El popular refrán de “un pelo de la cola”, para nombrar algo que no tiene mucha importancia, no aplica a la hora de hablar del cabello. No. Lo cierto es, que, si hay algo que se valora de sobremanera socialmente, aunque a veces no se admita, es el pelo.

Sí. Cambiar su color cuando empiezan a aparecer las canas es una exigencia muy antigua. Costumbre que se remonta desde la antigua Grecia y los romanos, y que actualmente es un mercado mundial principalmente femenino y en constante expansión. Uno que en 2019 alcanzó más de 29 mil millones de dólares, con preferencias populares de colores como rubio, marrón, negro y rojo; y que se espera aumente más allá de los 40 mil millones de dólares para 2023, según Statista.com

Pero ese mercado también es un reflejo social. De hecho, el 99% está orientado a ellas desde que en 1956 la marca Clairol lanzó en Estados Unidos el primer kit de coloración del cabello en el hogar.

No da lo mismo si las canas las luce un hombre o una mujer. Una situación que plantea el reciente lanzamiento de la serie Sex and The City. Cuando surgieron las primeras fotos de su reinicio no faltó la sorpresa y crítica a que Miranda Hobbes (Cynthia Nixon) luciera un elegante bob plateado. Su característico cabello rojo había cambiado a gris.

En la reciente Sex and The City el personaje de Miranda Hobbes (Cynthia Nixon), primera a la izquierda, cambió su característico cabello rojo a gris.

Ante esa transformación de un personaje, que podría ser solo un cambio estético, Miranda es interpelada por Charlotte de si acaso no la hace ver “menos joven”. Ella responde: “Hay cuestiones más importantes en el mundo que tratar de parecer joven”.

Pero no fue solo eso. Su protagonista, Sarah Jessica Parker, también fue blanco de juicios, porque en su cabello se apreciaban canas y por tener arrugas. “¿Qué esperan que hagamos? ¿Que dejemos de envejecer? ¿Que desaparezcamos?”, cuestionó en una reciente entrevista en la revista Vogue. Es que lucir o no un pelo gris, para una mujer es más que un asunto de color.

Mandato social

¿Pelo con o sin canas? No es una disyuntiva reciente. Pero la pandemia y el encierro la encendieron. No había cómo ir a un salón. En vez de teñirlas en casa, muchas mujeres optaron por dejarlas. Lo sabía el escritor y director de la serie, Michael Patrick King, que en entrevista a People reconoció que incorporar un personaje que reflejara ese cambio era una decisión apropiada.

Fuera de la pantalla algunas actrices también dan el paso. Diane Keaton debutó con su pelo gris en los Globos de Oro de 2014. Helen Mirren hizo la transición de rubio a plateado hace años, y en una entrevista de 2015 con The Daily Mail, dijo que las mujeres deben ser valientes con su cabello y no preocuparse por cambiar con los tiempos. Jamie Lee Curtis dejó de teñirse en 2017 porque quería dejar de ponerse “químicos quemantes en la cabeza”. Pero son pocas.

Diferente es para los hombres. Ellos se vuelven más “sexies”. El actor George Clooney luce canas desde 2009, y actualmente se alaba que “combinen” con su barba. Lo mismo para Richard Gere, Hugh Grant, Eric Dane (Grey’s Anatomy), Jeffrey Dean Morgan (The Walking Dead), Pierce Brosnan (James Bond de 1995 a 2002), Patrick Dempsey (Grey’s Anatomy), Matt Leblanc (Friends), entre muchos otros.

George Clooney luce canas desde 2009. Y actualmente se alaba que combinan también con su barba.

Que a una mujer se le critique por no teñir sus canas responde, dice Agnieszka Bozanic, presidenta de la fundacion GeroActivismo a la exigencia social a no envejecer. Una demanda que muchas veces no está totalmente develada. “Este mandato social es bastante viejista en el cual se mira con desdén a las mujeres envejecientes”.

“Se habla muy poco del viejismo machista”, explica Bozanic sobre una tendencia que ocurre cuando las mujeres mayores llegan al climaterio, pierden el componente de atractivo sexual de sus cuerpos y “con sus cuerpos envejecidos y se les deja de cosificar”.

Por ello, las actrices a favor de las canas, a favor del envejecer libre, son muy penalizadas. “Lo decía Susan Sontag ´las mujeres envejecemos y los hombres maduran´, y ahí se ve la diferencia. Los hombres mayores son ´interesantes y atractivos´ con canas, y las mujeres son ´descuidadas´, etc. A nosotras se nos pide el doble y se nos penaliza por envejecer y por ser mujeres”, dice Bozanic.

¿Por qué ocurre? La psicóloga Carolina Valderas, académica de la U. Autónoma, sede Temuco, indica que históricamente a las mujeres se las ha definido bajo dos ideas de alta exigencia: la estética de la juventud y la maternidad. “La valoración de lo femenino siempre ha tributado al cuerpo, un cuerpo sujeto a los estándares definidos socialmente, un cuerpo de mujer ´bello´ y con alto potencial reproductivo”, aclara.

“Cualquier cuerpo de mujer que escape de estos cánones establecidos, será tildado de ilegítimo, dejando a las mujeres en un verdadero cautiverio corporal. Esto trae como consecuencia que realicen una serie de esfuerzos por transformar o autorregular su imagen corporal y por ende lograr la anhelada aceptación social, ya que a medida que envejecemos, nos alejamos de las ideas y estereotipos impuestos”, agrega Valderas.

Para Danilka Castro, psicóloga, doctora en Ciencias Psicológicas y Magíster en Psicología Médica de la Escuela de Psicología de la U. Mayor, es además, evidentemente una expresión de machismo: “Recordemos que la identidad femenina ha estado culturalmente signada por la aprobación de la mirada de un otro (otro que puede ser hombre o mujer). Esta aprobación se traduce en cumplir estereotipos de cómo debe portar su naturaleza femenina”.

Es así como la belleza física, dice Castro, tiene mayor influencia en la vida de las mujeres que en la de los hombres, “y la edad llega a ser un elemento vergonzoso”. En cambio, añade para ellos “no se le pide ni frescura, ni dulzura, ni gracia, sino la fuerza y la inteligencia del sujeto conquistador: el pelo blanco y las arrugas no contradicen este ideal viril”.

Para Silvia Matalón psicóloga de psyalive.com, miembro de la Asociación Psicoanálitica de Buenos Aires, es una señal innegable que el mundo entero está aún atravesado por una cultura machista. “Pero el machismo no solo está en los hombres sino también en las mujeres, que muchas veces llegan a ser más crueles a la hora de señalar a otra mujer”, advierte.

“El pelo blanco en la mujer se vincula con el descuido, con la falta de feminidad, y hasta con la dejadez. Eso no ocurre con los hombres, a quienes en algunos casos podemos señalar por ´lo bien que le quedan las canas´. Sin ir más lejos, en los últimos dos años, debido a la pandemia del coronavirus, muchas mujeres dejaron de ir a la peluquería y la excusa era el miedo al contagio, como si fuese una obligación aclarar por qué una decide no teñirse”, dice Matalón

Empoderamiento

Las canas son una muestra de que, si bien el empoderamiento femenino avanza a paso firme a nivel global, “todavía hay mucho camino por recorrer”, sostiene Matalón.

En la exigencia social a no envejecer o, dicho con otras palabras, el concepto de que el éxito va de la mano de vivir eternamente joven, “claramente la lupa está puesta mucho más en las mujeres que en los hombres”, dice Matalón. “Es un concepto muy general en el cual están implicados factores psicológicos, sociológicos y culturales que están en juego interactuando permanentemente. No debería haber una transición problemática en el paso de la adultez a la vejez, pero la realidad es que las palabras ´vejez, viejo, vieja´ tienen una connotación negativa y están ligadas a la degradación del ser humano y jamás a su experiencia de vida”.

Y ese viejismo machista, estereotipos y prejuicios que derivan en conductas discriminatorias hacia mujeres mayores, dice Bozanic tiene consecuencias “afecta de forma directa a la calidad de vida de las mujeres mayores”.

Las canas son una muestra de que, si bien el empoderamiento femenino avanza a paso firme a nivel global, “todavía hay mucho camino por recorrer”, dicen las expertas. Foto: Andres Perez

Hay estudios sobre cómo el viejismo efecta en la salud física. Pero también la mental. Se asocia, explica Bozanic, a cuadros depresivos y mayor sensación de soledad. “Sabemos que la soledad va de la mano con el suicidio, por lo tanto esta invisibilización de esta problemática afecta también a otras generaciones. Todos y todas envejecemos. Y a partir de los tres años se dice que se comienzan a adquirir estos estereotipos y prejuicios en relación a la edad. Pasamos toda una vida pensando que está mal envejecer, a pesar de que es algo que no podemos controlar”.

Los prejuicios que se imponen sobre los cuerpos de las mujeres mayores son difíciles de romper. La cultura occidental, añade Castro promueve el aprendizaje de sentimientos negativos acerca del envejecer. Se fomenta además el observar en el cuerpo de manera ansiosa los signos de decadencia y declive, “observando estos signos físicos del envejecer como una señal de fracaso personal”.

“Es urgente plantearse la necesidad de oponerse a las narraciones negativas del envejecimiento, resistiéndolas, lo cual implica elaborar diferentes lecturas, diferentes discursos, sobre el cuerpo, la edad, la belleza. Es necesario redefinir los modelos de belleza y combatir los estrechos límites de lo que se considera atractivo en la actualidad”, subraya Castro.

Exitosas y con canas

En ese contexto, no sólo es positivo ver mujeres que no se tiñan el pelo, añade Valderas, sino que es especialmente positivo, al mismo tiempo que es inspirador ver mujeres que se encuentren haciendo frente en distintos contextos y con diferentes acciones, a los rígidos roles y estereotipos de género.

Tal como Valderas indica, “somos seres sociales, por lo tanto, la visibilización de los comportamientos de otras mujeres en la sociedad contribuye a impactar e influenciar en las actitudes y conductas de otras, otros y otres”. Mientras más mujeres se atreven a ser, a sentirse como deseen, a empoderarse del valor de lo que son por encima de lo corpóreo, “entonces se genera un impacto en las demás”.

Actrices, cantantes, mujeres en política, entre otras, son un ejemplo. “Para mujeres que finalmente dicen: ´bueno que si esta mujer que es famosa, que es conocida se atrevió ¿por qué no podría yo también?´. Sirve de aliento. Para sentirse parte de esa comunidad de mujeres envejecientes, que es posible también romper con estos estereotipos, derribar con estos viejismos y finalmente saltarse a la vereda de querer, aspirar a este envejecimiento digno y libre”, dice Bozanic.

En general, mucha gente tiende a imitar o sentirse escudada por ciertos referentes públicos y eso los puede ayudar a “dar el paso”. Pero para Matalón aquello no deja de ser un escudo o un permiso el tener que ver a una figura pública para animarse a hacer algo. “Lo fundamental es entender que envejecer implica aceptarnos y enfrentar este camino que comenzó desde que nacimos”.

Un miedo bien extendido en la población en Chile: el 49% reconoce sentir poco agrado ante la idea de llegar a la vejez. Así lo indicó en 2017 el Chilescopio de la consultora Visión Humana.

Es difícil aceptar la vejez. Mucho más, dice Matalón cuando no solo hombres sino las mismas mujeres dicen que hay otro camino. Un camino artificial. “Otro buen ejemplo son las cirugías, algo mucho más invasivo que teñirse el pelo, y con las que uno puede realmente lograr sentirse y verse bella y con una cara más joven. Pero es importante saber que no hay operaciones de alma, de autoestima y de actitud y que los años corren igual. Y esto no es en contra de operarse, teñirse o decidir no hacerlo, sino a favor de vivir en libertad, aceptándose o queriendo retocarse, pero siempre siguiendo un deseo y no un mandato impuesto por vaya a saber quién”.

Un proceso en el cual también hay que abandonar la noción de que si una mujer se deja las canas, va a dejar de sentir el machismo viejista, advierte Bozanic: “Porque puede ser que esas mujeres digan ´no me gustó como quedó, voy a volver a teñirme´, y no hay que castigar a esas mujeres por tomar esa decisión. Lo importante es que intentemos ser y hacer lo que queramos, pero por convicción propia no por lo que el mandato social que nos diga qué debemos ser o hacer”.