El proyecto SOFIA (siglas en inglés del Observatorio Estratosférico para Astronomía Infrarroja, de la NASA y del Centro Aeroespacial Alemán) es un acontecimiento extraordinario en si: haber armado y operar un observatorio astronómico a bordo de un Boeing 747, nos habla de la impresionante capacidad del ser humano de enfrentar desafíos complejos e implementar soluciones técnicas en búsqueda, en este caso, de ampliar los horizontes del conocimiento. SOFIA ya lleva mas de 10 años funcionando y acaba de sorprendernos con la noticia de haber detectado la huella espectral de agua en la Luna.
Volando a una altura de más de 10.000 metros, los instrumentos a bordo de SOFIA pueden detectar la radiación infrarroja normalmente absorbida por la atmósfera. En algún momento se habló incluso de operar este observatorio tan particular desde el territorio chileno, para aprovechar las condiciones geográficas favorables del país.
En cuanto al descubrimiento anunciado en estos días, cabe recordar que ha habido detecciones de agua en la luna anteriormente, sin embargo, la nueva observación indica una presencia mayor a lo esperado, la cual abre la opción de explotar este recurso en futuras misiones tripuladas, y en posibles instalaciones humanas en la superficie de nuestro satélite natural. Hay recursos interesantes en la Luna y este es un primer punto importante a considerar.
Antes de la era espacial e incluso durante ella hasta hoy, la Luna ha sido fuente de inspiración para numerosos artistas y poetas. Podemos citar el gesto poético del abogado Chileno Jenaro Gajardo Vera, quien inscribió a su nombre la propiedad de la luna y para que hablar de la fascinación que por ella sentía Pablo Neruda, entre muchos otros.
Pero me voy a detener en el gran Giacomo Leopardi, poeta italiano del siglo XIX, gigante de la literatura y del pensamiento, nunca suficientemente valorado fuera de su país natal. En su oda “a la Luna”, escrita en 1819 a la edad de tan solo 21 años, el joven poeta se dirige a ella llamándola “graciosa” y “querida”, luminosa espectadora de las angustias y de las miserias humanas.
El filósofo alemán Martin Heidegger nos alerta a poner atención y reflexionar sobre la “esencia de la técnica” en su ensayo “La pregunta por la técnica” de 1953. Según Heidegger la esencia de la técnica es transformar el “ser” en “fondo”. ¿Qué quiere decir con esto? Transformar la realidad en puros objetos, el mundo en puros recursos, listos para ser explotados y utilizados.
Hoy, inmersos en una época tecnológica, nos relacionamos con la realidad principalmente, o incluso exclusivamente, bajo la perspectiva del recurso, a través del paradigma de la utilidad. Así, la luna, de fuente de inspiración poética o artística, pasa a ser un objeto más al servicio del ser humano, fuente de minerales, base de observación, puesto de exploración. Y ¿qué hay de malo en esto? En realidad nada.
Sin embargo, Heidegger identifica un peligro en esa actitud frente a la realidad en la que incluso las personas pasan a ser recursos y el ser humano tiende a perder su propia esencia: “Un hombre que avanza por el borde un precipicio donde él mismo va a ser tomado sólo como fondo y mientras anda bajo esta amenaza se pavonea tomando la figura del señor de la tierra”, escribió Heidegger.
Si reflexionamos sobre esto, si miramos alrededor, nos damos cuenta que, con gran perspicacia, el pensador alemán anticipó precisamente lo que estamos viviendo, no solo con la Luna, sino con muchos recursos del planeta.
Entonces, ciencia, poesía, filosofía. ¿Qué tienen que ver? Pues, mucho. Porque si no somos capaces de conjugar los puntos de vista y la sabiduría que sobre la realidad nos aportan distintas disciplinas, distintas culturas y distintas sensibilidades, nos esperan tiempos muy difíciles y bajo ninguna perspectiva nos ayudará mucho la contemplación o el estudio de la luna.
* Académico del Centro UC de Astro Ingeniería, Escuela de Ingeniería UC