Así se fraguó el voto femenino en Chile: se cumplen 90 años desde que las mujeres pueden sufragar en el país
En 1934, por primera vez una ley autorizó a las mujeres a votar en Chile. Tres historiadoras y un Premio Nacional hacen un recorrido de cómo se forjó el sufragio femenino.
Hace más de 90 años, un 18 de enero de 1934, se aprobó la Ley N°5.357, que otorgó a las mujeres chilenas mayores de 21 años y que supieran leer y escribir el derecho a votar en elecciones municipales y a ser elegidas democráticamente para el cargo de alcalde.
Sin embargo, el contexto histórico y social que permitió la aprobación del voto femenino en Chile aquel año se puede rastrear hasta el Decreto Amunátegui de 1877, el cual permitió a las mujeres obtener estudios universitarios, permitiendo a las chilenas ser unas de las primeras en Latinoamérica en acceder a la educación superior.
Este acceso a la educación fomentó el surgimiento de movimientos feministas influenciados por Europa y Norteamérica, lo que eventualmente impulsó la lucha por el sufragio.
Así se fraguó el voto femenino en Chile: se cumplen 90 años desde que las mujeres pueden sufragar en el país
Amanda Labarca, figura clave en el movimiento feminista chileno, entendió que el voto femenino no podía imponerse por la fuerza en la sociedad chilena. Ella creía que el país necesitaba un feminismo adaptado a su realidad, uno que promoviera las capacidades intelectuales de las mujeres para el bienestar general del país.
“Labarca encabezó las causas sufragistas décadas después de haber iniciado su trabajo en el ámbito cultural e intelectual”, dic Gabriela Caviedes, investigadora del Centro Signos de la Universidad de los Andes. Estos esfuerzos llevaron a la formación de clubes intelectuales y de lectura que promovieron el debate sobre la participación cívica de las mujeres.
Los clubes de señoras y de lectura, como el Club de Señoras de Delia Matte y el Club de Lectura de Amanda Labarca, fueron espacios donde las mujeres discutían sobre la conveniencia del sufragio femenino. “Fue en el seno de estos clubes donde surgieron lecturas y conversaciones que sugerían la idea del sufragio femenino”, explica Caviedes.
Estos espacios no solo reunieron a mujeres de diversas creencias políticas y religiosas, sino que también involucraron a figuras masculinas influyentes como Benjamín Vicuña Mackenna y Luis Amunátegui, quienes apoyaron la causa en las cámaras.
La década de 1920 fue crucial para el movimiento sufragista en Chile, con la formación de agrupaciones y partidos femeninos. Durante este periodo, Arturo Alessandri llegó a la presidencia, y los grupos de mujeres se unieron a otras organizaciones que exigían reformas sociales. “Las ideas de participación cívica comenzaron a tomar fuerza con relativa rapidez”, observa Caviedes, resaltando cómo las mujeres comenzaron a organizarse y a presionar por derechos cívicos y laborales, lo que culminó en la aprobación del voto femenino en 1934.
Karelia Cerda, historiadora de la Universidad de Tarapacá, destaca que la lucha por el sufragio femenino comenzó mucho antes de la formación de El Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH). “A mediados del siglo XIX, entre las mujeres de la élite, comenzaron a circular textos e ideas respecto de la condición de la mujer”, dice Cerda.
Estas mujeres, reunidas en tertulias y veladas literarias, debatían sobre la necesidad de equiparar el acceso a la educación con los hombres. Este movimiento inicial sentó las bases para el reconocimiento de la igualdad intelectual de las mujeres y, en consecuencia, su participación en la vida pública.
Uno de los principales desafíos y obstáculos que enfrentaron las mujeres en la lucha por el voto fue conquistar un espacio en el mundo público, dominado por los hombres. “Históricamente, las mujeres estaban sometidas al matrimonio, que les quitaba jurídicamente la libertad”, explica la historiadora María José Cumplido.
Durante gran parte del siglo XIX, las mujeres no podían participar en la educación, lo que limitaba sus oportunidades. La lucha inicial se centró en acceder tanto a la educación privada como pública, un esfuerzo que tomó casi un siglo. La demora en ser escuchadas por los políticos les hizo darse cuenta de que debían convertirse en políticas ellas mismas para no depender de la voluntad de los hombres, quienes no tenían interés en proponer políticas para las mujeres, ya que estas no votaban.
La idea de votar surgió como una herramienta para alcanzar objetivos más amplios como el acceso a la educación, la igualdad salarial y la creación del prenatal, discusiones que cobraron relevancia hacia fines del siglo XIX y especialmente después de la Primera Guerra Mundial.
Todo partió mucho antes: A 90 años de la aprobación del voto femenino en Chile
La lucha por el voto femenino en Chile comenzó a finales del siglo XIX, antes de su aprobación en 1934. María José Cumplido resalta el “incidente de San Felipe” en 1875, donde mujeres intentaron votar por Benjamín Vicuña Mackenna. Aunque la ley de 1874 no prohibía explícitamente el voto femenino, la controversia llevó a una modificación en 1884 que excluyó a las mujeres del sufragio. Este evento muestra cómo las interpretaciones legales y la resistencia social se oponían a la participación política de las mujeres desde entonces.
Los primeros esfuerzos por el voto femenino en Chile tuvieron altibajos. En 1917, Delia Matte influenció a algunos parlamentarios conservadores, lo que llevó a Luis Undurraga a proponer una ley que concedía derechos cívicos a las mujeres. Sin embargo, esta iniciativa fracasó debido a la resistencia social y política.
En 1931, durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, se permitió la inscripción de mujeres en el Registro Electoral Municipal, preludio a la aprobación del sufragio femenino de 1934 bajo el gobierno de Arturo Alessandri Palma, permitiendo a las mujeres votar y postularse a ser electas en las elecciones municipales.
El impacto del voto femenino en 1934 fue más simbólico al principio. Cumplido destaca que, aunque la ley se promulgó, menos del 40% de las mujeres elegibles se inscribieron, y su participación electoral era baja, influenciada por sus familias. Este reflejo de una conciencia social limitada mostró que la implementación y los cambios culturales necesarios fueron lentos y complejos.
En 1941, Elena Caffarena, a través del MEMCH, presentó un proyecto de sufragio universal, pero no se concretó debido a la muerte del presidente Pedro Aguirre Cerda. En 1948, bajo Gabriel González Videla, se aprobó la ley de sufragio femenino, aunque con restricciones para mujeres de izquierda. Esto reflejó cómo las diferencias ideológicas seguían obstaculizando los derechos civiles.
En las elecciones de 1935, menos del 40% de las mujeres inscritas votaron y su participación fue baja comparada con los hombres. En las elecciones municipales del 7 de abril de 1935, solo 25 de las 98 candidatas resultaron electas, con apenas 76.000 mujeres inscritas, representando el 15% del potencial electoral femenino.
Este periodo sentó las bases para que el feminismo de segunda ola pudiera expandir los derechos y la participación de las mujeres en las décadas siguientes, requiriendo un esfuerzo continuo de educación y activismo social.
Cumplido también destaca los primeros periódicos feministas obreros, La Alborada y La Palanca, publicados entre 1905 y 1908. Estos medios abordaban temas como trabajo, pobreza e igualdad, reflejando el activismo de mujeres trabajadoras en Valparaíso y Santiago. Este enfoque pionero en los derechos sociales y laborales de las mujeres muestra un activismo temprano a menudo ignorado. La creación de estos espacios de diálogo fue crucial para construir una conciencia colectiva sobre la igualdad de género, iniciando un movimiento que transformaría el panorama político y social de Chile.
Una lucha transversal
La lucha por el voto femenino en Chile no se limitó a figuras como Elena Caffarena y Flor Heredia; muchas otras mujeres también jugaron roles cruciales. Martina Barros, por ejemplo, defendió el voto femenino, el liberalismo y la igualdad real entre hombres y mujeres, aportando una base intelectual al movimiento feminista. Solo un 9% de las mujeres habilitadas se inscribieron para votar inicialmente, pero este primer voto abrió el camino para el voto universal y aumentó la visibilidad de las demandas femeninas. Curiosamente, los conservadores apoyaron el voto femenino como estrategia electoral.
El movimiento feminista se fortaleció con organizaciones como el Partido Cívico Femenino, la Unión Femenina de Chile, el MEMCH y el FECHIF, que utilizaron manifestaciones, lobby político y medios de comunicación para promover sus demandas. Estas organizaciones, a pesar de sus diferencias, se unieron en el objetivo común de conseguir el derecho al voto.
La Ley N°5.357, promulgada durante el gobierno de Arturo Alessandri Palma, fue facilitada por alianzas políticas complejas y un contexto internacional favorable que valoraba el voto femenino como un derecho democrático. Las primeras elecciones municipales de 1935, aunque con baja inscripción inicial, marcaron un hito con la presencia de mujeres candidatas y electas, fortaleciendo la democracia chilena y convirtiéndose en un referente para el movimiento feminista.
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