Ann Druyan, cocreadora de Cosmos: “La ciencia tiene el poder de elevarnos y devolvernos el sentido de nosotros mismos”
La productora, quien concibió la clásica serie de divulgación junto a su fallecido marido Carl Sagan, espera llevar el optimismo, el drama y la inspiración del descubrimiento científico a un amplia audiencia.
Hace más de cuatro décadas, rastros de Ann Druyan despegaron desde nuestro planeta azul con rumbo al espacio interestelar. En 1977, grabaciones de su voz, latidos cardíacos y ondas cerebrales fueron incorporados en los llamados “discos dorados” que la Nasa colocó a bordo de las naves gemelas Voyager, que el Laboratorio de Propulsión Jet describió como una “especie de cápsulas de tiempo, diseñada para comunicar una historia de nuestro mundo a los extraterrestres”. Cada disco contenía instrucciones galácticas para localizar la Tierra, además de fotos, música y sonidos de animales y de la naturaleza. Las placas fueron concebidas como mapas literales y culturales para que lejanas civilizaciones alienígenas encontraran alguna ruta hacia nosotros y, quizás, lograran entender a la humanidad.
Druyan, quien creció en Queens, Nueva York, trabajó como directora creativa durante la elaboración de los discos. Durante mucho tiempo ha presionado para propagar diversas ideas científicas entre audiencias más amplias, ya sea como escritora, productora o directora, a menudo trabajando con su fallecido esposo, el astrónomo Carl Sagan. Ella no tiene una educación formal en ciencia, pero dice que sus padres le incentivaron una curiosidad intelectual que la ayudó a participar en ambiciosos proyectos como una misión espacial que usaba una vela solar (que Druyan ha calificado como “una manera de moverse a través del cosmos a velocidades sin precedentes”) y una productora enfocada en realizar documentales científicos. Ambos intentos con la vela solar fueron “fracasos suborbitales”, señala, pero uno de los documentales la hizo ganar un Emmy. También fue coproductora de Contacto, la película de ciencia ficción de 1997 protagonizada por Jodie Foster.
“La ciencia tiene el poder de elevarnos y devolvernos el sentido de nosotros mismos”, señala Druyan al teléfono. Este es el mensaje central de la temporada más reciente de Cosmos, la serie televisiva que ella lanzó con Sagan en 1980. El show tuvo un relanzamiento en 2014 y la última temporada, bautizada “Mundos posibles”, se está transmitiendo ahora en FOX tras ser emitida hace algunos meses por National Geographic. Druyan es productora ejecutiva, escritora y directora del programa. En cada uno de los 13 episodios de esta temporada, ella busca llevar a los televidentes a viajes científicos que abarcan mundos enormes y diminutos, desde las galaxias más lejanas hasta las constelaciones de neuronas en el cerebro que nos dan nuestras personalidades únicas.
Druyan dice que el show “es una especie de poema de amor a las ciencias”. Ella espera que el nuevo programa de Cosmos ayude a despertar e inspirar pasión y apreciación entre el público no científico. “Sé que si yo no lo entiendo, no es bueno”, comenta acerca de los conceptos que explora el show.
Cosmos busca mostrar los avances científicos como historias humanas enraizadas en luchas humanas. Un episodio hace un recuento de los primeros intentos por entender la epilepsia, esa antigua y compleja condición cerebral, como un fenómeno ligado a la biología más que a un castigo de los dioses. La curiosidad y el pensamiento innovador de los primeros exploradores científicos llevaron a innovaciones como la imagenología médica y los dispositivos para registrar ondas cerebrales que, con el tiempo, condujeron a un cambio en la percepción de la epilepsia, la manera en que funciona el cerebro y lo que ocurre cuando no funciona bien. Todo esto, a su vez, pavimentó el camino para tratamientos modernos.
Aún cuando ella se ha visto inmersa en estas nuevas aventuras, Druyan aún encuentra tiempo para pensar en el progreso de esas naves Voyager lanzadas décadas atrás. “Los mapas son sueños y los sueños son mapas”. “La fantasía de que una de esas dos naves sea interceptada por extraterrestres aventureros del espacio en algún punto del imposiblemente distante futuro, cuando toda la superficie de la Tierra sea irreconocible respecto de lo que conocemos ahora…. ¡Me encanta esa idea!”, señala.
Sin embargo, ella se preocupa de lo que el cambio climático le hará a la Tierra en el intertanto. Este año, los incendios forestales impulsados por las sequías y el intenso calor han arrasado el oeste de Estados Unidos, el Ártico ha experimentado temperaturas récord y la temporada 2020 de huracanes ha visto tantas tormentas que a los meteorólogos se les acabaron los nombres con los que las bautizan. Druyan teme que estemos ignorando datos críticos y perdiéndonos en las redes del partidismo y la desinformación, sobre todo en temas globales como el cambio climático y la pandemia del Covid-19. “Mi teoría es que, a menos que empecemos a tomar en serio las revelaciones de la ciencia, estaremos condenados”, sentencia.
Druyan espera atraer la atención hacia el tipo de investigación científica que ha producido logros notables en la historia reciente, desde el mapeo del genoma humano hasta las evidencias preliminares de que la vida extraterrestre quizás esté más cerca de lo que se pensaba, en las nubes de Venus. Sagan, a quien Druyan conoció en una cena organizada por la fallecida escritora Nora Ephron, propuso la idea de vida en Venus en la década de 1960.
Ella también se siente inspirada por los múltiples arribos de rovers a Marte, lo cual subraya la importancia de la ingeniería meticulosa y una comprensión profunda de la Física. “No puedes mentir para abrirte camino a Marte”, señala.
Aún así le preocupa que nuestros tiempos partidistas estén permeando las posturas de los estadounidenses frente a la ciencia. Según un estudio publicado recientemente en el journal llamado Social Science & Medicine, pese a la poderosa evidencia existente que dice lo contrario, casi un tercio de los norteamericanos piensa que el nuevo coronavirus fue inventado en un laboratorio en China y el 15% cree que fue diseñado por compañías farmacéuticas con el fin de vender vacunas, según.
Druyan piensa que parte del problema es la manera en que la ciencia es comunicada al público, a menudo como un “revoltijo” de hechos difíciles de entender y, a veces, atemorizantes. “Necesitamos cautivar a tanga gente como sea posible en esta aventura científica, para que todos sintamos que entendemos algo de los valores y los métodos de la ciencia”, señala.
Sus esfuerzos por compartir su entusiasmo por la ciencia, agrega, reflejan un optimismo profundamente asentado que ella misma dice se remonta hasta sus abuelos, que eran judíos ortodoxos de la clase trabajadora en Bayside, Queens. Su abuelo, recuerda, algunas veces no tenía suficiente dinero para pagar sus obligaciones en la sinagoga, así que trabajaba turnos como vigilante nocturno. Pero siempre tuvieron esperanza, fe y una sólida ética de trabajo. Todo eso se le impregnó a ella, al igual que su profundo respeto por los demás, incluyendo aquellas personas con creencias distintas.
Druyan recuerda una historia que le contó su fallecido padre Harry, quien era codueño de una empresa de prendas de punto. Él había llegado a casa desde la Universidad de Nueva york, con el corazón latiendo a toda velocidad, para decirles a los devotos abuelos de Ann Druyan que ya no iba a seguir las normas judías de alimentación (kosher) y que no creía en Dios. Los abuelos de Druyan eran tan estrictos sobre las normas kosher que si un tenedor reservado para los alimentos lácteos tocaba otro designado para la carne, la abuela lo enterraba durante un año como parte de un ritual de limpieza. Así que la confesión del padre de Druyan no era algo menor; temía que la pareja lo repudiara.
Pero el abuelo de Druyan respondió de manera diferente, entregando una lección que ella dice la ha guiado a lo largo de su vida: “El único pecado –dijo el hombre- sería aparentar”.
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