda necesita energía para mantener todos los instrumentos calientes y que estos puedan funcionar. No obstante, la energía de su sistema pierde unos 4 vatios al año de potencia por uso, lo que genera incertidumbre sobre el tiempo que le queda.
Gaspar Galaz, académico del Instituto de Astrofísica de la U. Católica e investigador del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines CATA, explica que las sondas están muy lejos del Sistema Solar y ya no tienen energía para transmitir. “Antes se enviaban datos a las sondas para que hicieran cosas, como sacar fotos, mover las antenas, etc, pero ya nuestras señales tampoco les llegan y su energía se está acabando”, dice.
Después de casi cinco décadas, la Nasa ha decidido tomar medidas para extender la vida útil de las sondas, que implican ir apagando los instrumentos poco a poco hasta que queden completamente inoperantes. En los últimos tres años, la Nasa ya había comenzado a apagar algunos sistemas como los calentadores y otros componentes no esenciales para optimizar el consumo de energía, pero ahora tienen fecha límite.
La científica planetaria del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la Nasa, Linda Spilker, dijo a Scientific American que “si todo va realmente bien, tal vez podamos extender las misiones hasta la década de 2030. Solo depende de la potencia. Ese es el punto límite”.
El organismo no ha revelado la fecha exacta en que las sondas dejarán de funcionar, sin embargo, ya tienen el récord de distancia alcanzada en comparación a cualquier otro objeto hecho por el hombre. Voyager 1 está ahora a 14.500 millones de millas de la Tierra y Voyager 2 a 12.000 millones de millas y contando, según indica un rastreador en vivo de la Nasa.
La tecnología de las Voyager es bastante simple, su inteligencia proviene de computadoras primitivas, con 69 kilobytes de memoria, menos de una cienmilésima parte de la capacidad de un smartphone típico. De hecho, Spilker comenta a Scientific American que “las computadoras Voyager tienen menos memoria que el llavero que abre la puerta de su automóvil”.
Los datos almacenados se guardan en grabadoras de cinta de ocho pistas, y luego se envían a la Tierra mediante un transmisor de 23 vatios, lo que equivale al nivel de potencia de la bombilla de un refrigerador. La comunicación entre las sondas y la Tierra con Voyager 1 tarda casi 22 horas y con Voyager 2 unas 18.
Se estima que después de 2030, las Voyager ya no podrán comunicarse con la Tierra. Pero las sondas aún tienen un as bajo la manga, y ambas llevan un mensaje que entregar a cualquier posible civilización o vida alienígena que exista en la galaxia.
El mensaje es un disco de oro, algo así como una cápsula del tiempo. Está hecho de cobre, recubierto en oro de 12 pulgadas y sellado con una cubierta de aluminio, y busca dar una idea del mundo del que provienen los Voyager. Contiene imágenes de la Tierra, como niños, delfines, bailarinas y puestas de sol; saludos en 55 idiomas; sonidos del viento, la lluvia, el latido del corazón, grillos, una madre besando a su hijo, entre otros; y 90 minutos de música.
Pasarán unos 20.000 años antes de que las sondas pasen por Próxima Centauri, la estrella más cercana. Será entonces cuando Voyager alcance el mayor hito de la historia espacial de la humanidad: se encontrará a menos distancia de otra estrella que de nuestro sol.
La Nasa lanzó el disco en SoundCloud en 2015. A continuación algunas piezas del disco de oro:
Hitos de las Voyager
Gaspar Galaz, dice que las naves tomaron imágenes que nunca antes alguien había visto, con un detalle extraordinario. “Con esta sonda se pudo saber que Júpiter tenía actividad volcánica. Realmente fue la sonda que más se acercó a los planetas gigantes y con ella pudimos saber las primeras novedades realmente sorprendentes de estos planetas”.
Al realizar su primera misión tan pronto, continuaron su trayecto alejándose de la Tierra y el Sol. Entre 1980 y 1981, las sondas se separaron en Saturno. V1 se desvió y dirigió hacia el norte, fuera del plano de los planetas, y V2 fue rumbo a Urano y Neptuno, lográndolo en 1986 y 1989 respectivamente.
El 14 de febrero de 1990, Voyager 1 tomó la famosa foto Pale Blue Dot (el punto azul pálido). En ella se captura la Tierra a 3.800 millones de millas, siendo el registro más lejano de nuestro planeta. Actualmente están más allá de lo que se consideran los límites del Sistema Solar.
Más imágenes tomadas por las Voyager: