Las imágenes son claras: islas de basura se arremolinan y agigantan en los océanos, siendo rápidamente viralizadas en teléfonos y pantallas del mundo causando asombro y estupor. Las aguas se llenan de plásticos de todo tipo, los desechos orgánicos siguen lanzándose a los ríos que desembocarán en el mar, mientras la producción industrial desagua sus tóxicos mayoritariamente en los torrentes naturales.
La situación mundial del mar es pavorosa. Según un estudio publicado en la revista Science, ocho millones de toneladas de plástico entran al mar cada año. En 2025 los océanos contendrán 155 millones de toneladas y para 2050 los plásticos sobrepasarán en número a los peces. De toda esta enorme cifra el 70% de los contaminantes terminará en el fondo marino, fragmentados para convertirse posteriormente en micro plásticos.
Pero, ¿cuál es el estado de nuestras aguas? Los buzos son los que conviven diariamente con esta situación, se han transformado en los principales testigos de la actual situación submarina en el país.
"En la mayoría de los lugares donde exploran los buzos recreativos se ve muy poca basura. La mayoría de nuestros datos indican esto y eso es muy peligroso porque da una idea errónea, como si no estuviésemos arrojando basura al mar", indica Maibe Hermoso, oceanógrafa española de Ocean Eyes.
Este inédito proyecto formulado hace dos años, incentiva la participación voluntaria de más de 200 buzos nacionales que están entregando varios datos de sus inmersiones para suministrar información de tres proyectos de ciencia ciudadana que ampara Ocean Eyes. Saber cuánta basura hay, es uno de ellos.
Contaminación invisible
Los miles de desperdicios que quedan en las playas cada verano: colillas de cigarro, envases de helados o latas de bebidas, son capturadas por el oleaje y son las corrientes marinas se hacen cargo de trasladarlas por kilómetros a lugares remotos o hundirse hacia el fondo marino. Que la basura no sea visible, no es sinónimo de un acto de magia natural.
"Los puntos de buceo en Chile suelen ser bajos, están fuera de las bahías. Debido al sistema de corrientes y a que existen pocas estructuras de retención de materiales, toda la basura es barrida de la zona costera y pasa al sistema de corrientes de Humboldt donde es mucho más difícil poder manejarla o recogerla", señala Maibe.
Los antecedentes señalados por la oceanógrafa corresponden a más de 80 observaciones efectuadas entre Arica y Valdivia, con un porcentaje mayor de informaciones obtenidas en las regiones de Coquimbo y Valparaíso: "Si la basura quedase retenida en las costas sería mucho mejor porque se podría limpiar, sería más perceptible y eso generaría consciencia o cambios de actitud", dice la científica. Sin embargo, ya sea por las corrientes del Pacífico o por la imposibilidad de pesquisar todo el fondo marino, la basura pareciera permanecer en un estado de invisibilidad.
¿Pero puede ser invisible un colchón de dos plazas? Rodrigo Sánchez, director de Buceando Chile encontró uno hundido a 10 metros de profundidad en la costa de Pichidangui, además de baterías de auto y cientos de latas de cerveza. Con más de 15 años de experiencia como buzo profesional y creador de una escuela de buceo, en este lapso ha visto el desmejoramiento del océano nacional.
"Cuando uno habla que Chile tiene más de 4.500 kilómetros de costa, nadie se enteró que verdaderamente tenemos 83.500 kilómetros, tomando en cuenta las islas, los canales, los fiordos, tamaño equivalente a dos vueltas y media a la Tierra por la línea del Ecuador. Esa cifra pone en contexto la dificultad que tiene el Estado de un país en vías en desarrollo para administrar un problema que es de magnitud planetaria. Tenemos un tesoro gigante y lo estamos destruyendo con las salmoneras, que tienen varios miles de kilómetros afectados por sus faenas acuícolas", cuenta el buzo.
A la basura proveniente de las playas, se le une la que entregan los emisarios. Los kilométricos ductos que transportan las aguas residuales de las ciudades hacia los cauces de ríos, lagos o mar, contienen contaminantes nocivos que van mutando la forma original de los fondos marinos. Rodrigo Sánchez lo ha visto con sus propios ojos: "En Algarrobo fuimos a bucear lo más cerca que pudimos del emisario que tiene la bahía, que está un poquito más al sur de San Alfonso del Mar. Estábamos a unos pocos metros de dónde salía el tubo y las algas era muy raras, no asociadas al ecosistema local y eso ocurre porque no hay plantas de tratamientos de las aguas".
Lagos de basura
Los mares no son los únicos cuerpos de agua en peligro. Las reservas de agua dulce sufren el mismo problema. Puerto Varas, autoproclamada como capital turística, sobrelleva uno de los peores embates de contaminación en el gran Llanquihue de los últimos años debido a la apertura de los emisarios que desembocan en la cuenca lacustre: "Están todos los estamentos hablando del tema, sin embargo, seguimos lanzando la caca al lago", sentencia Sánchez.
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Basura en el fondo del lago Llanquihue.[/caption]
En enero del 2019, el buzo junto con los alumnos de la Universidad San Sebastián, hicieron una jornada de limpieza del fondo del lago en el sector de los Riscos, camino a Ensenada. Fueron 23 los submarinistas que participaron en la recolección en un lugar que, desde la superficie, se veía en perfecto estado: "Nunca imaginé que podría haber tanta basura como la que vi en el Llanquihue. Telarañas de líneas de pesca, cientos de cucharas de pesca deportiva, miles de latas de cerveza, cañas de pesca completas… hasta la reja de una ventana que pesaba 50 kilos. Uno se pregunta, ¿qué hace todo esto aquí si no estamos cerca ni de la carretera? Sentí angustia, se me apretó el corazón", relata Rodrigo Sánchez.
Pero, así como hay un gran problema, también hay ejemplos de consciencia ambiental. El club de buceo "Cangrejos", de Puerto Varas, ha sacado 7,5 toneladas de basura desde el fondo del Llanquihue, a través de cuatro jornadas de recolección que han organizado desde hace tres años. Tomás Mora, uno de sus dirigentes, ha buceado profesionalmente cuatro décadas y desde 1987 bajo la superficie del lago: "No te sabría dimensionar desde el punto de vista cuantitativo en qué porcentaje se ha desmejorado, pero si antes encontrabas una mugre por metro cuadrado, hoy es posible encontrar cinco o seis".
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Club Cangrejos, en el lago Llanquihue.[/caption]
En cada una de las limpiezas han participado de 60 a 80 buzos que trabajaron durante 40 minutos –tiempo que dura una carga de oxígeno -. Tomás indica que la mayor parte de la basura es de origen doméstico: "Hay carros de supermercado a 15 metros de profundidad. Pañales, botellas, latas de cerveza, juguetes… un generador con bencina en el estanque a 14 metros. Hay toallitas higiénicas, bolsas de basura, zapatos y todo lo que conlleva el uso de embarcaciones de turismo: cabos, banderas, remos o encendedores".
Para los Cangrejos la situación, lejos de deprimirlos o llenarse de rabia, les ha dado fuerzas. Actualmente realizan jornadas de concientización y puesta en valor del lago en escuelas orientadas a niños de 5 a 7 años. "Cuando conversas con los de prekinder, ellos ya están con el tema de la sustentabilidad, con el reciclaje. Queremos hacer cosas para el futuro, para que esto no siga ocurriendo", finaliza Tomás.
Limpiando los ríos de la Patagonia
El tema de la contaminación de las aguas es de larga data. Desde la creación del plástico por parte de John Wesley Hyatt, hace un siglo, los objetos de este material han sido lanzados bajo la superficie cuando ya no sirven más, siendo la principal causa de contaminación en todo el planeta. Ni los más prístinos se salvan si hay un centro urbano cerca.
En Cochrane, 330 kilómetros al sur de Coyhaique, en plena Carretera Austral, su río homónimo es uno de los con mejor visibilidad submarina del país con hasta 15 metros de transparencia. Eso maravilló a Cristián Restrepo Ruiz cuando visitó el poblado por primera vez hace una década y se lanzó a nadar por sus frías aguas en pleno verano: "Vi mucha naturaleza, pero también encontré cientos de latas de cerveza".
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Basura en el lago Cochrane.[/caption]
Al año siguiente decidió mudarse a esta la localidad y pudo vivenciar directamente la relación que existía entre la contaminación del cauce y el polo urbano. Médico veterinario e instructor de buceo recreativo, se asoció con el Liceo Austral Lord Cochrane para hacer capacitaciones en buceo apnea a niños que ni siquiera sabían nadar. El río Cochrane adquirió así una nueva mirada para los estudiantes, lo que motivó que el verano del 2014 comenzara una revolución ecológica en Cochrane.
"Fuimos con las cuadrillas de limpieza a sacar basura en diversos sectores del río, acompañados de kayakistas del Club Náutico Escualos. Ellos esperaban en la superficie y ayudaban al transporte de la basura. Los niños eran 12, pero más los universitarios que volvían en esos meses, éramos como treinta. Hicimos como sesenta jornadas, todos los lunes, martes y miércoles de aquel verano", recuerda Restrepo.
Lo que había debajo del agua, dejó a la comunidad sorprendida: "Siempre los ríos han sido el desagüe de todo tipo de deshechos porque uno no los ve. En el Cochrane no fue distinto, nos topamos con bolsas enteras de basura, hay latas de cervezas muy antiguas a las más nuevas, bicicletas, ollas, planchas, radios y hasta un perro ahorcado. Mucha ropa, botellas de vidrios, latas de pintura, letreros políticos de concejales y muchos zapatos", relata Restrepo.
Cada verano, desde entonces, se han repetido las jornadas de limpieza, mejorando ampliamente las condiciones del río que tienen como principal habitante al escaso puye grande (Galaxias platei). En 2016, el Liceo adoptó como tema anual al río y fue incorporado en todas las materias educacionales dándole una alta valorización y un respeto antes no logrado.
Los niños se convirtieron en líderes ambientales, el aprendizaje se volvió experimental y los cambios dentro una comunidad pequeña como la de Cochrane se comenzaron a notar: "Cuando los niños cambian, también lo hace su familia", cuenta Restrepo.
Para los especialistas solo cambios profundos motivados mediante la educación ambiental y de la creación de hábitos conscientes, consiguen un mayor éxito que se hacen urgente replicar.
Sin embargo, el tiempo está en contra: en el planeta por cada minuto del día la cantidad de desechos plásticos que termina en el mar equivale a un camión de basura completo. Las matemáticas horrorizan: son 1.440 camiones diarios, 43.800 por mes y 525.600 en un año. ¿Cuántos de ellos quedan en los fondos marinos de Chile? Hasta ahora sólo los buzos lo pueden saber.