Astrónomo de Harvard vuelve a remecer la ciencia: ahora teoriza que nuestro Universo podría ser el proyecto de química de alguien
Las conjeturas de Abraham Loeb siempre suscitan revuelo. Ya antes predijo que una extraña forma captada por la Agencia Espacial Europea, en realidad eran restos de una nave espacial. El tema es que sus tesis no pueden dejar indiferentes a nadie debido a su impresionante currículo científico. Y ahora, volvió a hacerlo. No en vano ha sido catalogado como "el entusiasta de los extraterrestres más distinguido en términos académicos".
La próxima generación de telescopios, los más potentes del mundo, muchos de los cuales se construirán en Chile, probablemente permitan resolver muchas de las preguntas más ancestrales de la humanidad, incluyendo la de si estamos solos.
Sin embargo, hay una pregunta que probablemente permanecerá sin respuesta: si el Universo se originó en un Big Bang, ¿que había antes de él? Según un artículo de opinión del profesor Abraham Loeb (publicada en la revista Scientific American), la respuesta puede ser intrigantemente fascinante. De acuerdo al científico, el cosmos tal como lo conocemos puede ser un “Universo bebé” creado por una civilización tecnológica avanzada en un laboratorio.
No es la primera vez que Loeb remece los cimientos de la ciencia con sus exóticas teorías. Como expresidente (2011-2020) del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard, director fundador de la Iniciativa Agujero Negro de Harvard (BHI), director del Instituto de Teoría y Computación (ITC) del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica ( CfA), y uno de los investigadores principales del Proyecto Galileo, las teorías de Loeb no pueden pasarse por alto.
El astrónomo es autor del exitoso libro Extraterrestre: El primer signo de vida inteligente más allá de la Tierra, que concluyó la posibilidad de que el objeto interestelar llamado Oumuamua, en realidad es una sonda artificial.
Su más famosa teoría fue publicada en la revista científica Astrophysical Journal Letters. El reporte que apareció en octubre de 2018 lleva el críptico título de “¿Podría la presión de la radiación solar explicar la peculiar aceleración de Oumuamua?”, tiene apenas cinco páginas y está repleto de complejos cálculos de trayectorias y aceleraciones. Pero sus conclusiones remecieron a la comunidad astronómica y a los entusiastas de la vida extraterrestre, como señaló un artículo de La Tercera.
Loeb y un estudiante de posdoctorado establecen que, en base a su análisis, una “posibilidad” es que Oumuamua sea algún tipo de vela de navegación espacial que viaja por el cosmos “como el desecho de algún avanzado equipo tecnológico”. Incluso, plantean que un “escenario más exótico es que Oumuamua quizás sea una sonda completamente operacional enviada intencionalmente a las cercanías de la Tierra por una civilización alienígena”. Esas palabras bastaron para convertir a Loeb en lo que el diario The Washington Post calificó como “el entusiasta de los extraterrestres más distinguido de esta era en términos académicos; el astrónomo top de Harvard que sospecha que tecnología de otro Sistema Solar acaba de aparecer en nuestra puerta”.
Ha habido muchas muchas conjeturas sobre lo que podría haber existido antes del Big Bang. Algunos de las teorías más populares incluyen que el Universo emergió de una fluctuación del vacío o que es un proceso cíclico con períodos repetidos de contracción y expansión: Big Bang, Big Crunch, y asi en una eterna repetición.
Incluso existe la noción de que el Universo nació de la materia colapsando dentro de un agujero negro en otro Universo, que luego rebotó para formar el otro lado del puente Einstein-Rosen (un “agujero de gusano”) donde nuestro Universo fue concebido. Una versión similar de este argumento afirma que el Big Bang podría haber sido un “agujero blanco” supermasivo que se formó a partir de un agujero negro supermasivo (SMBH) en nuestro universo padre.
Otra teoría más es que nuestro Universo es una consecuencia de la interpretación de la teoría de cuerdas del multiverso, donde coexisten universos infinitos, y cada posibilidad se desarrolla un número infinito de veces. Según Loeb, esto podría tomar la forma de nuestro Universo creado en un laboratorio por una civilización avanzada. “Dado que nuestro Universo tiene una geometría plana con una energía neta cero, una civilización avanzada podría haber desarrollado una tecnología que creó un universo bebé de la nada a través de un túnel cuántico”.
De acuerdo a su teoría, y según explica un artículo de Universe Today su tesis está libre de razonamiento antrópico, que esencialmente establece que el Universo fue seleccionado para que existamos en él. Formalmente conocido como el Principio Antrópico, esto se opone al Principio Copernicano (o Principio Cosmológico) que sostiene que no hay nada especial o único sobre la humanidad o el espacio que ocupamos en el Universo. Sin embargo, el mero hecho de que ligeras variaciones en las leyes de la física descartarían la vida parecería sugerir que somos afortunados.
En los últimos años, de acuerdo al artículo, se ha sugerido que la teoría del multiverso es una posible resolución para el Principio Antrópico. La teoría del Universo Bebé es consistente con esta idea, ya que teoriza que el Universo da lugar a civilizaciones avanzadas que son impulsoras de un proceso de selección cósmico darwiniano. En la actualidad, la humanidad no está lo suficientemente avanzada como para replicar las condiciones cósmicas que llevaron a nuestra existencia.
Mientras que una civilización que pudiera recrear estas condiciones cósmicas (es decir, producir un “Universo bebé” en un laboratorio) entraría en la clase A en esta escala cósmica propuesta, una civilización de clase B podría ajustar las condiciones en su entorno inmediato para que sea independiente de su estrella anfitriona. Dada nuestra situación actual, la humanidad es actualmente de clase C o D ya que no podemos recrear las condiciones habitables en nuestro planeta (cuando nuestro Sol muere) y estamos destruyendo descuidadamente el planeta Tierra a través del cambio climático.
Pero eventualmente, concluye el artículo, la humanidad puede llegar al punto en que nos convertimos en una civilización de clase A y podemos participar en el proceso hipotético de reproducción cósmica. ¿Quién sabe? Tal vez incluso seamos capaces de crear un universo bebé que sea una mejora con respecto al nuestro. Loeb sostiene que tales esperanzas pueden ser un poco optimistas, pero que la perspectiva de la procreación cósmica presenta algunas posibilidades muy inspiradoras.
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