“Lo más difícil es tomar el peso del trabajo doméstico junto con el trabajo”, reconoce Antonia Pérez, consultora, sobre cómo ha sido su vida laboral obligada en casa por más de un año y medio a causa de la pandemia.
Antonia admite que todo este tiempo dice ha tenido que lidiar con la sobrecarga, y eso la agobia: “Antes esas dos cosas estaban separadas, al ir al trabajo de alguna forma, se dejaban las cosas de la casa en la casa, y viceversa. Ahora está todo junto. Y ambas ambas cosas siempre tienen más que hacer, ya sea en el trabajo remunerado como en el doméstico, se siente que no hay pausa”.
Trabajar desde casa obliga además, dice Antonia que todos los espacios de recreación que antes tenía no existan, “como, por ejemplo, salir algún día a almorzar y sentarte y que te atiendan en un restaurante, sin tener que preocuparte de tener los ingredientes, cocinar, lavar la loza; salir a comprar algo o tomarse un café con clientes; desaparecen al tener que estar desde la mañana hasta la noche en los dos trabajos, siendo demandada tanto por los jefes como por las cosas de la casa”.
Al igual que Antonia, en 2020 muchas fueron las personas que debieron cambiar toda su forma de trabajar para hacerlo desde casa. Un cambio sin precedentes al mundo laboral debido a la crisis sanitaria mundial. Las restricciones de movimiento y las estrictas cuarentenas obligaron a que la modalidad remota fuera la norma. Pero lo fue más para las mujeres que para los hombres.
Brecha de género en teletrabajo
Juan Bravo director del Observatorio del Contexto Económico UDP explica que en periodo pre pandemia la cantidad de personas asalariadas que trabajan desde casa era muy poca, “era prácticamente inexistente”. Cifras del Instituto Nacional de Estadísticas indican que, en el periodo comprendido entre diciembre 2019 y febrero 2020, llegaba a un total de 06% de los asalariados, con un 0,4% de hombres y 1,0% de mujeres bajo esa modalidad.
Pero llegó la pandemia y cambió nuestra forma de trabajar. Eso forzó a las empresas a realizar todas las actividades de forma remota. Y si bien siempre se ha presentado una diferencia entre hombres y mujeres Bravo explica que con la pandemia “es bien impactante la diferencia de género que se presenta”.
Del bajo porcentaje de finales de 2019 y principios de 2020, se pasó a cifras en el trimestre junio-agosto en la que en hombres aumenta a 15,7% el porcentaje de asalariados trabajando en casa, lo que para las mujeres fue 27,1%. Ya en 2021 (enero-marzo) esas cifras fueron 7,3% en hombres y 14,9% en mujeres. La última medición del INE (abril-junio) la cifra muestra una brecha aún más pronunciada de 10,2% de hombres asalariados trabajando desde casa versus el 20,6% de las mujeres en la misma condición.
Las mujeres usan mucho más ese formato que los hombres. Y eso se entiende, dice Bravo porque muchas veces son ellas las que tienen que conciliar el trabajo con las actividades del hogar. “Aun muchas escuelas no abren, ni tampoco asisten al colegio todos los días, eso se está dando recién, pero antes estaban todas cerradas. Todas esas son responsabilidades familiares de las cuales ellas se encargan más y las lleva a que tomen ese formato. Pero la diferencia es demasiado grande, la prevalencia del teletrabajo es alrededor del doble el caso de las mujeres si se compara con la de los hombres”.
Trabajar desde casa y además ocupándose de las tareas de ese espacio. Algo no es equitativo señalaba la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo del INE en 2019: las mujeres dedican más de tres horas en promedio que los hombres a los trabajos no remunerados (5,89 horas versus 2,74 horas), que incluyen -entre otros- el trabajo doméstico.
Un círculo vicioso, dice Bravo, “donde ellas terminan mucho más recargadas porque tiene una carga mayor de responsabilidades por la distribución inequitativa de tareas domésticas, y eso afecta en su desempeño laboral con menos horas de descanso, menos horas para sí misma, es un círculo vicioso que perpetua las diferencias de género”.
Una sobrecarga que no es indiferente si de salud mental se trata. En mayo de este año la Tercera ronda del estudio Termómetro de la Salud Mental en Chile, de la Asociación Chilena de Seguridad y el Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales, lo advertía: las mujeres presentan más temor a perder el empleo, insomnio, endeudamiento y soledad.
El 67% de las mujeres admite estar estresada por el miedo a que ella o alguien en su hogar pierda el empleo, preocupación que llega al 49% de los hombres, señala el estudio. Además, el estado de soledad es declarado en un 18% por hombres y un 26% por mujeres. Al ser consultados por los problemas de salud mental, ellos los reportan un 28% y ellas 37% (aumentando 7,3 puntos desde noviembre).
Los síntomas de depresión los reconocen un 38% de los hombres contra un 55% de las mujeres. Sobre la presencia de insomnio, se da en un 18% en hombres y 21% en mujeres. En cuanto a sedentarismo, el estudio indica que está presente en 38% de los hombres y 44% de las mujeres.
Efectos en trabajo femenino
El teletrabajo es un formato que se debería ir reduciendo de forma acelerada. “En los siguientes meses veremos que será más alta en las mujeres que los hombres, pero en ambos segmentos va a ir cayendo”, dice Bravo.
Un fenómeno que se explica por la flexibilización en las restricciones de movilidad y la mejoría en comportamiento de la pandemia que hará que “mucha gente regrese a sus trabajos en forma presencial”, agrega Bravo. Se recurrió a ello como alternativa, “era la única manera de seguir, pero si se ve entre marzo y junio fue mas baja que en la primera ronda y venía bajando rápidamente, ahora retomará la tendencia a la baja”, aclara.
Una medida temporal que ha durado mucho más de lo planificado. Lo revelan las cifras de la Dirección del Trabajo sobre la cantidad de personas que han firmado un contrato para trabajar en teletrabajo o trabajo remoto, que son cerca 300 mil. Pero esa cifra es menor que la cifra de asalariados que trabajan desde el hogar, que en el periodo abril- junio fueron 846 mil, dice Bravo. Esa diferencia entre quienes formalizan versus quienes los que están haciendo, muestran que no se asumió como algo permanente.
Una alternativa en tiempos de pandemia, pero que tiene costos. Hay muchos aspectos donde hay ventajas de trabajar presencial. Tal cómo Bravo explica “muchos asuntos se resuelven más rápido”. No es igual de manera presencial o a distancia, por ejemplo, la inmediatez para resolver cualquier asunto del trabajo. Lo mismo ocurre con el intercambio de ideas “que se facilita de alguna manera con la presencialidad”, Bravo.
Esa dinámica puede generar un efecto negativo en promociones y generación de ingresos para las mujeres. Algo que probablemente será más difícil para quienes hacen teletrabajo, dice Bravo. “Para las mujeres que no están presencialmente será más difícil ser promovidas, en cambio si todos operan en ese formato no hay manera de distinguir. Esto debería pasar más en ambientes mixtos donde un segmento trabaja presencial y otros no”, indica.