“Animales enfermos”, así titula Diana Aurenque, directora del Departamento de Filosofía de la Universidad de Santiago, su próximo libro. En exclusiva con Qué Pasa, adelanta algunos puntos de la publicación.

En texto, la filósofa reflexiona sobre el sentido de la enfermedad. Una realidad a la que toda la humanidad se tuvo que enfrentar de golpe producto de la pandemia por Covid-19. La urgencia era proteger la vida biológica, y se hizo. Pero la salud mental colapsó.

Y es justamente a ese sentir a lo que el libro apela. Lo que se refleja en su título, inspiración dice Aurenque de una noción del célebre filósofo alemán del siglo XIX, Friedrich Nietzsche: “Tomé la fórmula nietzscheana porque en vez de definir al ser humano como un animal dotado de facultades notables -técnicas, racionales o culturales-, lo define desde una carencia; a partir de las dificultades que tiene para existir.

El adjetivo “enfermo” es clave, resalta Aurenque. Por un lado, dice “refiere a que el ser humano es quizás quien, comparado con los demás animales, más sufre, más padece y que mayor riesgo tiene a enfermar, pero que, precisamente producto de sus carencias biológicas, de su fragilidad animal, ha tenido que construir una serie de mecanismos -políticos, técnicos, culturales y hasta morales- que le permitan garantizar su subsistencia”.

Aurenque revela que el libro será publicado en marzo. El lanzamiento se programa para fines de abril en Valparaíso, en la nueva sede de la editorial Fondo de Cultura Económica. Y tendrá un formato innovador, que asegura será sorpresivo.

El título tiene como inspiración una noción de Friedrich Nietzsche. "Tomé la fórmula nietzscheana porque en vez de definir al ser humano como un animal dotado de facultades notables -técnicas, racionales o culturales-, lo define desde una carencia; a partir de las dificultades que tiene para existir", señala Aurenque. Fotografía: Mario Tellez / La Tercera

-¿Por qué “animales enfermos” como título?

Definirnos como “animales enfermos”, no debe comprenderse como un menosprecio al ser humano, sino más bien como el reconocimiento de que, pese a las carencias biológicas o anatómicas que podamos padecer, en la medida de que fundamentalmente no contamos con una “salud” estandarizada y dada de ante mano, el ser humano construye su salud como tarea individual y colectiva, en sentido médico y también existencial.

-La pandemia fue impactante y sorpresiva para todo el mundo. En ese sentido, ¿considera que fue un error cuidar la vida biológica en desmedro de la salud mental?

Seria injusto hablar de errores, como si se tratara de un fallo de cálculo o del razonamiento. Nadie estaba preparado para la pandemia y no existían respuestas o gestiones correctas. Pero sí pienso que el gran problema fue no contemplar que la salud humana es mucho más compleja y requiere de más que solo mantenernos vivos; hay una serie de componentes extra médicos -sociales, emocionales, económicos, etc.- que también componen nuestra salud.

- Pero, los resultados podrían haber sido otros...

Quizás si la salud mental, por ejemplo, se hubiera considerado tan importante como la salud del cuerpo (la biológica), hubiéramos tenido otras medidas menos restrictivas, pero a costo de más muertes o del colapso sanitario.

En resumen, las opciones eran difíciles porque hablamos de un dilema ético radical: ¿Qué vale más, vivir o vivir bien?, y ¿qué precio estamos dispuestos a pagar por lo que escojamos como fundamental? Lo que queda ahora es debatir sobre esta complejidad en un espacio público amplio, y así lograr consensos que sirvan de antecedentes a la política para la toma de decisiones en caso de crisis.

- Considerando que era un escenario desconocido por todos, ¿había modo de hacerlo de otra manera?

Claro que sí, para ello, basta ver cómo fue el manejo de la crisis sanitaria -bastante heterogéneo- en el globo. Podríamos haber tenido medidas menos restrictivas respecto del confinamiento (fuimos de los países con medidas bastante estrictas y largas), por ejemplo, pero la pregunta aquí es, si hubieran tenido mejores resultados (¿salvar vidas?) respecto de qué cosa (¿salud mental?). No es fácil hacer esas estimaciones.

Así se verá el libro.

- En ese sentido, mucho se ha dicho que no todos vivimos el mismo encierro...

No es lo mismo estar confinado en un departamento ínfimo en la ciudad o estarlo en el campo o en un pueblito en la playa. A ello se le suman las inequidades sociales: pobreza urbana es muy distinto a pobreza campesina. En consecuencia, sí, podríamos haber tomado otras medidas, pero de ello no se deriva que hoy estaríamos mejor.

- Debido al encierro producto de la pandemia ¿Es posible indicar que se valoró más la relación con otros, el espacio social?

Esta pregunta es muy importante de atender. Si bien la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace muchos años reconoció que existen las llamadas “determinantes sociales de la salud”, es decir, condiciones extra médicas (biológicas o anatómicas) de la salud, en Chile la mayoría entiende que su salud es cosa individual; al modo “estoy sano porque mi cuerpo (o mente) está sano”.

Pero mirando con más atención, nuestra salud individual jamás es un hecho aislado y atomizado. Hay una serie de factores sociales que configuran silenciosamente nuestra salud: no solo mi genética, sino también dónde vivo, que condiciona qué respiro y cómo; o, en qué trabajo me desempeño condiciona cuánto y cómo descanso. En ese sentido, la medicina tiene la difícil tarea de accionar en esta complejidad que somos; pero por ello, ella requiere del mayor de los apoyos por parte de una política sanitaria integral.

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