"La gente ya no cree en los hechos", señala con pesimismo el intelectual norteamericano Noam Chomsky. En tiempos de fake news y bots, la información en las redes sociales se convierte en una peligrosa mercancía que puede ser manipulada en favor de intereses políticos y en perjuicio de la opinión pública, trazando así una delgada línea entre lo real y lo ficticio.
En ese contexto es fundamental que existan voces autorizadas para generar conciencia sobre los riesgos y las ventajas de las plataformas sociales. Hoy grandes protagonistas de las campañas políticas.
Con ese objetivo pasó por Santiago el catalán Antoni Gutiérrez-Rubí, experto en comunicación y asesor de la estrategia digital del alcalde de Las Condes Joaquín Lavín, en el marco del seminario "Nuevas tendencias en Redes Sociales" organizado por CGE (Compañía General de Electricidad), Sofofa (Sociedad de Fomento Fabril) y la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica.
Lavín se introdujo en el mundo del marketing digital en parte gracias al trabajo de Gutiérrez-Rubí. Lo asesoró en la definición de la estrategia digital que hoy tiene en marcha. El propósito era mostrarlo cercano a los vecinos, dado su perfil de experto en comunicación política.
En diálogo con Qué Pasa, Gutiérrez-Rubí abordó las tendencias más relevantes de la política actual en el mundo de las redes.
¿Cómo puede el ciudadano común detectar la propaganda computacional y las fake news? Existen estudios que comprueban el uso de esta herramienta por parte de Trump y Bolsonaro para sus estrategias digitales.
Es una pregunta complicada. Todavía no se sabe a ciencia cierta si realmente la industria de la mentira puede afectar los procesos electorales y definir una campaña. Pero tenemos pistas. Bolsonaro ha tenido como elemento nuevo el protagonismo de WhatsApp. En Brasil hay 120 millones de usuarios, de los que el 70% se informa de política por ese canal. El equipo de Bolsonaro creaba una gran cantidad de contenidos. Ocupaba la atención, que ocupa tiempo y estimula a compartir.
Mientras te tengo ocupado con comida basura informativa, no te dejo tener otras ideas e impulsos. Para la desinformación, la mejor arma no es la regulación, sino la educación. La receta para hacer frente a este enorme desafío es definir y seguir una dieta digital equilibrada y variada -que incluya diferentes contenidos informativos y fuentes- y asumir una actitud crítica ante las informaciones que recibimos.
¿En las campañas de redes sociales, los candidatos de mayor poderío económico tienen más posibilidades de tergiversar la opinión pública en su favor?
Tienen más posibilidades de invertir en más publicidad, o en más análisis electorales de sus potenciales votantes, o en más segmentación electoral, o en un mejor equipo de creación de contenidos, o de monitorización, o de creativos.
Pero en la cultura digital, el más poderoso no es siempre el más grande, ni el que está en el centro. Nikesh Arora, quien fuera representante de Google, decía: "La competencia ya no será entre grandes y pequeños, sino entre rápidos y lentos". Pues eso: un pequeño rápido puede ganarle a un grande lento. También en política.
¿Qué consejos le daría a un político que pretende impulsar una campaña en redes sociales?
Le diría que la comunicación no debe ser impostada, sino real. Y que es preferible comunicar a informar. Para mí, informar (y por tanto, difundir) lo puede hacer cualquiera, pero sólo se crea memorabilidad y, por supuesto, más comparticiones y visibilidad, cuando se comunica.
Hay que entender a las redes no como una panacea sino como una herramienta más para hacer política. Tener presencia en Internet no significa ganar elecciones, ni ser el partido más votado, o con más visibilidad. Sin embargo, para ganar unas elecciones, la comunicación debe hacerse, hoy en día, también en la red.
Debemos recordar que la red es una herramienta importantísima para la comunicación política, pero una más. No hay que dejar de hacer el resto de las cosas, pero sí otorgarle la misma importancia a la campaña en red. Y es potencialmente muy ventajoso. No sólo es difusión, sino que se trata de una red relacional. Son las relaciones lo que importa, los contactos, y es a través de la red como esas relaciones pueden ser más fluidas y rápidas. Los políticos pueden generar comunidades de personas afines que confían en ellos y quieren y pueden involucrarse para difundir el mensaje del político. Es decir, no buscar el voto, sino buscar gente que haga campaña entre sus círculos para conseguir ese voto.
En ese contexto, ¿considera que Facebook está perdiendo peso como principal plataforma social a nivel mundial?
Puede que esté perdiendo algo de peso, sobre todo entre los centennials y millennials más jóvenes, pero sigue siendo la red de redes, con más de dos mil millones de usuarios activos. Por ello, Facebook y WhatsApp continúan siendo, por ahora, las mejores herramientas para llegar a la gente, para comunicarnos, para dar a conocer nuestros mensajes, para lograr más y mejores relaciones y donde nuestros activistas pueden actuar.
¿Cuál cree que será el rol de los medios tradicionales en el futuro?
No considero que el papel de los medios tradicionales vaya a ser menor en un corto o medio plazo. Si queremos información tratada y de calidad, nos la ofrecen, casi siempre, los medios tradicionales. Son ellos quienes ordenan la información y nos la explican, los que sirven de faro en una sociedad donde la información es una constante. Es la credibilidad en un mundo de noticias potencialmente falsas o totalmente sesgadas. Por supuesto que esa credibilidad debe mantenerse en el tiempo para seguir siendo real. Toda la información es manipulada, y requiere un proceso de manipulación, e incluye elementos de subjetividad. Y es normal, y humano. Pero se trata de que los medios sigan manteniendo algo de independencia y profesionalidad, y solo por ello ya son necesarios en estos tiempos de conectividad e instantaneidad.
¿Cuáles son las tendencias que vislumbra para las redes sociales?
Más autorregulación, parece, por parte de las propias plataformas. Se intenta que las fake news sean más difíciles de recibir. Pero también nuevas herramientas al estilo de los contenidos efímeros, como estamos viendo en su auge en Snapchat, Instagram, Whatsapp o Facebook; el vídeo en directo, y las relaciones directas y privadas entre contactos (especialmente vía WhatsApp) para hacer campaña, lo que se denomina dark social. Añadiría, en relación a partidos y candidatos, la adaptación a nuevas exigencias en privacidad.