Como bien sabemos, la Tierra tiene un sólo satélite natural, la Luna.

Sin embargo, los astrónomos también conocen otros objetos que orbitan nuestro planeta: los NEOs (Near Earth Object en inglés, u objeto cercano a la Tierra), y los "satélites temporales".

Los primeros son cometas y asteroides capturados por la atracción del Sol u otros planetas, con órbitas que podrían acercarlos a la Tierra hasta el punto del impacto y por ello, muchos son calificados de "potencialmente peligrosos". Se clasifican de acuerdo a su tipo, tamaño y órbita, y existen registros que datan de 1577 en forma de cometa, aunque el primero de sus características "oficial" fue descubierto en 1898, con un diámetro de casi 17 kilómetros.

Los "satélites temporales" por su parte, son más pequeños, de uno a cinco metros de diámetro. Se trata de un subconjunto de los objetos cercanos a la Tierra, que son recogidos temporalmente por la gravedad del planeta y asumen órbitas a su alrededor, convirtiéndose en una "luna". Posteriormente nos abandonan y continúan con su viaje, o bien regresan a visitarnos.

Es el caso de 2006 RH120, el primero de ellos descubierto hace 13 años (el registro más antiguo data de 1913), el asteroide más pequeño del Sistema Solar con una órbita conocida: cada 20 años aproximadamente se acerca al sistema Tierra-Luna y es capturado temporalmente por nuestro planeta.

Como referencia, la Luna mide 1,737 kilómetros de diámetro y lleva orbitando la Tierra durante 4 mil millones de años. Estas otras lunas por el contrario, nos son "fieles" por un año, como máximo.

Es por ello que hasta ahora, astrónomos que aseguran que efectivamente la Tierra posee otra luna se han embarcado en enormes búsquedas, con varios avistamientos, pero ninguno de ellos que pueda ser calificado como un satélite natural permanente. Tal situación podría cambiar en los próximos años.

Ojos desde Chile

Según un nuevo estudio realizado por un equipo de astrónomos finlandeses y estadounidenses, estos objetos capturados temporalmente podrían estudiarse gracias al Gran Telescopio para Rastreos Sinópticos (LSST o Large Synoptic Survey Telescope en inglés), ubicado en el Cerro Pachón, en la IV Región de Coquimbo.

El LSST es un telescopio de 8,4 metros capaz de examinar la totalidad del cielo visible. Su construcción comenzó en 2015 y tendrá la cámara digital más potente del mundo, un espejo gigante y el catálogo astronómico más grande realizado hasta ahora, con un inicio de operaciones proyectado para 2022. Su costo de construcción ronda los 670 millones de dólares.

Y de acuerdo a la investigación, es posible que gracias a este telescopio podamos no sólo aprender a distancia de los satélites temporales de la Tierra, sino realizar misiones en ellos.

Según los investigadores, diversos estudios han generado avances en la clasificación de la población flotante de los satélites temporales, entregando dos categorías: Mientras unos dan una vuelta alrededor de la Tierra, otros son capturados temporalmente y no alcanzan a realizar una "vuelta". Precisamente estos últimos resultan más atractivos para los astrónomos para su estudio, ya que será posible restringir el tamaño y la frecuencia de los NEO, que varían entre centímetros a 10 metros de diámetro, y que son desconocidos en su mayoría. Además, estos objetos son demasiado pequeños y débiles para que los telescopios existentes puedan observarlos.

Ahí es donde entra en juego el LSST, ya que gracias a su alta resolución y sensibilidad, permitirá descubrir tanto estos objetos como otros más peligrosos y complejos de detectar.

Para determinar cuántos satélites temporales serán detectados por el LSST, los científicos realizaron una serie de simulaciones en base a trabajos previos. Finalmente, determinaron que tanto el LSST como el software de identificación automática de asteroides en movimiento podrían descubrir un objeto cada dos meses.

En conversación con La Tercera, Grigori Fedorets, autor del estudio, afirma que "las lunas transitorias (a veces también llamadas minilunas) son pequeños asteroides que se 'capturan' temporalmente alrededor de la Tierra. La luna transitoria promedio mide alrededor de 75 cm de diámetro, y es posible visualizar un objeto con 3 metros de diámetro una vez cada 10 años. No son particularmente peligrosos en comparación con otros asteroides, ya que son muy pequeños. Solo el 1% de ellos impactan en la Tierra, pero en sus tamaños típicos, todos se queman en la atmósfera", cuenta el científico.

En cuanto a los satélites temporales, el investigador señala que "son objetivos sobresalientes para las misiones in situ. Han sido entregados 'gratis' a las proximidades de la Tierra. Por lo tanto, se requiere una cantidad relativamente pequeña de combustible para alcanzarlos. Las misiones potenciales podrían diseñarse como misiones de sobrevuelo in situ (por ejemplo, de la clase CubeSat), o como primeros pasos en la utilización de recursos de asteroides. Una idea particularmente ambiciosa sería capturar un asteroide completo del tamaño de un metro, colocarlo en una cápsula de tipo Soyuz/Progress y llevar un asteroide pequeño completo a la Tierra para su análisis en laboratorio. Esto mejoraría el establecimiento del vínculo entre las taxonomías de asteroides y meteoritos; por un lado, no se sabe mucho sobre las superficies de los meteoritos y, por otro lado, los interiores de los asteroides".

"Estos objetos pasan meses en órbitas geocéntricas y una posible misión requeriría una respuesta muy rápida (...) el problema con las 'minilunas' es que generalmente son muy pequeñas y, por lo tanto, débiles. Además, cuando se acercan a la Tierra, y tal vez se puedan observar, se mueven muy rápido", agrega.

"Incluso para LSST la gran mayoría de las lunas transitorias serán demasiado débiles para ser descubiertas. Sin embargo, será la única capaz de descubrir lunas transitorias de forma regular; esperamos descubrimientos fortuitos también con otras instalaciones", señala.

Beneficios extras

De acuerdo a los científicos, otro beneficio del estudio de estos objetos es ayudar a entender los "objetos potencialmente peligrosos", o asteroides que cruzan periódicamente la órbita de la Tierra y presentan un riesgo de colisión con nuestro planeta. Hasta ahora existen 800 objetos registrados como potencialmente peligrosos y se clasifican en 10 categorías, siendo la 1 con cero probabilidad de colisión, a 10, considerada colisión segura, con la posibilidad de causar una catástrofe climática global tal como ocurrió con la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años.

El estudio, publicado en la revista Icarus, fue dirigido por Grigori Fedorets, de la Universidad de Helsinki, junto a físicos de la Universidad Tecnológica de Luleå en Suecia, el Instituto de Investigación Intensiva de Datos en Astrofísica y Cosmología de la Universidad de Washington y la Universidad de Hawái.