“Aún se ve acoso y menosprecio de compañeros”: 4 paleontólogas y sus historias en una ciencia dominada por hombres
Desde académicas tradicionales hasta influencers, paleontólogas chilenas cuentan sus experiencias en una de las ciencias más "rudas" y con más presencia masculina hasta la actualidad.
Carolina Gutstein comenzó su carrera en los años 90, y no fue hasta 30 años después que dejó de ser la única mujer en el equipo cada vez que iba a expediciones. Buscar fósiles de ballena no parecía ser la actividad más atractiva para otras mujeres, y por mucho tiempo trabajó sólo rodeada de hombres.
Se interesó por la biología desde su juventud en Brasil, país desde el que vino a Chile a especializarse motivada por la biodiversidad que aún estaba por descubrir. “Chile tiene muchos yacimientos por explorar porque la paleontología es relativamente nueva, a diferencia de otros países donde esta ciencia está mucho más avanzada”, explica la académica.
“Aún se ve acoso y menosprecio de compañeros”: 4 paleontólogas y sus historias en una ciencia dominada por hombres
Uno de los lugares en los que “se sabía que algo había” pero que nunca había sido explorado en profundidad era el Cerro Ballena. Los habitantes aledaños al yacimiento cercano a Caldera, en la Región de Atacama, le dieron este nombre debido a las formas de animales marinos que podían ser encontradas a simple vista, pero nunca se había hecho un estudio sobre aquello.
Fue así como en medio de la construcción de la Ruta 5 Norte en el año 2010, los trabajadores alentaron que habían muchas más formas de animales que las que se esperaban. Entonces Carolina supo que era una buena oportunidad para demostrar su conocimiento en el área, y junto a un equipo multidisciplinario, lideraron el proyecto que ayudó a retirar y preservar más de 50 fósiles de ballenas con data entre 6 y 9 millones de años.
Desde entonces, Carolina ha participado en una serie de descubrimientos de fósiles de animales marinos en Chile y en el extranjero, como lo fue una nueva especie de delfín que vivió hace 7 millones de años.
Ha visto como ahora hay más mujeres en los laboratorios y en las expediciones, pero comenta que aún faltan mujeres en cargos de coordinación. “Y aún se ven situaciones de acoso, de menosprecio por parte de compañeros. Nosotras que somos más mayores nos hicimos una coraza, pero es algo que sin duda afecta a las mujeres más jóvenes”, confiesa la académica.
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El nombre de Judith Pardo dio la vuelta al mundo en 2022: descubrió el fósil más antiguo de un animal prehistórico en periodo de gestación. Se trataba de la ictosauria Fiona, de 130 millones de años de antigüedad, hembra que se encontraba embarazada y se conservaba en perfecto estado en la Patagonia chilena.
Para lograr este descubrimiento, tuvo un largo camino por recorrer. Judith nació en Porvenir, una pequeña ciudad de no más de 6mil habitantes junto al Estrecho de Magallanes. Su fascinación por la naturaleza creció en esta localidad, y en la Universidad de Magallanes se entusiasmó con el estudio de los animales extintos.
Junto a un compañero presentaron la primera investigación sobre ictosaurios en Chile, y gracias a su perseverancia, lograron seguir realizando proyectos en búsqueda de estos fósiles en el sur austral del mundo. Incluso recibió financiamiento desde Alemania para continuar sus investigaciones, país donde fue becada para ir a especializarse.
La paleontóloga cuenta que las primeras expediciones fueron difíciles debido a los territorios extremos en los que se realizaban, en medio de glaciares y temperaturas inhumanas. “Tuve que entrenar para dedicarme a esto, empecé a hacer deporte a la vez que hacía investigaciones”, comenta para La Tercera. Con el avance de su carrera fue notando que este era uno de los estereotipos que combatir, y una de las razones por las que se piensa que las mujeres no tienen tanta participación en las “ciencias de la Tierra”.
En una de estas expediciones en el Glaciar Tyndall notaron por primera vez a la ictosauria Fiona, y desde la primera vez supieron que podía ser un gran hallazgo, ya que se trataba de la hembra preñada con mayor antigüedad alguna vez encontrada en el mundo. Así, junto a un equipo con mayoría de paleontólogas, organizaron la importante misión para la extracción.
El proceso fue complejo debido a la densidad de la roca sobre la que se trabajaba. El equipo debió usar herramientas de alto calibre para extraer la sección fosilizada, por lo que se usaron materiales para que el fósil no se rompiera. Inesperadamente, en medio del procedimiento, el fósil comenzó a ponerse de color verde.
Con el nerviosismo de tal vez haber dañado los restos, una de las compañeras de Judith dijo para calmar la situación que ya se le ocurría un nombre para la criatura: Fiona, por el color de la novia de Shrek.
Hoy Judith se prepara para una nueva expedición en búsqueda de ictosaurios, ahora en el norte de Chile. Su nuevo desafío es pasar del frío extremo de los glaciares al desierto más árido del mundo.
“Siempre se dice que las mujeres no podemos porque no tenemos fuerza y es mentira. Y si una no puede se hará entre dos, el trabajo en equipo siempre es mas importante”, comenta con la esperanza de que las expediciones con mayoría de mujeres sean más comunes. “Somos capaces de hacer lo que nosotras queramos, no debemos dejarnos intimidar”.
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La paleontología tiene distintas ramas, cada una con sus técnicas y labores específicas para comprender cómo era la vida del pasado. Una de ellas es la embriología, y Daniela Flores se ha especializado en esta área. Y a diferencia de otros relatos, su interés por los animales prehistóricos fue mucho más casualidad que sueño de niñez.
“Cuando yo estaba en el colegio, no era muy común aún escuchar sobre dinosaurios, fósiles o sobre paleontología, más aún si se venía de región y no se tenía mucho acceso a museos”, cuenta Daniela. “En la universidad tomé de oyente un curso de Paleontología de Vertebrados. Fue ahí donde me sentí maravillada por descubrir variedades de formas de vidas pasadas que anteriormente no sabía que existían”.
Daniela fue parte de las expediciones que llevaron al descubrimiento del Gongoken Nanoi, que marcó un hito histórico debido a la antigüedad del fósil en esta zona del mundo. Además, desde la embriología ha estudiado la evolución de distintas especies hasta la actualidad. “Lo que vemos ahora, es solo una pequeña parte de la inmensa historia evolutiva que nos antecede, y creo que tener esta mirada me cambió la vida”, comenta.
Para Daniela, la falta de mujeres paleontólogas se da porque desde edades tempranas a las niñas se les limitan los gustos. Ella misma se sorprendió de su elección al especializarse en esta área.
“No es una cosa de habilidades ya que en terreno y en laboratorio nosotras también hacemos labores difíciles y rudas, y he conocido mujeres increíblemente potentes. Yo misma he ocupado herramientas pesadas, he cargado fósiles de gran tamaño, me he lavado el pelo con agua congelada y he cortado leña en la Patagonia en expediciones, pero a su vez, he realizado micro-inyecciones en células y he trabajado con herramientas súper delicadas a nivel microscópico”, comenta.
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Bárbara Aravena comenzó a estudiar en la universidad sabiendo que quería ser paleontóloga, pero sin mucha información al respecto. “Sentía mucha incertidumbre, no sabía bien a qué me iba a dedicar ni qué era lo que tenía que hacer”, comenta para La Tercera.
Esta sensación de inseguridad fue mayor cuando la carrera de exploraciones, tierra y búsqueda de fósiles que le habían prometido se vio pausada junto al mundo. La pandemia impidió que pudiera asistir a la universidad, y en medio de esta situación, decidió llevar lo que había aprendido hasta entonces a las redes sociales.
Titulada de la Universidad de Chile, hoy Bárbara se convirtió en paleoinfluencer en su cuenta de Instagram @barby.paleontologa, donde se dedica a la divulgación científica. En esta cuenta comparte sus experiencias en algunas expediciones e investigaciones, como en la que participó para el descubrimiento del Stegouros elengassen, el cuarto dinosaurio descubierto en Chile.
Hoy Bárbara hace talleres para niños y niñas sobre paleontología. Cuenta que puede visualizar la brecha entre géneros desde que inicia las clases y siempre hay sólo una o dos niñas como alumnas, pero que aún así es emocionante para ella ver cómo se emocionan de poder tener una amiga con los mismos intereses.
Sin embargo, comenta que como para muchas otras mujeres en ciencias, también ha sufrido de situaciones incómodas o menosprecio por parte de sus compañeros. “Hemos sido varias que hemos estado en situaciones que nos hacen sentir incómodas. Muchas nos hemos tenido que ir de laboratorios o abandonar oportunidades por protección”, comenta.
Además, comenta que durante la universidad no tuvo mayores referentes femeninos. Le hubiera encantado tener una mentora que la acompañara en sus investigaciones y en esos momentos difíciles.
Aún así, Bárbara no se detiene en su vocación. “En segundo básico me disfracé de paleontóloga (...) y ahora que puedo inspirar a otras niñas que son mega fanáticas de los dinosaurios, es muy bonito que sepan que no están solas. También cuando las mamás me escriben para decir que sus hijas se ven reflejadas en mi, es emocionante”, comenta con optimismo.
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