Mis padres son personas mayores autovalentes, que llevan su vida por sí solos, como la mayoría de las personas mayores de nuestro país.
Por estos días pasan la mayor parte del tiempo en casa preocupados de evitar ser contagiados con coronavirus, y colaboran así activamente en la prevención de su diseminación en nuestro país.
Ellos, al igual que muchos mayores en Chile y el mundo, tienen un teléfono celular, acceso a internet, y participan activamente de redes sociales. En otras palabras, son personas mayores que conviven día a día con la tecnología.
Se nos transmite con frecuencia la imagen aterradora de una familia sentada en la mesa donde cada uno tiene un celular en su mano sin interactuar entre ellos. Sin embargo, hoy, en medio de esta crisis, estas herramientas tecnológicas en vez de distanciarnos nos unen, y se han transformado en la forma de mantenernos “cerca”, “en contacto” en medio de una pandemia. Una llamada telefónica nos mantiene atentos de las necesidades, y una foto o video a través de redes sociales nos mantienen más cerca.
El uso de tecnologías por personas mayores aumenta en forma progresiva en el mundo, y se ha acuñado el concepto de “Gerontecnología” como la rama de la ciencia dedicada a su estudio, y que busca formas de que las tecnologías mejoren la calidad de vida de los mayores. Esta crisis sanitaria puede darnos muchas lecciones en relación con este tema.
El rol que debiera jugar la tecnología en la solución de los problemas de las personas mayores asociadas a esta crisis es capital. Hoy, sin gran dificultad, es posible tener médicos en domicilio mediante video conferencias, monitorizar caídas y generar alarmas mediante tecnologías de análisis de movimiento, así como es posible solicitar y despachar de medicamentos o productos de primera necesidad en la puerta de la casa, solo por nombrar algunas alternativas hoy disponibles.
Sin embargo, esta crisis permite también exponer las importantes brechas por cubrir en este campo, tanto en términos de accesibilidad como de acceso. Actualmente son pocos los dispositivos y aplicaciones disponibles en el mercado diseñados específicamente para facilitar su uso por personas mayores, quienes en general valoran diseños simples, iconografía de mayor tamaño y elementos que faciliten la visibilidad.
Gran parte de la barrera del uso de tecnologías está dada determinada porque en su mayoría son diseñadas por jóvenes, con poca participación de usuarios mayores en los procesos de desarrollo. En relación con el acceso, las barreras económicas son muy relevantes, pues plantear en nuestro país que cada persona mayor soporte la totalidad de los costos asociados a la implementación y mantención de un dispositivo móvil en un escenario de bajas pensiones se hace impensable.
Sin embargo, soy un convencido de que el valor preventivo que tendrán estas tecnologías al permitir que las personas mayores se conecten eficientemente con su entorno supera con creces las barreras económicas de implementación.
El mundo seguirá envejeciendo, de la misma manera que el desarrollo de tecnologías seguirá creciendo en forma explosiva. Lograr que estos dos eventos no ocurran en paralelo si no entrelazados es una oportunidad que no podemos dejar pasar, pues nos abrirá una gran avenida para lograr mejorar la calidad de vida de nuestros mayores.