Balance 2021 y desafíos 2022: La ciencia chilena regresa a los laboratorios

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FOTO: MARCOS MALDONADO/AGENCIAUNO

Tras el inicio de la pandemia a comienzos de 2020, en los meses recientes hemos observado una paulatina reapertura de los laboratorios universitarios, lo que permitirá que la ciencia chilena retome la investigación en otros temas igualmente esenciales. Aunque este proceso no ha estado exento de dificultades, principalmente como consecuencias de problemas en la cadena de suministro, proyectamos que todo será superado en los primeros meses de 2022.

Lo que no será resuelto tan fácilmente es el histórico problema de financiamiento de la ciencia chilena. El presupuesto del sector no tuvo la expansión esperada y, en términos de balance, el crecimiento global en los últimos cuatro años fue escuálido en este aspecto. Existe esperanza de que el nuevo gobierno destine mayores esfuerzos, algo que veremos una vez éste ya se encuentre instalado.

Por lo pronto, sus acciones iniciales dependerán del presupuesto ya aprobado.

Creemos que la investigación científica debe tener un rol fundamental en algunos de los grandes desafíos que enfrentará el país en las próximas décadas, entre estos, las enfermedades infecciosas, el envejecimiento de la población, el cambio climático, las enfermedades crónicas no transmisibles, la alimentación y patologías asociadas o la salud mental. Todos ellos requieren de esfuerzos en investigación básica, biomédica y médica.

La contribución que han hecho grupos de investigación locales durante la pandemia es una prueba de ello y suponen un gran hito del año que termina. Gracias al desarrollo de capacidades avanzadas en años anteriores, el país pudo conducir estudios clínicos en vacunas, conocer las variantes circulantes del virus, simular escenarios para la toma de decisiones epidemiológicas o precisar los niveles de inmunidad de la población.

Sin ir más lejos, investigadores del ICBM, dedicados al estudio de VIH, adaptaron una plataforma para la cuantificación de anticuerpos neutralizantes, y que fue reconocida por el Ministerio de Ciencias en 2021. De igual manera nuestros investigadores fueron fundamentales en los estudios genéticos de la población originaria Rapa Nui, en la dirección de los estudios clínicos para las vacunas Covid-19, o la caracterización de la respuesta inmune de los pacientes graves, por mencionar algunos.

Indudablemente, nuestra contribución tuvo un papel protagónico para que Chile se pusiera a la vanguardia en el proceso de vacunación de sus habitantes en el último año. Sin embargo, más que dormirse en las felicitaciones, esto debe indicar un camino: la inversión en ciencia no puede quedar relegada entre otras prioridades.

Desde su creación, el Ministerio de Ciencias hizo una serie de lineamientos en sus políticas públicas, algunas de las cuales podrían ser revisadas. Es indiscutible que las estrategias que apuntan al fomento y consolidación de los centros de excelencia son una política adecuada, pero es necesario ampliar la base de apoyo a otros científicos de manera de procurar una mayor diversificación y cobertura de proyectos. Se debe lograr un balance entre individuales y colaborativos, básicos y aplicados, y centrales y regionales.

Hoy día son muchos los proyectos de calidad que se quedan sin financiamiento. Por supuesto esto debe ir en paralelo con un incremento del porcentaje del PIB en ciencia y tecnología, a fin de mantener la calidad de investigación local y ampliando la cobertura científicas. Solo un significativo incremento del presupuesto nos permitirá consolidar una masa crítica y hacernos cargos de los enormes desafíos que se avecinan en las próximas décadas.

En este tránsito hay que buscar un equilibrio entre lo que denominamos como “ciencia básica” y la “transferencia tecnológica”. Sin una base científica consolidada, esta transferencia no tiene sentido. Necesitamos más gente capaz de producir el conocimiento sobre el que se fundamenten las transferencias. El conocimiento de base apoya significativamente la innovación, y ésta, sin ciencia básica, no tiene sustento.

El conocimiento científico no funciona convirtiendo a los científicos en innovadores, y esa mirada ha influido en algunas de las últimas decisiones en políticas públicas en la materia. Aunque se ha planteado como un criterio de distribución de recursos que los estudios deben tener una utilidad tangible en plazos más inmediatos, la historia demuestra que la ciencia básica es lo que da asidero a esos desarrollos.

Muchas de las plataformas de vacunación actuales, por ejemplo, tienen su fundamento en investigaciones de 30 o más años. No surgió de un día para otro, y las bases teóricas y científicas se consolidaron con años de investigaciones preliminares. Es imposible desarrollar vacunas, medicamentos u otras soluciones sin ese conocimiento.

También podemos exponer esa lógica en la necesidad de que el país fomente el potencial local en otros procesos de investigación y desarrollo, como el de las energías renovables, sin marginar a las capacidades ya instaladas en las universidades. Desde el punto de vista de la salud humana, en tanto, es clave que el país continúe fortaleciendo sus capacidades de vigilancia y de preparación de capital humano avanzado para hacer frente a nuevas enfermedades con potencial pandémica o aquellas que deriven del cambio climático, entre ellas, la respuesta fisiológica a los cambios en las temperaturas, especialmente en niños y ancianos y también la emergencia de patologías infecciosas desatendidas.

Para corregir las brechas y fortalecer los avances, la ciencia chilena requiere de una institucionalidad que se ponga a la altura de los desafíos. Los ministerios de Ciencia y Medio Ambiente son dos carteras fundamentales para nuestro sector, y las llamadas a consolidar las capacidades que permitan que el país esté mejor preparado ante las grandes problemáticas de este siglo. Necesitamos que su rol no solo sea coyuntural, como lo ha sido durante la pandemia, sino efectivamente protagónico a nivel del diseño de políticas públicas, toma de decisiones y coordinación intersectorial.

*Director del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICBM), Facultad de Medicina de la Universidad de Chile