La crisis social de los cuidados remite alrededor de los años 70, con la incorporación de la mujer al mercado laboral, el control de la natalidad y la diversificación de las formas de hacer familia. Estos cambios impactaron en la estructura y funcionamiento familiar, donde el rol de la mujer como cuidadora exclusiva de los más débiles y dependientes, se vio tensionado y puesto en jaque por el nuevo perfil de su rol público.
Sin embargo, en Chile pareciera que los cuidados de los adultos mayores (AM) se han ido visibilizando públicamente solo en el último tiempo, particularmente con el estallido social del 18-O y en la actualidad debido a que la pandemia por Covid 19 afecta con mayor riesgo de mortalidad a este grupo de la población.
Es relevante hacer algunas distinciones entre los distintos grupos de AM y cómo se han visibilizado los cuidados que han requerido en estas dos últimas crisis.
La primera gran distinción es entre los AM sanos y los AM que padecen de alguna enfermedad crónica o degenerativa. Ambos comparten una cierta pérdida de la reserva energética para enfrentar el estrés --cualquiera sea la fuente de este: biológica, psíquica o social-- pero el grado de dicha perdida es considerablemente diferente, siendo los AM sanos aquellos con mayores recursos energéticos para enfrentar exigencias adaptativas.
En la crisis social, debido a la explosión de las demandas sociales del 18-0, no todos los AM requirieron de “cuidados” o “apoyos” especiales frente al estrés. Lo requirieron aquellos más frágiles psico emocionalmente.
Por el contrario, aquellos AM sanos psicoemocionalmente, que cuentan con buenas condiciones de vida, o que han compensado suficientemente sus pérdidas, podrían perfectamente ser un recurso en la familia o en la comunidad, al ofrecer desde su experiencia una posibilidad de afrontar las tensiones y decisiones que conlleva un quiebre en la convivencia, como fue el estallido social del 18- 0.
Las dos situaciones de crisis que señaladas nos muestran como el concepto de salud-/enfermedad es complejo. Es así como un AM que se encuentra enfermo desde un punto de vista biomédico --incluso si está en condición de enfermo terminal-- puede estar sano mentalmente y decidir con plena conciencia y derecho como quiere vivir su enfermedad, e incluso cómo quiere morir. Esta complejidad del desarrollo humano, donde distintas áreas pueden desarrollarse disarmónicamente y donde las condiciones particulares de los individuos marcan trayectorias diferenciales, es parte de lo que la Teoría de la Selectividad Socioemocional intenta explicar respecto del desarrollo socioemocional en los AM.
Mara Mather y Laura Cartensen[1], plantean que los horizontes temporales de la propia vida redefinen las metas y prioridades. Cuando el tiempo es percibido como abierto las metas se focalizan en prepararse para afrontarlo, adquiriendo información y dándole mucha importancia al conocimiento. Cuando el tiempo se percibe constreñido las metas se focalizan en objetivos que pueden ser logrados. En estas condiciones se priorizan las necesidades emocionales, ello facilita lograr una mejor regulación emocional y bienestar subjetivo.
En el plano social, el estallido del 18-O puso de relieve el derecho de los adultos mayores a una calidad de vida digna, especialmente en lo referido a la dignidad de las pensiones. La crisis sanitaria producto de la epidemia del coronavirus, por otra parte, ha puesto de manifiesto no solo la fragilidad biológica de los AM, especialmente de los AM enfermos, sino que ha puesto encima de la mesa la fragilidad de un sistema social que no protege a su población mayor.
Esto afecta especialmente a los AM más pobres, que son quienes cuentan con peores condiciones de salud, tanto por su propia historia de carencias de cuidados como por las condiciones actuales de integración al sistema social de cuidados.
Los cuidados entendidos como hecho social - no como parte de las funciones del género femenino - se refieren a todas las acciones orientadas a garantizar la supervivencia social y orgánica de las personas con dependencia en alguna área de su vida. Esta definición nos permite diferenciar la vida de las personas en sus dimensiones biológica, psíquica y social, y sugiere implícitamente que los cuidados deben ser considerados en estas tres dimensiones.
Al pensar en los cuidados y los AM en situación de crisis sanitaria, es importante considerar este punto, para no confundir cuidados con restricción de la autonomía o con aislamiento social. Cuidar a un AM, no es los mismo que mantenerlo aislado de las amenazas externas a su hogar --donde transcurre la vida-- sino que contempla mantenerlo integrado socialmente.
Desde la enfermería, Fernando Trejo[2] plantea que el cuidado entendido como acción social, debe considerar al otro, esto es, al sujeto de los cuidados. Trejo sostiene, siguiendo a Max Weber, que para que una acción sea considerada como social, esta debe tener en cuenta qué esperan esos otros sobre esa eventual acción, a qué necesidades sociales de esos otros responden los cuidados, cuáles son las expectativas de esos otros respecto de cómo quieren ser cuidados o, dicho de otro modo, cómo interpreta esa conducta ese otro.
La acción social, comprendida de este modo, está influida tanto por la percepción que cada sujeto tiene de su propia acción, como por la percepción que tienen los otros de esa acción; y, en función de cómo se perciba tanto la propia acción como la de los sujetos de dicha acción, se orienta la propia acción otorgándole así un marco intersubjetivo a los cuidados.
Una política pública que considere las necesidades subjetivas de los adultos mayores debiera orientarse hacia los “cuidados a distancia”. Este tipo de cuidado es lo que se denomina ‘teleasistencia’, y está orientado a fortalecer la autonomía, conectividad y seguridad de los AM. Permite desde dispositivos tecnológicos de fácil manejo, conectados a una central, definir un perfil de cuidados acorde a las necesidades particulares de cada sujeto.
Es una estrategia que, en el plano de la salud, busca vincular a personas con la red de salud; que conecta a personas fuera de un establecimiento de salud con un equipo de apoyo. Este tipo de teleasistencia permite y facilita la interacción mediante tecnologías de información y comunicación para mantener, controlar y mejorar la salud y bienestar individual. En el plano social, busca conectar a los adultos mayores con servicios y redes e instituciones. En el plano psíquico, considera la subjetividad de los AM en relación con cómo quieren ser cuidados y cuáles son los cuidados que requieren.
Sin duda la incorporación de este tipo de asistencia requiere de un cambio cultural donde se visualice y valore la posibilidad de autonomía e independencia en la población mayor sana y autovalente, al mismo tiempo que considere el acceso a este tipo de servicios como un derecho social, frente al cual se garantice su acceso a toda la población de AM.
*Académica Facultad de Psicología Universidad Alberto Hurtado
1.Mather, M & Cartensen, L. ( 2005) Aging and motivated cognition: the positivity effect in attention and memory. TRENDS in Cognitive Sciences Vol.9 No.10 October 2005.
[2] Trejo, F.(2011). Enfermería y las ciencias sociales : un enfoque diferente o una necesidad para entender el cuidado. Enfermeria Neurológica. Vol. 10, No. 2 pp 110-113.