Asia ha sido centro de varias enfermedades infecciosas en el último tiempo y la imagen siempre es similar: la gente comienza a salir a las calles con mascarillas. Incluso en tiempos sin enfermedades, no extraña ver personas con parte del rostro cubierto. En Oriente se entiende que ese ciudadano tiene síntomas de alguna enfermedad que no quiere contagiar a los demás. El SARS de 2003 dejó una huella imborrable de cuidado y responsabilidad social.
El Lejano Oriente es donde nació la actual pandemia de coronavirus que vive en mundo y es también donde se controló de mejor manera, si se considera el alto número de la población. ¿Fueron las mascarillas la clave? Al parecer sí, pues todas, o casi todas, las recomendaciones posteriores para detener el contagio las incluían. Junto con estas consejos, aparecieron también las voces que indicaban que no eran infalibles, que de estar sano no era necesario utilizarlas y que mejor fueran reservadas para el personal médico, todas provenientes de autoridades y expertos, no precisamente de cadenas de WhatsApp.
Donald Trump, presidente de Estados Unidos, le habló al país sin mascarilla, les recomendó usarlas, pero alegó que era incómodo para él y que no lo haría. Que solo era una sugerencia. Desde este domingo, las autoridades que dan el reporte diario del gobierno, incluido el ministro Jaime Mañalich, aparecen en pantalla usándolas, y aunque no hay nadie más en la sala, se entiende como una señal. Una más. Incluso este lunes, cuando se ordenó su utilización en el transporte.
En Estados Unidos las consecuencias del coronavirus son graves. Al comienzo de la enfermedad, los CDC, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, recomendó que si no se está enfermo “no necesita usar una máscara facial a menos que estés cuidando a alguien que está contagiado”. Si está enfermo, “debe usar una máscara facial cuando esté cerca de otras personas”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) coincidía en que “las mascarillas usadas por el público en general no están entre las recomendaciones de la OMS”, aunque ahora impulsó una campaña para que la gente hiciera su propia mascarilla en casa, a la que se sumó el Minsal.
Las órdenes contradictorias generaron un lío enorme en la población. Al final, ¿hay que usarlas siempre? o ¿solo si voy donde haya mucha gente? o ¿las que uno hace en casa, sirven? Jonás Chnaiderman, virólogo del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Chile, explica que la respuesta que contesta esas preguntas es de qué hablamos cuando se trata de mascarillas y, más importante que eso, cómo se usan.
“Por mascarilla las personas entienden muchas cosas, desde cubrirse el rostro con un paño, fabricar mascarillas con una polera, usar mascarillas quirúrgicas, el respirador N95 o hasta una pantalla de mica en el rostro”, dice el experto.
La sugerencia de la OMS para fabricar estos protectores en casa va por el camino de no acaparar un insumo que necesita y puede faltarle al personal de salud. Pero, ¿la diferencia está en la protección que dan? Sí y no, porque no solo dependen de su calidad, sino también de la forma correcta de usarlas.
“Las mascarillas quirúrgicas están destinadas a las personas que tienen sospecha de infección y al personal de salud, que fue lo que falló en Italia, donde, al inicio de la epidemia, diseminaron la infección en la población”, comenta Chnaiderman, quien agrega que “las mascarillas quirúrgicas no solo no protegen por más de media hora o 40 minutos, sino que después de eso, los fluidos que retuvo podrían ser respirados por quien la usa. Además, la gente no sabe usarlas, las toca, se la ajustan, no saben lo que la parte externa de la mascarilla concentra”.
Al mal uso se suma el hecho de que un porcentaje del aire que llega a las fosas nasales ni siquiera pasó por la protección, pues pudo entrar por sus bordes, algo inevitable.
¿Vuela o no vuela?
Lo que sí parecía resuelto es que el virus no “vuela”, sino que se esparce por el aire dentro de las gotas de saliva. Pero eso tampoco está definido con claridad. Cuando la OMS informa que el coronavirus “no está en el aire”, quiere decir que el virus se propaga principalmente a través de las gotas que aterrizan directamente en las caras o son llevadas ahí por las manos, no que floten.
Las personas infectadas con virus respiratorios emiten partículas virales cada vez que hablan, respiran, tosen o estornudan, encerradas en gotas de moco, saliva o agua. Las gotas más grandes caen y contagian y los más pequeños se evaporan, dejando virus secos que permanecen en el aire y se desplazan más lejos, pero no sería el caso del coronavirus.
Esa diferenciación de la OMS ha sido cuestionada por varios científicos. Don Milton, experto en virología de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, afirmó que la aclaración de la OMS "es irresponsable”, pues Lydia Bourouiba, del MIT, ha demostrado que los estornudos viajan mucho más allá de lo que predijeron estudios anteriores.
En un experimento publicado en Estados Unidos, una máscara quirúrgica filtró el 89 por ciento de las partículas virales de la tos en voluntarios; un paño de cocina, el 72 por ciento y una camiseta de algodón, el 50 por ciento. “En general, los materiales más gruesos son mejores que los más delgados", comentó Linsey Marr, estudiosa de enfermedades de transmisión aérea de la Universidad Virginia Tech.
Una prueba casera se pudo ver la semana pasada en redes sociales, al parecer hecha en Argentina, donde el líquido de un spray atravesaba todo tipo de telas y máscaras, excepto las quirúrgicas y el N95, lo que prueba la efectividad de los insumos que está utilizando el personal médico en Chile, pero no necesariamente que las mascarillas caseras no sean efectivas, por las diferentes presiones de un spray y la respiración.
Las recomendaciones y visiones encontradas no deberían extrañar, declaró Ricardo Valenzuela, urgenciólogo de la Clínica Los Andes a TVN: “Esta pandemia nos ha pillado sin saber nada, aprendemos cada día más, lo que sabíamos de otras infecciones virales han quedado obsoleto, no basta con la distancia social, que las mascarillas han sido mas importantes que en la pandemia de la influenza y que mañana pueda haber otra situación que no había ocurrido”.
Entonces, hay que usar mascarillas, pero no las destinadas al personal médico, sino que las caseras. “Su objetivo es disminuir el porcentaje de partículas de gran tamaño que pueden llegar al tracto respiratorio, o en el caso de alguien contagiado, esparcirlas. Debe quedar claro que esta protección no filtra las gotas más pequeñas”, aclara Chnaiderman, quien agrega que el peligro mayor de usar cualquier mascarilla es que “las personas sienten que tienen cierta libertad de romper el distanciamiento social”.