Cámaras trampas muestran cómo gatos y perros están depredando a los carnívoros de la zona central

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Chingue, especie endémica de la zona central, uno de los animales depredados por perros y gatos. Foto: Rodrigo Millalonco.

De las 132 de cámaras ocultas que se instalaron en distintos espacios naturales y seminaturales, en casi la mitad se detectó la presencia de perros y en el 10% la presencia de gatos.


La fauna nativa de Chile, como el puma, el zorro culpeo, la güiña, el chingue, el gato colocolo, el gato andino, entre otros, se encuentran en peligro. El acelerado cambio climático es una amenaza para ellos, pues afecta su alimentación, sus fuentes de agua y hábitat, pero no es la única.

Un estudio en colaboración entre el Proyecto GEF Montaña y una alumna tesista doctoral de la Universidad Andrés Bello (UNAB) ha evidenciado que perros y gatos están poniendo en riesgo el futuro de los carnívoros nativos, que son importantes en el ecosistema pues conservan el equilibrio de la biodiversidad, y en consecuencia, el futuro de la tierra.

En el marco del levantamiento de información para el Sistema de Información y Monitoreo de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos de la Región Metropolitana de Santiago (SIMBIO RMS), el Proyecto GEF Montaña caracterizó a los carnívoros nativos presentes en los cordones montañosos predominantes de la RM.

A través del registro fotográfico obtenido de cámaras ocultas se pudo analizar que los carnívoros nativos de menor tamaño son los que se encuentran más en la cordillera de la Costa, sugiriendo que esta podría estar actuando como refugio en una región altamente antropizada. Los resultados permitieron conocer la presencia de las amenazas para estos carnívoros, entre ellas principalmente las especies exóticas como perros y gatos.

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Registro fotográfico de una cámara oculta. Foto: Proyecto GEF Montaña

Anteriormente ya se conocía que los perros domésticos impactaban negativamente sobre los carnívoros nativos. Los perros interactúan en comunidad y son los carnívoros más abundantes sobre cualquier otra especie nativa, de hecho el 70% corresponde a animales “de libre deambular”, es decir, que viven sin restricción humana.

Camila Dünner, alumna tesista candidata a doctora en Medicina de la Conservación de la UNAB explica que los perros “interactúan con los carnívoros silvestres nativos principalmente mediante competencia, consumiendo sus presas, acosándolos y desplazándolos de sus hábitats originales, e incluso actuando como reservorio de enfermedades infecciosas fatales, como el distemper canino”.

En cuanto al gato doméstico, este fue catalogado como una de las 100 peores especies exóticas invasoras por su capacidad de depredar pequeños mamíferos y aves. Sin embargo, su daño en proporción es menor que la del perro.

Los datos del estudio evidencian el frágil estado de conservación de casi todas las especies nativas, especialmente el gato andino, calificado en peligro de extinción. De las 132 unidades de trampas de cámaras ocultas que se instalaron en distintos espacios naturales y seminaturales, así como en áreas donde se realizan actividades productivas y sitios públicos. De ellas, 58 mostraron presencia de perros (44%), y 12 presencia de gatos (9%).

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Registro fotográfico de cámara oculta. Foto: Proyecto GEF Montaña

El resultado de esta interacción suele ser la extinción local, comenta Dünner, pero agrega que existen otros mecanismos adaptativos que ocurren primero, como la modificación de la conducta, del uso del espacio y del tiempo en función del riesgo percibido. Así, por ejemplo, los carnívoros nativos sopesan el riesgo de encontrarse con un perro, pudiendo disminuir su capacidad de cacería o su éxito reproductivo.

La tenencia responsable podría ser la solución

Ante el peligroso escenario al que se enfrenta la fauna nativa de Chile, la investigación sostiene que es necesario un replanteamiento integral de las estrategias de tenencia responsable y control de especies exóticas invasoras, como perros y gatos.

Petra Wallem Stein, encargada de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos en Proyecto GEF Montaña sostiene que el gobierno debería replantearse iniciar estrategias más agresivas para cambiar las conductas respecto a la tenencia responsable, “sobre todo en las áreas rurales, porque las personas todavía no han aprendido el daño que provocan sus mascotas en la montaña. Y yo digo que la culpa no es de los perros, no es de los gatos, es de los seres humanos que no asumen responsabilidad por sus mascotas”, comenta.

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Perro en la costa.

La fiscalización y penalización de la tenencia irresponsable no es un método efectivo por sí solo, y Wallem indica que las estrategias “debería ir una campaña de conciencia fuerte hacia hacia la ciudadanía, dirigidas hacia una educación drástica de la población humana y con multas quizás más severa, con un programa más enérgico de poner chip, sobre todo en las áreas rurales, a los perros para poder identificar quién es el dueño y poder así también multarlo”.

La necesidad de un cambio de comportamiento poblacional con su entorno natural y la biodiversidad es urgente. El estudio entrega algunas recomendaciones para proteger y fortalecer a la fauna nativa, como reforzar los mecanismos de financiamiento y gestión de las áreas protegidas existentes. Ya que el estudio demostró que la mayor cantidad de carnívoros nativos estaba en predios de acceso delimitado por cercos perimetrales, que limitan el acceso humano y desarrollo de actividades ilícitas, pero no impiden el paso de los animales.

Del mismo modo, hubo menos detección de carnívoros en sitios protegidos que realizan actividades de turismo y concentran mayor densidad de personas con horarios de cierre más tardíos.

“Creo que debemos comenzar comprendiendo que todos somos parte de un delicado ecosistema, cuyo equilibrio está bajo amenaza y cerca de un punto de no retorno”, comenta Camila Dünner.

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Registro fotográfico de Puma. Foto: Proyecto GEF Montaña

Es por esto que se hace un llamado a fortalecer las prácticas de manejo de especies exóticas en áreas naturales para promover el flujo de especies que con su presencia son indicadores de una “buena salud” del ecosistema. Evaluar las estrategias más efectivas para limitar el acceso autorizado y no autorizado de personas es necesario para ayudar a las especies a proliferar en un ambiente tosco y humanizado.

Petra Wallem concluye: “Necesitamos pensar en los derechos de las especies nativas silvestres que comparten con nosotros los paisajes en los que vivimos. Si no aprendemos a moderar y a templar nuestra necesidad de satisfacción, de caprichos y nuestras voluntades, nos vamos a quedar con un desierto”.

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