Chile es un país en acelerado envejecimiento. Según proyecciones sobre la base del Censo 2017, el número de personas de 65 años y más en 2019 llegó a 2.260.222 (11,9%). Y si se considera a los mayores de 60 años, superan los 2 millones 800 mil personas (16,2%). Hace 25 años era casi la mitad y para 2035 se prevé una importante alza, con 3.993.821 personas, es decir, el 18,9% del total de la población.
La esperanza de vida al nacer en el país ha aumentado significativa y aceleradamente. Pasó de 55 años en la década de los cincuenta, a más de 80 años en la actualidad. Y para el año 2100 se espera que encuentre en torno a 90 años, indican estimaciones de proyección de población de la Cepal.
Un proceso de transición demográfica que presenta múltiples desafíos. Uno de ellos es que ese envejecimiento es uno de los factores que más ha incidido en que el cáncer ya sea la primera causa de muerte en Chile. Es que la edad es uno de los factores de riesgo asociados al desarrollo de esa enfermedad.
Y si bien el cáncer puede desarrollarse en cualquier momento de la vida, a medida que se envejece, la mayoría de ellos se vuelven más comunes. La razón es que las células pueden dañarse con los años, daño que se acumula a medida que pasa el tiempo, lo que a veces, puede provocar cáncer.
A ese proceso natural se pueden sumar factores externos. La exposición a productos químicos, la contaminación, el consumo de tabaco o alcohol, la exposición a los rayos ultravioleta del sol, hasta la alimentación y el estilo de vida, entre otros, elevan ese riesgo.
Pero además, con el paso del tiempo, se experimenta una disminución de las funciones inmunitarias, que, cuando funcionan bien, son una vigilancia constante y pueden erradicar que las células sospechosas se vuelvan cancerosas.
Otra razón es al mal funcionamiento del sistema inmunológico en personas mayores, etapa en que está constantemente en una falsa auto-alerta (llamada inflamación crónica sistémica estéril) y esto crea condiciones que estimulan la multiplicación de células de alto riesgo, provocando así su conversión en células cancerosas.
Las personas mayores de 75 años tienen 28,3% más riesgo de morir de cáncer. Así lo establecen cifras del Observatorio Global del Cáncer, plataforma web que presenta estadísticas globales sobre el cáncer para 185 países, de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Según el Instituto Nacional del Cáncer en Estados Unidos (NCI), la edad media de los pacientes en el momento del diagnóstico de cáncer es de 66 años. El 60% de ellos, tienen 65 años o más. Y una cuarta parte de los casos nuevos se diagnostican en quienes tienen entre 65 y 74 años. La edad promedio, por ejemplo, para el cáncer de mama es 61 años; para el cáncer colorrectal es de 68 y para el cáncer de pulmón es de 70.
Los pacientes que no han cumplido los 20 años, indica el NCI representan solo el 1% de todos los casos nuevos de cáncer y una fracción aún menor de las muertes por la misma enfermedad.
El envejecimiento es uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de cáncer, explica la Dra. Macarena Honorato, médico geriatra, miembro de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile, “y el país está viviendo un cambio demográfico con un incremento de la sobrevida y por tanto un mayor número de personas mayores, lo que conlleva a un aumento en la incidencia de cáncer en este grupo etario”.
El Dr. Jorge Browne, médico geriatra y director de la SGGCh agrega que junto con ese aumento en las causas de muertes por cáncer, hoy en día también estamos experimentando una mayor incidencia de la enfermedad, “principalmente porque las poblaciones están envejeciendo y a medida que envejecen, la posibilidad de tener nuevos cánceres aumenta también”.
Alza del cáncer
En Chile, la mortalidad por cáncer aumentó en 109% entre los años 1986 a 2016, según datos del Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (AIRC, su sigla en inglés), de la OMS.
Según las estimaciones realizadas por AIRC en 2018, en Chile para el año 2040, habrá 94.807 nuevos casos de cáncer, lo que corresponde a un aumento de 77,6% en los próximos 19 años. En 2018 el cáncer ocasionó 28.443 muertes en Chile, las que llegarán a 55.698 para el año 2040.
Un panorama al cual en los últimos años se agregó la pandemia. El Covid-19 agravó las proyecciones. Un reciente estudio publicado en The Lancet, “Estimación del impacto de la pandemia Covid-19 en el diagnóstico y supervivencia de cinco cánceres en Chile de 2020 a 2030: un análisis basado en simulación”, proyecta un incremento del 15% en el total de casos respecto a un escenario sin pandemia para el 2030. Para 2022, el alza se calcula en un 10% más de diagnósticos.
“Si en 2020 tuvimos un 32% menos de casos, el efecto rebote para 2021 y 2022 es que vamos a tener un 14% más de diagnóstico en 2021″, señala el Dr. Manuel Inostroza, académico de la U. Andrés Bello.
Según el reporte, la mayoría de los decesos (95%) por tumores de mamas, cuello uterino, colorrectal, de próstata y de estómago se concentrará antes de 2025.
Lamentablemente, alerta el estudio, el estado en el cual los casos serán pesquisados será en fases de mayor avance, lo que incidirá directamente en la efectividad de los tratamientos.
“El estudio deja en evidencia de manera dramática la urgencia de tener una buena caracterización de las personas que no se han hecho el diagnóstico todavía o que se van a hacer el diagnóstico y muy probablemente estarán esperando por una atención”, indica la Dra. May Chomali, directora ejecutiva de CENS, centro tecnológico de CORFO impulsado por cinco universidades y que también convoca a actores de la industria.
¿Inevitable?
El cáncer será uno de los desafíos sanitario más urgentes en las próximas décadas. Sin embargo, si se considera que el 40% se relacionan con estilos de vida no saludables, es posible trabajar en la prevención de los factores de riesgo modificables favoreciendo una mejora en la salud de la población en general y de personas mayores.
Cuatro de cada 10 casos de cáncer podrían prevenirse. Envejecer no significa que definitivamente se vaya a tener cáncer.
Honorato dice que el foco principal debe estar en la prevención de los otros factores de riesgo que se asocian al cáncer, como mantener una vida saludable. Realizar ejercicio físico, evitar el tabaco, mantener un estado nutricional adecuado, corrección de enfermedades crónicas como hipertensión y diabetes, y realizar los exámenes de tamizaje de cáncer cuando estén indicados, son las recomendaciones. “Estas medidas preventivas se deben promocionar no sólo en las personas mayores, sino que desde edades tempranas para tener un mayor impacto”.
Los patrones secuenciales del envejecimiento no pueden cambiarse. Pero sí pueden modificarse varios factores relacionados con la edad que contribuyen al riesgo de enfermedad, y en especial del cáncer.
Estudios recientes indican que para la mayoría de las personas, esta enfermedad no tiene por qué ser una consecuencia inevitable del envejecimiento.
Un reporte de la División de Prevención y Control del Cáncer, del Centro Nacional para la Prevención de Enfermedades Crónicas y Promoción de la Salud, CDC, en Estados Unidos señala que intervenciones que apoyen entornos saludables, ayudan a las personas a controlar las afecciones crónicas y promueven comportamientos saludables que pueden ayudar a las personas a realizar una transición más saludable de la mediana edad a la vejez y reducir la probabilidad de desarrollar cáncer.
Honorato destaca que sin duda que las condiciones sociales han mejorado si se comparan con décadas anteriores, “porque afortunadamente siempre ha existido la mirada de lograr un envejecimiento digno y de calidad”. Sin embargo, añade, “aún nos queda camino por recorrer para lograr estándares de cuidados cómo existen en países con más experiencia en envejecimiento cómo Holanda o Dinamarca, por dar un ejemplo”.
Se ha realizado un gran avance en el cuidado y la protección de las personas mayores. Y la pandemia, dice Honorato ha logrado visibilizar aún más los requerimientos, cuidados y distintas necesidades que precisan, tanto en lo físico como en lo emocional. “Ciertamente debemos seguir avanzando en este camino para lograr cada vez más una mejor calidad de vida de las personas mayores”.
También se debe considerar planificar la vejez, dice Honorato. Proceso que se inicia con tener objetivos sobre cómo y dónde queremos envejecer. “Todos estarán de acuerdo que mantener la independencia es una de las prioridades a la hora de envejecer, y esto se logra con medidas fáciles de cuidado como mantener una vida activa, una alimentación saludable, el buen control de enfermedades crónicas como la hipertensión y la diabetes, entre otras cosas. Cada vez más vemos personas jóvenes preocupándose y ocupándose de mantener un envejecimiento activo”.
Mejores tratamientos y mejores resultados
Otro elemento importante, apunta el director de la SGGCh es que actualmente los nuevos tratamientos contra el cáncer ofrecen esperanzas de mejores resultados.
“Hay que reconocer que los tratamientos de cánceres han sufrido un gran cambio en los últimos años. Enfermedades que en estadios anteriores tenían un pronostico muy limitado, hoy día están teniendo tratamientos que son exitosos”, aclara Browne.
Gracias a técnicas quirúrgicas menos invasivas, técnicas avanzadas de radioterapia, terapias más dirigidas, terapias hormonales e inmunoterapias, hay más opciones de tratamiento que hace algunas décadas. Algo que ha beneficiado especialmente a personas mayores.
“Sabemos que en estos tratamientos las personas mayores frecuentemente tienen más complicaciones, pero el punto está en que estas complicaciones de tratamientos oncológicos, ya sean cirugías, quimioterapias, etc., si bien en general tienen más complicaciones, no es en todos”, sostiene Browne.
Hay personas mayores que gozan de un excelente estado de salud y pueden resistir perfectamente bien tratamientos. Y no solo resistirlos. También pueden beneficiarse de los mismos, dice Browne “en terminos de calidad de vida y mortalidad”.
El desafío es saber quién se beneficia y quién tiene más riesgo en esos tratamientos. La evaluación oncogeriátrica, realizada por geriatras o personas no geriatras, pero entrenados en una evaluación del estado funcional, “tiene un gran valor”, sostiene Browne.
“Hoy la evidencia apoya que una evaluación oncogeriátrica permite discriminar aquellos pacientes que se benefician de un tratamiento o aquellos que tendrían más riesgo de tener los efectos adversos como toxicidad en quimioterapia o hospitalizaciones”, explica sobre un área de reciente aplicación en Chile que muestra reconocidos beneficios para pacientes.
“El objetivo final es entender que el cáncer va a aumentar en su incidencia, que cada vez es más frecuente, pero que la posibilidad de tratamiento también aumenta. Esto nos permite poder elegir mejor a los pacientes y que los que vayan a tratamiento se mantengan lo mejor funcional y mentalmente posible”, concluye Browne.