El perro históricamente ha jugado un rol de compañero y de herramienta de trabajo en todo el mundo. En el caso de los antiguos grupos canoeros de Patagonia se le asocia principalmente a actividades de pesca y para cazar, acorralando peces y animales terrestres, respectivamente. En los últimos años se han dado a conocer numerosos hallazgos arqueológicos de Canis familiaris en el Cono Sur de Sudamérica, pero hasta ahora en Patagonia, el único registro antiguo era en la parte oriental.
Recientemente, un grupo de investigadores ha podido corroborar su presencia en el archipiélago de los Chonos, en el sitio denominado GUA-010 Conchal, expandiendo la distribución geográfica conocida para esta especie con anterioridad a la colonización europea.
El perro hallado en este sitio arqueológico corresponde a un espécimen adulto con un tamaño corporal pequeño, de aproximadamente 3 a 4 kg de peso, lo que representa además el perro más pequeño registrado en el Cono Sur.
Basados en el contexto del hallazgo, análisis de sus huesos y la información procedente del área, los investigadores infieren que probablemente era una ayuda en las labores de pesca.
Omar Reyes investigador del Instituto de la Patagonia de la Universidad de Magallanes y asociado al Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP), director del proyecto ANID-FONDECYT 1210045 y coautor de la publicación científica que detalla estos hallazgos, indica su relevancia. “Primero, corresponde a un dato que corrobora la información etnohistórica y etnográfica sobre el uso y participación de perros nativos -no introducidos por el contacto europeo- en las actividades de pesca de los grupos canoeros. También se les señala como fuente de carne y el uso de su cuero para vestimentas, sin embargo, tanto los análisis de los restos óseos, como sus dimensiones hacen poco probable que éste haya sido el caso”.
El investigador plantea que estos resultados reafirman el trabajo de años, en tanto se han estudiado los amplios circuitos de movilidad e intercambio que estos grupos humanos desarrollaron desde hace más de 6.000 años, gracias al uso de embarcaciones. Dichas interacciones permitieron, por ejemplo, relacionarse con otros grupos hortícolas al norte de Patagonia o del archipiélago de Chiloé que manejaban ya otros productos domesticados como la papa, el maíz y los porotos y que pudieron haber tenido también animales domésticos como el perro.
Si bien las crónicas e historiadores advierten de la presencia de perros en el archipiélago, es deber de los arqueólogos evaluar evidencia material y cuestionar si estos avistamientos realizados siglos después del contacto europeo, fueron el origen de la introducción muy tardía del perro, o si bien corresponden a animales más antiguos, como lo ha demostrado esta investigación. Los autores de la publicación llevan trabajando 15 años en el litoral de Aysén. En ellos, arqueólogas y arqueólogos de diferentes universidades nacionales y extranjeras han colaborado tanto en los trabajos de prospección costera, como en las investigaciones de laboratorio.
“El perro que nosotros hemos documentado, no es una especie endógena, no es nativa del archipiélago de los Chonos. Fue introducido, muy probablemente desde el área sur de Chile, transportado en canoa hasta la isla Gran Guaiteca. Con esto, no queremos decir que lo fueron a buscar hasta muy lejos, sino que desde esa área pudo darse una dispersión o intercambio de estos animales con otros grupos, con los que se interactuaba en redes de circulación de bienes. Lo interesante es que, de todas las excavaciones realizadas a lo largo de estos años, no habíamos registrado esta especie aún”, finalizó el arqueólogo.