La gripe española del año 1918 fue a nivel global una de los brotes pandémicos más relevantes en la historia de la medicina moderna: fallecieron 50 millones de personas entre enero de 1918 a diciembre de 1920, y se cree que infectó a un tercio de la población mundial.
En todos los continentes se registraron casos de contagios y fallecidos, y fue tal la incertidumbre en el mundo científico, que implicó grandes cambios sociales. En el caso de Chile, fallecieron 40.113 personas, lo que impactó a la población e impulsó la modernización de la salud pública chilena y a la instauración en la década de 1920 al modelo de la nueva medicina o medicina preventiva.
Al igual que el Covid-19, la pandemia de 1918 también se produjo por un virus respiratorio que pasó de animales a humanos, se transmitió de la misma forma y tenía una patología similar, explicó John M. Barry, autor de The Great Influenza (La Gran Gripe). Tal como ahora, mantener la distancia social, lavarse las manos y usar mascarilla fueron las principales medidas para controlar el brote entonces y ahora.
¿El Covid-19 finalizará igual que la Gripe Española? Aunque no se puede predecir cómo terminará la pandemia, y los finales de las epidemias no se investigan tan a fondo como sus comienzos, hay temas recurrentes en epidemias anteriores que podrían ofrecer lecciones para los próximos meses, dijo a abcNews Erica Charters de la Universidad de Oxford, que estudia el tema.
“Una cosa que hemos aprendido es que es un proceso largo y prolongado” que incluye diferentes tipos de finales que pueden no ocurrir todos al mismo tiempo, añadió. Eso incluye un “final médico”, cuando la enfermedad retrocede, un “final político”, cuando cesan las medidas de prevención del gobierno, y el “final social”, cuando la gente sigue adelante.
En el caso de la gripe, sus consecuencias se sintieron incluso dos décadas después de finalizada aquella pandemia en la novela de 1939 y una de las historias más conocidas de la época Pale Horse, Pale Rider (Pálido caballo, pálido jinete) de Katherine Anne Porter relató sus experiencias, según reporta National Geographic (NG).
En esta historia, Porter describe cómo muchos jóvenes sintieron que sus vidas estaban amenazadas por el doble ataque de un virus mortal y la Primera Guerra Mundial. Miranda, el personaje principal, se recupera de la influenza, pero se hunde en la depresión mientras intenta reinsertarse en la sociedad.
Sin embargo, se debe aclarar que las identidades de la gripe y el Covid-19 son diferentes. La primera era una enfermedad que “era parte de la cultura médica nacional (gripe, garrotazo, mal de Santa María, eras sus denominaciones populares), y sus síntomas estaban asimilados. Entre tres y cinco días la situación se resolvía para bien y para mal”, señala Marcelo López Campillay, investigador del Programa de Estudios Médicos Humanísticos de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica.
En cambio, el Covid-19 “es una enfermedad que estamos conociendo y aún su fisonomía sigue en estudio, y la población conoce diversas facetas de la enfermedad (Covid corto, Covid prolongado, por ejemplo)”, añade.
Una de las grandes diferencias entre ambas crisis sanitarias y que haría distinto el fin de la actual pandemia, es la capacidad que demostró la comunidad científica global para detectar el origen del Sars-Cov-2, para luego comenzar a buscar la vacuna que pudiera frenar su avance. A diferencia de 1918, donde reinó la incertidumbre científica y por mucho tiempo se creyó que el agente causante era una bacteria.
Otro factor diferente es la economía. Ya que el profundo impacto económico a nivel global que ha generado la pandemia, se debe al aspecto que adquirió la economía global desde la década de 1980, estrechamente vinculada y con extensas cadenas de producción. En cambio, la gripe de 1918, que si bien influyó en la economía, el escenario global no tenía lazos tan estrechos.
En cambio, de manera similar a la gripe española, dos años después del inicio la pandemia de Covid-19, un aspecto similar que tienen ambos periodos es que la fatiga por pandemia ha aumentado, junto con los argumentos sobre cuándo relajar las medidas de salud pública, como los mandatos de mascarillas y vacunas en algunos países.
Lo que podemos aprender de 1918
Marcelo López, señala que saber las lecciones que nos dejó la gripe española es una difícil respuesta “porque hubo tantas experiencias como países afectados por la pandemia. Además, no debemos omitir el peso que tuvo el fin de la Primera Guerra Mundial, producto de lo cual las consecuencias de la gran crisis sanitaria se entremezclan con las secuelas de la Gran Guerra”.
Pero, dice que sí es posible señalar algunos puntos para el caso chileno. Porque “pese a las limitaciones científicas y carencias materiales que nuestros antepasados poseían para confrontar las epidemias, poseían una suerte de cultura epidémica que les permitía encarar esos episodios con mayor certidumbres que las presente generaciones, las cuales no contaron con ese bagaje y han sido más propensas en una primera etapa (2020) a las incertezas, el desconcierto, la ansiedades, propias de las pandemias”.
“Quizás este debería ser una de las tareas que deberían profundizar las autoridades políticas, científicas y educacionales para manejar futuros episodios pandémicos: enseñar y comprender nuestra historia y memoria epidémica. Un ejercicio ausente en el sistema universitario desde hace décadas” añade.
Ya que, desde el punto de vista de la población, López dice que, “la gripe de 1918 fue solo un episodio que añadió una página más a la memoria epidémica que anidaba en la mentalidad colectiva desde la población”. Y aunque históricamente es difícil hablar sobre el futuro, este factor podría ser un recurso que potencialmente podría contribuir para hacer frente a un posible nuevo evento pandémico/epidémico.
Por eso insiste en la necesidad de recurrir a la evidencia histórica al momento de diseñar las políticas de salud, ya que las epidemias infecciosas en la era moderna comparten aspectos en común: la necesidad de liderazgos, educación sanitaria, el diseño de las ciudades, el hacinamiento como aliado del contagio, y los riesgos de la complacencia científicas, “pues ya ocurrió con la gripe española en 1918 y con el VIH-SIDA a partir de la década de 1980, que las enfermedades infecciosas fueron vistas como parte del pasado de la humanidad”.
Otra lección, es la relevancia que poseía el Estado para liderar los asuntos sanitarios del país se fortaleció, discusión que venía gestándose desde fines del siglo XIX. “De hecho, en la Constitución de 1925, en su artículo nº14, determinó el deber que le asistía al Estado en el campo de la salud y la higiene pública”.
Asimismo, en el campo médico quedó de manifiesto la necesidad de perfeccionar el conocimiento de las enfermedades infecciosas, inquietud que comenzó a plasmarse en 1929 con la inauguración del Instituto Bacteriológico, que reemplazó al Instituto de Higiene, creado en 1891 y que fue la cuna de la bacteriología nacional por casi cuatro décadas.
Volver a la normalidad
En cierto modo, el fenómeno de la fatiga pandémica entre ambos fenómenos puede ser comparable, ya que tanto en 1918-1919 como en el periodo 2020-2021 las personas asimilaron la enfermedad y decidieron seguir adelante con sus vidas.
Pero, el concepto de volver a la normalidad, fue una idea que circuló en algunos países como Estados Unidos y Europa tras finalizar la crisis que trajo consigo la Primera Guerra Mundial y la gripe española, e históricamente ha sido parte de la etapa pospandémica.
Según la historiadora Nancy Bristow, quien escribió sobre la novela de Porter en su libro American Pandemic: The Lost Worlds of the 1918 Influenza Epidemic (Pandemia Americana: Los mundos perdidos de la gripe de 1918), dijo a NG que si bien volver a la normalidad anterior a la pandemia puede ser atractivo, la historia muestra que podría tener implicaciones perjudiciales tanto para este pandemia como la siguiente.
“Ese impulso de no tener que hacer lo que hemos estado haciendo conlleva un gran potencial para olvidar”, señaló.
López, dice que en esta oportunidad la noción de “vida normal” con sus propias características y con los ecos que ha dejado el Sars-CoV-2, quizás llegue en 2023, porque las personas deben seguir atendiendo a los demás desafíos del siglo XXI, como lo es el cambio climático, por ejemplo.
Sin embargo, para el investigador, “la sociedad chilena aprendió a convivir con las enfermedades infecciosas tras haber experimentado episodios similares en la etapa colonial, con la viruela, sarampión, influenza, y a contar de los siglos XIX y XX con el cólera, las gripes, el tifus exantemático, disentería, la tuberculosis, la peste bubónica y el VIH-SIDA. Como experiencia histórica, el coronavirus nos ha revelado una vez más que el mundo microbiano ha sido y es parte de aquello que denominamos normalidad”.
Asimismo, tanto los procesos de duelos como las secuelas psicológicas y económicas que la crisis sanitaria acarreó para las personas, serán inevitable que definan un aspecto nuevo al final de la presente pandemia, pero la crisis también se ha convertido en una oportunidad replantear proyectos de vida, abordar nuevas.