En las encuestas y estudios, Chile es un país en el cual el acceso a internet es masivo. Es lo que muestra, por ejemplo, la IX Encuesta de Acceso y Usos de Internet de la Subsecretaría de Telecomunicaciones que revela que el acceso a Internet en el hogar pasó de 60,4% en 2012 a 87,4% en 2017. Un alza importante, que indica que, en el país, cerca de nueve de cada 10 hogares tienen acceso a internet.
Pero al observar cómo se distribuye ese acceso en los distintos niveles socioeconómicos, la fotografía es diferente. Si en el segmento ABC1 el 75,1% tiene acceso a conexión pagada de internet, banda ancha fija, en el grupo C2C3 esa cifra baja a 46%, y en el nivel DE es de 24,2%.
Así lo muestra un análisis realizado por Criteria sobre la base de datos de Casen y Censo 2017 e integración de data territorial con el GSE privisto por AIM (Asociación de Empresas de Investigación de Mercado), con foco en los grupos socioeconómicos D y E (47,1% de la población nacional).
Los datos dan cuenta de una brecha digital importante en Chile, que se intensifica en época de confinamiento. “Cuando la digitalización parece ser la respuesta obligada y donde nos parece normal hablar de educación online y teletrabajo, observamos que, nuevamente los segmentos de menores ingresos quedan rezagados en cuanto a sus posibilidades de enfrentas esta crisis”, detalla el informe.
Luciano Ahumada, director de la Escuela de Informática y Telecomunicaciones de la U. Diego Portales (UDP), señala que el acceso se ha masificado, en gran medida gracias al uso de datos móviles, extendiendo el modelo que predominó por mucho tiempo basado en la conexión hogar vía módem etc. Pese a ello, aclara, no es posible afirmar que todos tienen acceso.
“Han existido esfuerzos claros para cubrir zonas aisladas o rezagadas, impulsadas en gran medida desde la Subsecretaría de Telecomunicaciones vía licitaciones, en un modelo de contraprestaciones, o incluso el reciente marco regulatorio para Roaming Nacional”, detalla Ahumada.
También se han abierto puntos de acceso inalámbrico gratuitos a lo largo de todo Chile, incluyendo Isla de Pascua, entre muchas otras medidas, dice Ahumada, dentro de una clara y pertinente matriz digital para la conectividad. “Pese a ello, esto sólo debe verse como una base para disminuir la brecha digital”, aclara.
Televisión pagada y notebook
Las comunas con mayor concentración y volumen de personas del segmento D y E son El Bosque, Peñalolén, Pudahuel, San Bernardo, La Pintana, Puente Alto y Maipú, indica el informe.
En esos hogares no solo se aprecian diferencias en cuanto al acceso banda ancha fija, también hay desigual en cuando a la televisión pagada. En este caso, si en los segmentos de mayor vulnerabilidad el 59% accede a servicios de TV cable, en el grupo ABC1 es de 84,1%.
Cristián Munita director del área de Analytics de Criteria, destaca que esa diferencia está lejos de ser trivial, porque es probablemente en los últimos hogares con menores ingresos donde la entretención al interior de la casa cumple un segundo rol aún más relevante, “que es el de mantener más tiempo a las personas dentro de la casa, en tanto los mayores riesgos están afuera de la puerta”.
Ese aspecto es muy relevante. Hace algunos años cuando Munita investigaba la cotidianidad de hogares de bajos ingresos, dice que costó entender como familias que llegaban con mucha dificultad a fin de mes, tenían grandes televisores, planes de internet robustos y muchos canales adicionales contratados. La primera mirada, era suponer que esa decisión de consumo era irracional. Sin embargo, señala, “luego de comprender con más profundidad la dinámica familiar y realizar muchas conversaciones con jefes de hogar, llegábamos a la conclusión que esa era una estrategia de seguridad y una inversión para asegurar una mejor calidad de vida en el futuro de esa familia”. Un hogar que es capaz de proveer diferentes fuentes de entretención en su interior reduce el potencial de riesgo social que implica el entorno inmediato.
El uso y funcionamiento de un computador, netbook o laptop, es otro aspecto con brechas. En el grupo ABC1 casi la totalidad cuenta con este tipo de herramientas (92,9%), porcentaje que disminuye al bajar los ingresos. En el segmento C2C3 es de 64% y en el DE 38,2%.
Esas cifras hacen cuestionar hasta que punto se puede hablar de conectividad, si no todos cuentan con los equipos que permitan capitalizar adecuadamente ese acceso, sostiene el reporte: “Sin un computador nada del avance que permiten las tecnologías de la información se hacen materiales en los hogares de menores ingresos”.
Brecha digital
La conexión a través de un teléfono móvil es más amplia en todos los segmentos. Pero aun así en el DE es la más baja, con un 43%, lejos del 87,8% del ABC1. Un acceso que no siempre es estable y de la mejor calidad, por ejemplo, para poder trabajar desde casa o continuar estudios on line.
Si se compara el acceso a internet a través de banda ancha o celular, por ejemplo, en el proceso de envío y recepción de paquetes de datos, Ahumada explica, son similares. “Si evaluamos en términos de velocidades de conexión, entonces existen alternativas ‘no móviles’ cuya velocidad supera enormemente lo máximo alcanzable vía telefonía celular, como una conexión de fibra al hogar”, indica.
Y aunque la entretención es una dimensión relevante en sí misma, tanto más en período de confinamiento, también podría serlo el uso del acceso a internet para actividades que pudieran ayudar a desarrollar nuevas competencias, indica Munita. “Así vemos que, entre el segmento de más bajos ingresos, entre aquellos que tienen acceso a internet, casi la mitad declara utilizar esta herramienta para actividades de educación y capacitación. Este mismo porcentaje en el segmento D y E solo llega al 20%”.
La brecha digital, en términos muy simples, tiene tres aspectos fundamentales, explica el experto UDP, acceso a TIC (Tecnologías de la Información y Comunicaciones), uso de estas TIC y el impacto que ellas generan sobre las comunidades. “Existe una real necesidad de mejorar el uso y el impacto, sobre una base de acceso mínima ya establecida, de forma que la tecnología agregue valor y no genere problemas aún mayores, como aislar a grupos de la sociedad por no saber emplear la tecnología”, advierte.
En el actual periodo de cuarentena, agrega Ahumada, poder realizar teletrabajo y estudiar en línea, establecen condiciones que van más allá del acceso a datos. Debe existir un entorno apropiado y habilitado para que esto pueda desarrollarse correctamente por largos períodos de tiempo.
Los problemas de acceso se han ido resolviendo paulatinamente, indica Ahumada, después de la enorme saturación vista a principios de las cuarentenas, “pero existen casos, especialmente en zonas rurales, aisladas o rezagadas en términos de inversión TIC, donde la calidad de servicio o incluso disponibilidad, no habilita el trabajo o estudio a distancia”.