Ajusten sus necesidades, que nosotros ya decidimos cómo satisfacer las nuestras
¿Cuánto se ha escrito o dicho sobre desarrollo sustentable? Satisfacer nuestras necesidades, sin comprometer que lo puedan hacer las generaciones futuras. Desde 1972, en la Cumbre de Estocolmo, hasta estos días en la Cumbre sobre Acción Climática de las Naciones Unidas, esa ha sido la consigna. No obstante, por omisión o decisión, han pasado inadvertidas las certezas científicas alrededor de este paradigma.
Desde hace una década, bajo el liderazgo del Centro de Resiliencia de la Universidad de Estocolmo, se ha ido estableciendo, cada vez con mayor precisión, la existencia de nueve límites planetarios, que son precisamente aquellos, que, en el lenguaje de la sustentabilidad, no podemos comprometer. Entre ellos el cambio climático, la acidificación del océano o la pérdida de la biodiversidad; presiones sobre las bases del sistema terrestre, que, de superar ciertos umbrales, ponen en riesgo la estabilidad completa del planeta.
La generación de la que formo parte, aun siendo consciente –la evidencia es abrumadora-, no parece superar sus contradicciones; la satisfacción de nuestras necesidades desconoce la existencia de tales límites naturales. No por nada Greta Thunberg hace unos días encaraba al congreso de EEUU de manera contundente, diciendo: "No quiero que me escuchen, quiero que escuchen a los científicos". Y es que pareciera que las niñas, los niños y los jóvenes, han sabido interpretar lo que la ciencia lleva años planteando: no es el clima, no es el planeta, es el sistema. Y claro, no se trata sólo de los gases de efecto de invernadero y el calentamiento global, sino del funcionamiento de la sociedad que el sapiens (sabio), como gusta llamarnos a los humanos el divulgador científico Yuval Harari, ha creado para sí.
El pasado 20 de septiembre, letreros y pancartas que llevaban consigo quienes adhirieron en Santiago, a la marcha que convocó Fridays For Future Chile, eran contundentes: "yo marcho por el planeta", "termina con tu indiferencia", "emergencia climática y ecológica" y "la crisis climática es el síntoma, el capitalismo la enfermedad". Las futuras generaciones, de las que nos habla la retórica de la sustentabilidad, se nos adelantaron y advirtiendo una amenaza existencial en la crisis ecológica global, demandan, acertadamente, acción urgente. Acción no sólo de los gobiernos, sino de las generaciones que les preceden. Han comprendido antes que nadie y quizás sin saberlo concretamente, de qué se trata aquello del desarrollo sustentable.
Lo que parece estar detrás de este fenómeno, que algunos vemos con esperanza y otros con escepticismo, o incluso temor, es el cuestionamiento a la autoridad que toma las decisiones, pero no sólo climáticas o ambientales, sino sistémicas. Todo aquello que por décadas se ha justificado desde el poder adultocéntrico, hoy queda en entredicho. E incomoda, por supuesto que incomoda.
Qué tal si ahora esta generación nos propusiera una nueva concepción de desarrollo sustentable: "ajusten sus necesidades, que nosotros ya decidimos cómo satisfacer las nuestras".
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