Poco antes del amanecer del 30 de agosto, Gennady Borisov detectó algo inusual mientras miraba el cielo nocturno de Ucrania. Esa madrugada, el astrónomo aficionado ocupaba los instrumentos del observatorio MARGO, en Crimea, cuando registró una luz fugaz, un punto en la bóveda estelar que era apenas perceptible. Era un cometa, que recibió el nombre C/2019 Q4 (Borisov) y que con el paso de los días ha sorprendido a los científicos: el cuerpo especial es demasiado veloz como para ser presa de la gravedad del Sol, lo que indicaría que es el segundo objeto interestelar registrado hasta ahora tras la detección en 2017 del asteroide Oumuamua.
Hoy el cometa está a unos 420 millones de kilómetros del Sol y alcanzará su mayor cercanía el próximo 8 de diciembre, cuando se ubique a 300 millones de kilómetros del astro. "La velocidad actual del cometa es alta, casi 150 mil kilómetros por hora, lo cual está mucho más allá de las velocidades típicas de los objetos que orbitan el Sol a esa distancia. La alta velocidad indica no sólo que el objeto probablemente se originó fuera de nuestro sistema solar, sino que también dejará la zona y volverá al espacio interestelar", señaló en Davide Farnocchia, investigador del Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra que opera la NASA, en un comunicado.
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El astrónomo aficionado Gennady Borisov. Crédito: Gennady Borisov[/caption]
Aunque los orígenes del C/2019 Q4 todavía no están confirmados en un ciento por ciento, sí está comprobado que es un cometa. El seguimiento realizado por astrónomos de la Universidad de Hawaii y de otras instituciones ha establecido que el objeto tiene un núcleo de entre dos y 16 kilómetros de diámetro. Además, posee una coma o "cabellera", una nube de gas y polvo que lo envuelve y que se ilumina cuando la gélida superficie se aproxima al Sol.
Ese detalle es el que fascina hoy a los científicos, ya que podrán recolectar muchos más datos sobre su composición que en el caso de Oumuamua. Para empezar, el cometa es más grande y brillante, lo que facilita el registro de las pistas químicas sobre su composición. En el caso de Oumuamua, ese cuerpo espacial fue detectado cuando ya se dirigía fuera del sistema solar, mientras que la ruta de C/2019 Q4 lo acerca a su interior. "Este es el primer objeto altamente activo que hemos visto que proviene de algo que se formó alrededor de otra estrella", señaló Michele Bannister, astrónoma la Universidad de la Reina, en Belfast, a National Geographic. Según la investigadora, la observación detallada del cometa recién empezaría en octubre, pero durante los próximos meses los científicos podrán analizarlo en todo su esplendor.
"Lo que es realmente fantástico es que esta cosa debería ser observable durante un año", explicó Matthew Holman, director interino del Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional, a National Geographic. El astrofísico de la Universidad de Harvard agregó que "vamos a ver esta pequeña muestra de otro sistema solar y, aunque no sabemos necesariamente de donde vino, es algo muy emocionante".
Investigación en curso
Los astrónomos estiman que, en cualquier momento, existe algún cometa o asteroide interestelar recorriendo la órbita de Marte y unos 10 mil circulando en las cercanías de Neptuno. El problema es que son tan pequeños que es casi imposible verlos. En el caso de Oumuamua, el seguimiento logró establecer que tenía entre 179 y 400 metros de largo y apenas 39 de ancho, lo que daría una apariencia similar a la de un lápiz. Otro rasgo que desconcertó a los científicos es que no viajaba con la misma rapidez: a comienzos de 2018 aumentó repentinamente de velocidad y generó varias especulaciones.
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Ilustración que recrea la apariencia de Oumuamua. Crédito: ESO[/caption]
Incluso, Abraham Loeb –director del departamento de Astronomía de Harvard- y el investigador Shmuel Bialy publicaron un análisis en el que propusieron una explicación rupturista: quizás era una nave que usaba alguna especie de vela solar y que fue creada por una civilización alienígena. Su teoría no fue bien recibida por algunos de sus colegas. "Oumuamua no es una nave alienígena y los autores del paper insultan los análisis científicos honestos al sugerirlo", escribió Paul M. Sutter, astrofísico de la Universidad Estatal de Ohio, en su cuenta de Twitter. El astrofísico teórico Ethan Siegel también fue lapidario en un artículo de la revista Forbes: "Un impactante ejemplo de ciencia sensacionalista y mal motivada".
Abraham no se amilanó, siguió insistiendo en su idea, dio decenas de entrevistas y hoy existe interés en rodar películas sobre su vida e investigaciones. "La reacción a mi estudio muestra prejuicios. Algunas personas argumentan que 'nunca se trata de alienígenas'. Obviamente, si permites que el prejuicio guíe tu investigación quizás nunca descubras algo nuevo, ya que estás asumiendo que el futuro se asemeja al pasado", explica el académico a La Tercera.
Para el investigador, la principal razón por la cual la búsqueda de civilizaciones extraterrestres sigue siendo un tema tabú se debe a "la carga de la ciencia ficción y los reportes sin fundamento de 'objetos voladores no identificados'. Pero este factor no debería guiar nuestra estrategia científica. En lugar de eso, deberíamos guiarnos por la evidencia y los datos. No ponerle anteojeras a nuestra interpretación".