Años atrás, el uno de enero, recibí sucesivas llamadas de un número que no tenía registrado. No respondí ninguna, pero le escribí al desconocido que estaba fuera de Santiago y que volvía en un par de días.
Inmediatamente recibí un gracias por respuesta y acto seguido me preguntó si podía mandarme mensajes de voz. No contesté y aun así, durante días, acumulé extensos audios. Tras escuchar un par, le escribí a Antoine -así llamaremos a este nuevo cliente- pidiéndole que no me enviara más, pues me era imposible escuchar tantos. ¿Resultado? Recibí audios hasta el día de nuestra primera sesión, la primera del año nuevo.
Y ahí estaba el hombre de la voz. A las nueve en punto me esperaba en la puerta de mi consulta un hombre de unos 50 años aproximadamente. Tenía la cabeza y la cara totalmente afeitadas y unos intensos ojos azules que apenas me divisaron se clavaron en los míos.
- ¿Sebastián?
- ¿Antoine?
Recibí un firme apretón de manos y ahí me fijé en los enormes brazos de mi cliente y en su polera Ferrari extremadamente apretada. Acto seguido subimos las escaleras, abrí la puerta de mi consulta, hice lo mismo con la ventana y Antoine… ya estaba sentado esperándome.
Asiento.
Para mi sorpresa, era Antoine quien me invitaba a sentarme.
"La cagué viejo, la cagué. Sorry por todos los audios viejito, pero estaba desesperado. Cuando le conté a mi mina la cagada del Año Nuevo me echó de la casa y esta vez si que no tengo a donde ir. Más encima me agarré con mi hijo, ninguno de sus hermanos quiere hablarme y para qué te hablo de la mamá de los niños. Me quiere a kilómetros de distancia. Viejo, no sabía qué hacer, para dónde ir, y me tuve que quedar un par de días en el auto y en la oficina. Estoy arruinado y ya no tengo a donde caerme muerto".
Al igual que en sus audios, Antoine habló sin parar. Transpiraba y con dificultad sacaba, del bolsillo de sus apretados jeans, un pañuelo para secarse la transpiración de la frente.
"Viejo, seguro que ya me cachaste, soy ansioso y estoy pa' l gato. La Katy me echó y me dijo que no quiere saber nada más de mí y esta mina habla en serio. Es 15 años menor que yo, es regia, le va increíble en la pega, es simpática y en cuestión de segundos alguien seguro la rescata y yo cago para siempre. Por tarado, acelerado, por no pensar, por confiar en mi hijo".
Silencio… primer silencio…
"No sé que hacer y más encima mi hijo se hace el ofendido. Es cierto, lo puteé todo el Año Nuevo. Lo dejé mal parado delante de sus amigos y me agarré con el que se me cruzara esa noche".
Aproveché este segundo silencio para decirle a Antoine que la hora había terminado.
- ¿No te puedo pagar otra al tiro?
- No Antoine, hay otra persona esperando.
- ¿Te tengo que pagar?
Tras repetirle el valor de la consulta y las formas de pago, entendí que mi relación con Antoine iba a ser breve, pues me insistió en que estaba sin digipass, sin efectivo, que no usaba cheques y que desde la oficina me transfería el mes por adelantado, porque le daba lata estar haciendo una a la semana. Fueron minutos de conversación en torno al pago, pago que nunca se hizo efectivo.
Aún así, lo recibí la segunda sesión y nada más sentarse se disculpó por no haberme pagado la primera.
"Tengo la escoba con el banco, no he podido hacer transferencias en toda la semana ni de mi cuenta personal ni desde la de la empresa. Estoy mal viejo, sorry, pero yo creo que la próxima semana todo se arregla y ahí eres el primero en mi lista. Te lo juro viejito".
Debo reconocer que para la segunda sesión hice las tareas. Escuché todos los audios de Antoine y comprendí que le había pasado todos sus ahorros a su hijo para la organización de una fiesta de Año Nuevo. Su hijo, a ojos de Antoine, era un hombre de miles de amigos y este futuro ingeniero comercial le había asegurado que lo que invirtiera en la fiesta lo iba a duplicar. Cuento corto, Antoine sacó 20 millones de pesos de unos fondos mutuos sin decirle una palabra a su pareja.
"Era un éxito asegurado. Bastaba con que fueran todos sus amigos para reventar el local, todo se veía muy bien y juré que iba a ser plata fácil".
En los audios a veces hablaba de 20 millones, otros de 40 millones y que las ganancias por una noche de trabajo con su hijo iban a duplicar esa inversión. ¿40, 80 millones? Lo que el hijo de Antoine y sus amigos no calcularon, es que a pocas cuadras de su fiesta, se organizó otra y al parecer todos llegaron a esa fiesta… y cuando se dieron cuenta del error… ya era muy tarde… habían pagado la entrada… y la fiesta… estaba muy buena…
Los audios eran angustiantes, pues entre medio me reenviaba las puteadas de la Katy, que lo subía y lo bajaba por haberse robado sus ahorros.
"Viejo, está loca, todo eso es mentira, no sabes como me duele que mienta y diga esas cosas. Yo la amo, pero yo creo que se agarró de esto para terminar conmigo".
Así, con estos audios en mi mente, atendí a quien sabía que no me iba a pagar. Estaba claro y aún así, decidí escuchar. Tal vez, como enseña el hipnoterapeuta Milton Erickson, tenía la oportunidad de equivocarme.
"Ya no sé qué hacer viejo, la Katy no me contesta las llamadas ni los mensajes y en el condominio me prohibieron el acceso. ¿Cachai que no me dejan entrar a la que fuera mi casa estos últimos cinco años? Mis hijos no quieren hablar conmigo y me dicen que el Vicho… el que me cagó… no quiere saber nada de mí. Lo único que ha vuelto a la normalidad es la pega y, by the way, ya puedo hacer transferencias, así que mándame una factura y te transfiero el mes completo. ¿Cuánto me dijiste que era?
Tras explicarle a Antoine que no emitía facturas, sino boletas, me dijo que estaba sin isapre, pero que no importaba, que le mandara las boletas no más. Tras pedirle sus datos, se puso de pie y me dijo que me los mandaba por WhatsApp, pues ahora tenía que rajar a una reunión.
Cuento corto, Antoine nunca más contestó mis WhatAspp y aún así, pese a ni siquiera haber confirmado la hora, se apareció por mi consulta y lo recibí.
"Sorry viejito que me haya aparecido así, pero me quedé sin teléfono. Me han cortado todo y se me cayó el negocio que iba a cerrar estos días, así que no he podido pagarle a nadie. Tengo la cagada en mi empresa y la Katy me dijo que estaba dispuesta a perder la plata con tal que desaparezca de su vida. ¿Cachai lo duro que es esto para mí? Más encima me dijo que si le escribía un solo mensaje, la llamaba o le dejaba alguno de mis enfermantes mensajes de voz, me iba a lanzar abogados y le iba a contar a su familia qué calaña de ser humano soy. ¿Viejo, tu no ayudarías a tu hijo cuando te pide plata para hacer un negocio? ¿Cómo no lo iba a apoyar?
Mi silencio, aparentemente, le resultó afirmativo.
"Si po Seba, ¿te puedo llamar Seba verdad?, a mi me hubiera encantado que mi viejo me apoyara en algo, pues yo me tuve que armar solito. Y si, también solito me he mandado cagadas y nunca me imaginé que a esta edad iba a terminar durmiendo en la oficina. Es lo único que me queda, pues después de separarme de la mamá del Vicho, quedé en la calle viejo y durante un par de años dormí en la pieza de servicio del depa de mi vieja, que en paz descanse. Se murió y con lo poco que dejó pagué deudas y quedé en nada y justo ahí conocí a la Katy. Al principio fue mágico, fue como volver a vivir, volver a tener una casa, auto, piscina y una mina joven. Y las cagué viejo, las cagué, me embalé con el cuento de mi hijo y no pensé que eran solo unos cabros chicos".
A los 45 minutos de sesión le dije a Antoine que lamentaba mucho su situación, pero que ya no podía seguir atendiéndole gratis. "Viejo, si te voy a pagar todo, te lo juro". Consciente de que iba a insistir le expliqué que él era un mal negocio para mí y que para la próxima semana su hora ya estaba reservada para otro cliente que había pagado el mes por anticipado.
Con indignación, Antoine se levantó del sofá y me dijo, "viejo, que pena que me veas como un mal negocio, pensé que eras más humano".
Tras cerrar la puerta volví a pensar en Milton Erickson y resignifiqué las tres sesiones no pagadas, en una inversión y en un duro aprendizaje. Dudé de todo. ¿Verdaderamente se llamaba Antoine? ¿Habrá sido cierta la historia de Año Nuevo? ¿Habrá estafado a su pareja y a su hijo? ¿Cómo obtuvo mi teléfono? ¿Seré poco humano?
Estas preguntas, y muchas que aquí no formulo, me inquietaron profundamente y a la semana siguiente, a la hora de Antoine, viví angustiosos minutos mientras no llegaba mi nuevo cliente. Y cuando finalmente llegó la persona esperada, me volví a inquietar, pensando que la persona inesperada podría interrumpir la sesión.
Para mi fortuna, Antoine nunca más apareció en mi vida, pero no pude dejar de pensar durante mucho tiempo en Katy, en esos hijos y en todas las personas que han concluido que lo mejor es hacer la pérdida. Mujeres e hijos, si algo de historia es cierta, que prefirieron perder a la pareja, al padre, a seguir conectados a sujetos que no traen nada… sino que se lo llevan todo…
Feliz Año Nuevo.