La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés), definió en 2020 que el dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar a la de daño tisular real o potencial. Se debe considerar que el dolor es la causa más frecuente de consulta médica, y por esta razón es importante entender que hay diferentes tipos de dolor. Su clasificación se da de acuerdo con múltiples aspectos, como: duración, patogenia, localización, curso e intensidad, entre otros.
Dentro de los diversos tipos de dolor, es fundamental tener en cuenta que el dolor agudo o fisiológico se presenta como respuesta normal, y predecible del organismo frente a una agresión tisular. Por tanto, es aquel que persiste mientras dura el proceso de curación o cicatrización de los tejidos, siendo de corta duración; y de presentación contraria al dolor crónico, el cual permanece por más de tres a seis meses desde el momento de la agresión del tejido.
Existen cuatro tipos de dolor, de acuerdo al mecanismo que lo genera: El primero es un dolor fisiológico que cumple la función de señalar una herida o un estímulo que se acerque a una herida. Un segundo dolor es el neuropático, que se desencadena por la generación anormal de impulsos nerviosos en la vía nociceptiva periférica o central, como consecuencia de una lesión o enfermedad en este sistema. Este dolor es reconocible porque el paciente, además del dolor, tiene un área de adormecimiento, debilidad, o pérdida de la función de los nervios autonómicos, en un territorio reconocible.
El tercer tipo de dolor es descrito como un dolor centralizado, antiguamente conocido como causalgia menor, Síndrome de Sudeck, o distrofia refleja simpática. Este dolor se desencadena típicamente luego de alguna lesión menor y se plantea que en personas con una predisposición genética o con alguna característica psicológica particular. Este dolor es, posiblemente, el que tiene una prevalencia más alta en el grupo de pacientes con dolor crónico no maligno.
Finalmente, un cuarto tipo de dolor corresponde a aquel dolor con características somatomorfas, donde se plantea que un mecanismo psicológico determina que se proyecte una sensación de dolor sin estímulo nociceptivo, ni lesión o enfermedad de la vía nociceptiva. Este tipo de paciente corresponde, por ejemplo, a un individuo que manifiesta un dolor en alguna región de su cuerpo con el fin, habitualmente inconsciente, de obtener una recompensa psicológica. Este tipo de dolor es muy difícil de distinguir del dolor centralizado, pues en ninguno de los dos casos existe un marcador biológico que permita diferenciarlos. Sólo en el dolor con características somatomorfas se reconoce además un componente psicológico que hace sospechar este origen.
Asimismo, es primordial aprender a reconocer el dolor neuropático, que se produce por estímulo directo del sistema nervioso central o por lesión de vías nerviosas periféricas; y se describe como un dolor crónico de gran intensidad, que se asocia a comorbilidad y síntomas en otros ámbitos. Dada la naturaleza multidimensional del dolor hace que además se acompañe con síntomas como depresión, somatización o insomnio, es frecuente, por lo tanto, que se acompañe de trastornos del sueño y de alteraciones psicológicas, que pueden derivar en cuadros depresivos y ansiosos, potencialmente severos.
Cerca del 20% del dolor crónico es neuropático y con frecuencia se asocia a trastornos del sueño o alteraciones del ánimo. En América Latina, los cuadros frecuentemente asociados a dolor neuropático son: dolor lumbar con componente neuropático (34,2%); neuropatía diabética (30,4%); neuralgia post herpética (8,7%) y dolor neuropático como secuela postquirúrgica (6,1%).
El Dr. Roberto Sunkel, psiquiatra especialista en psicogerontología, Jefe de la Unidad de Psicogeriatría INGER y académico de la Universidad de Chile, afirma que en nuestro país “el 33% de los pacientes que padecen dolor crónico corresponde a dolor neuropático”. En cuanto al impacto que tiene este tipo de dolor en la salud mental y la calidad de vida en un paciente, el doctor Sunkel manifiesta que “el 60% de pacientes con dolor en el contexto de una neuropatía diabética presenta interferencia moderada a severa en actividades de su vida diaria, ánimo, sueño y capacidad de disfrutar la vida”.
Dolor neuropático como causa de ansiedad, depresión y trastornos del sueño
Según la Revista de la Sociedad Española del dolor, el dolor neuropático, estimando que podría ser responsable de un número muy importante de causas de consulta en las clínicas del dolor.
Ante esto, el doctor Sunkel explica que la comorbilidad psiquiátrica es un aspecto relevante en términos de que aumenta la complejidad del manejo del dolor. “La prevalencia de depresión en dolor neuropático puede llegar a cifras cercanas a un 60%. Es interesante mencionar la relación que existe entre la severidad de la depresión en la intensidad del dolor (a mayor severidad mayor dolor). El 60% de los pacientes con dolor neuropático presenta problemas del sueño y 25% reporta sintomatología ansiosa”.
Destaca, además, que es importante realizar un abordaje integral para lograr mejorar la calidad de vida en este tipo de pacientes, por este motivo, el especialista en psiquiatría recomienda hacer una evaluación detallada y organizada a cargo de un equipo interdisciplinario; un manejo multimodal óptimo debiera incluir educación a los pacientes y familiares; Psicoterapia; Rehabilitación física (fisioterapia-deporte); Tratamiento farmacológico y Terapia Intervencionista. Esto último sólo según indicación puntual.
“En el caso de personas mayores es aún más importante el manejo multidisciplinario, dado la mayor presencia de otras patologías. Un trabajo multidisciplinario permite la detección y manejo precoz de comorbilidad psiquiátrica que empeora la calidad de vida y los resultados a tratamiento. Una terapia multidisciplinaria pudiese reducir la necesidad de dosis o de terapias farmacológicas combinadas con los riesgos que esto pudiese implicar,” explica el especialista.
Además, se recomienda mantener hábitos que contribuyan a una salud integral, tanto física y mental, como realizar ejercicio y tener una dieta equilibrada, que permitan tener una buena salud cardiovascular, esto podría reducir la prevalencia de las enfermedades crónicas y, si aparecen, estén mejor controladas, lo que se ve reflejado en tasas más bajas de dolor. En el caso de las personas que ya padecen dolor, mantener estos hábitos beneficiará las terapias de manejo y los resultados del control del dolor.