Andrea, cliente ficticia cansada de no tener un vínculo oficial con Claudio, lleva semanas viviendo un carrusel de emociones. Sí, después de mucho aguantarse y de mucho pensarlo, lo encaró: necesita que se comprometa y oficialicen su relación. ¿Resultado? Claudio le pide que no etiquete lo que tienen juntos. Que lo que tienen es bueno y que no está dispuesto a hacerse cargo de su nivel de intensidad.
Andrea literalmente detesta que le digan intensa y en un arrebato pensó en dejar a Claudio, pero tal como señala Alexandra Kohan en Y sin embargo el Amor, “Eros hace vacilar cualquier pretensión de certeza” al conectarnos con la incomodidad, el espanto, la inquietud y la extrañeza. ¿Será buena idea terminar así?
Sí… no… tal vez… pero lo concreto es que después de nuestra última sesión Andrea estaba decidida a ponerle límites a Claudio… pero cuando se dio cuenta que éste había decidido no responder sus mensajes… colapsó… pues tal como sostiene esta analista argentina “lo que el enamorado no tolera es la falta de respuesta de la amada, porque soporta verse rechazado como sujeto amante pero no soporta verse rechazado como sujeto hablante”.
Andrea cuenta, entre lágrimas, que Claudio partió a una carrera de triatlón a Lima con uno de los socios del estudio y que desde allá no ha recibido ninguna noticia suya. Mi clienta no puede entender cuánto le ha afectado la ausencia de respuesta, pues asume que Claudio, siempre conectado con la oficina, decidió hacer vista gorda a sus WhatsApp.
“Sebastián, parezco loca, pero anda pegada al teléfono y lo debo revisar cada 30 segundos. Todo el rato estoy pendiente de si Claudio ha visto o respondido algo, si ha subido alguna historia a Instagram y me paso psicopateando el perfil de Nicolás, el socio con quien partió y de todas las personas que se van a correr en Lima. Estoy mal Sebastián… ¿Esto es normal?”
Escuchemos a Alexandra Kohan:
“El avance tecnológico no hace sino subrayar mucho más la formulación de la espera como impedimento, como inmovilidad, como encantamiento: la sujeción al Otro aparece reforzada allí donde la inmovilidad se ilumina en su carácter también metafórico. La privación del sujeto, la privación a la que conmina la demanda amorosa, se precipita en la espera, ahora bajo la forma de una suspensión del mundo para mirar, sin poder parar, si el otro está en línea, si el otro está disponible, si el otro responde, si el otro leyó el mensaje, cuánto tardó en contestar, por mencionar tan solo un ejemplo”.
Unas semanas atrás Andrea estaba decidida a terminar esta “relación” que tiene con Claudio, pero la total falta de respuesta de éste la dejó fuera de juego. Y es tanto lo que le afecta, que se pasa la noche peleando con él en su cabeza, reconciliándose y hasta pidiéndole perdón… por ser tan intensa. ¿Lo puedes creer? Lo bueno o lo no tan malo, dice Andrea, es que en la mañana logra recuperar la cordura y darse cuenta que ella le ha dado demasiado poder a Claudio, algo que Kohan comparte:
“Queda claro el modo en que el propio sujeto, por medio de su demanda, construye un otro poderoso y arbitrario al que queda sujeto, sometido. El sujeto de la demanda amorosa se convierte así en un experto de la hermenéutica: intenta descifrar todo el tiempo cualquier gesto, cualquier movimiento del otro”.
Vamos con Andrea:
Ay Sebastián, te juro que me da vergüenza contarte todo esto, pues me siento de patio y ni a los 15 me pasaban estas cosas. Me cagó Claudio… después de nuestra última discusión… discusión que en realidad fue un monólogo… no dijo nada ni hizo mayores cambios, como sabiendo que se iba a subir al avión con Nicolás e iba a descansar de mí.
¿Quién es Nicolás?
Nicolás es uno de los socios del estudio donde trabajamos y es compañero y amigo de Claudio desde la universidad. Pese a sus diferencias, los unía el deporte y ese foco insoportable en lo que tienen que hacer. Nicolás estudiaba para alguna vez dirigir el estudio de su papá y Claudio para salir de un entorno familiar y social bien malo. Claudio jamás habla de estas cosas, ni de su relación con Nicolás, la que es tan intensa que, pese a que lo suyo son las carreras de montaña, apaña a Nicolás con el triatlón. ¿Lo puedes creer? ¡Le carga el agua! Y aunque nunca los ves juntos en la oficina, son inseparables desde la universidad.
¿Nicolás sabe de ti?
Sabe quien soy, que trabajo en su estudio, pero dudo que Claudio le haya contado de mí, pues según él no se puede saber que hay algo entre nosotros. A Nicolás tampoco se le conoce pareja, pues trabaja y entrena como Claudio, aunque es sabido que es más fresco. Y no sabis la rabia que me da que ni el mejor amigo sepa de mí y no me creo eso de que lo nuestro no se pueda saber, pues Nicolás jamás haría algo en contra de Claudio... Y mientras yo hablo contigo de él, ellos seguramente conversan de cualquier cosa… menos de mí…
¿Qué te hace pensar eso?
Claramente hay que ser weona para enamorarse de un weon como Claudio y no quise ver las señales. El nunca me persiguió, ni se me insinuó, simplemente, después de mucho insistirle, me aceptó en su vida y nada más. Yo lo seguí para todos lados y cuando le pedía más, me decía que las carreras y el trabajo se lo impedían, pero que estábamos bien así. Y cuando le escribía por cosas concretas… del tipo… ¿mañana entrenamos?... me respondía al tiro… pero cuando le decía algo más personal o íntimo o me mataba con la espera, la indiferencia o un sticker de mierda. Y así todo daba la pelea, convencida de que se iba a ablandar, de que iba a cambiar y que iba a ser… (largo silencio)
¿La que él eligiera?
Ayyy… si me da demasiada rabia que mientras yo me corto las venas por él y te pago para que me escuches, este weon debe estar caminando con Nicolás por la Costa Verde eligiendo un rico lugar para comer sano, pues en lo único que piensan ese par de weones es en cuidarse para la carrera. ¡Puta la webada triste! Prefiere sufrir en el agua con Nicolás a quedarse acá conmigo. Y peor aún, es capaz de acompañarlo y cambiar sus rutinas obsesivas y su sueño sagrado por él… siendo que nunca lo hizo po…
¿Y qué cambios vas a hacer?
Estaba decidida a terminar, pero me he dado cuenta que estoy muy enganchada. Claramente esto no es un amor sano… es bastante tóxico… y ahora si que me siento intensa mal… y odio sentirme así… me odio… pero no soy capaz de terminar ahora y menos así.
¿Así como?
Así como si no hubiese existido en su vida. Públicamente no soy nadie y al principio pensé que me bastaba con compartir su cama y textearnos antes de acostarnos. Pensé que con eso y siguiéndolo y acompañándolo en sus carreras y entrenamientos estaba bien… pero ya me di cuenta que estaba bien para él… y no para mí…
¿Y qué sería bueno para ti?
Supongo que lo típico, alguien que me quiera y que quiera estar conmigo… pero sobretodo no sentirme así como me siento, pues incluso acá hablando contigo reviso la pantalla de mi teléfono a ver si me ha llegado algún mensaje o notificación de Claudio. ¡Y acá me controlo! En la oficina lo reviso todo el rato y en las noches a veces tengo que dejarlo cargando en la cocina para no mirarlo, pero al rato no me aguanto y me levanto a chequear. Y ahora que está en Lima, con Nicolás, reviso todo lo que sube el par de pelotudos a sus redes sociales, buscando señales, indicios que me confirmen que no ha podido escribirme, que ha estado muy ocupado o sin señal… Patética… Ya no aguanto más…
Luciano Lutereau, en un capítulo de Adiós al Matrimonio titulado Mujeres que ya no esperan, señala que, siglos atrás, “la espera era un complemento directo de la seducción”, pero que hoy por hoy los hombres seducen… y antes de entregar el mando… huyen… destruyendo el romanticismo y la promesa de la espera.
Así, siguiendo con este analista argentino, “esperar ya no es, en nuestro tiempo, un modo de asegurar un lazo erótico”, sino un estado inquietante que “se vive en el temor de no saber si del otro lado hay alguien”. Y Andrea confía que, llegando a Santiago, Claudio acabe con esta tortura.