Uno de los impactos más devastadores de la pandemia es en el trabajo. Por primera vez en una década el desempleo superó los dos dígitos (11,2%) y uno de los sectores más damnificados son los mayores de 60 años: por cada 100 empleos perdidos, 19 son de ese grupo. Así lo concluye un estudio del Observatorio del Envejecimiento de la U. Católica-Confuturo.

Según la investigación, 384 mil personas mayores de 60 años que en 2019 trabajaban, pasaron a ser inactivos en el trimestre marzo-mayo.

Algo inédito, detalla el reporte, considerando que desde 2016 esta cifra no superaba las 110 mil personas. Es la primera vez en los últimos cuatro años que solo uno de cada cuatro personas de 60 años o más declara estar ocupada. La mayor pérdida es en el segmento próximo a jubilar (60 y 64 años).

“Es una preocupación para todos”, dice Macarena Rojas, directora de gestión de este observatorio. Ello, explica Ignacio Madero, académico de Sociología y Salud Pública UC, y colaborador del observatorio, porque “la pérdida de empleo de este segmento deberá ser contenida en gran medida por familiares”, pues muchos de estos adultos apenas tienen una pensión básica solidaria.

Más de 500 mil personas mayores viven solas. Pero también una proporción no menor vive en hogares intergeneracionales (al menos tres generaciones o con un padre e hijos adulto), que es el 84% de los hogares de personas entre 65 y 75 años.

En el periodo analizado, 129.838 declaran “teletrabajar”, un 15.8% de todos los trabajadores senior. Además, cerca de 100 mil personas mayores se encuentren trabajando en la vía pública. Ambas cifras plantea interrogantes respecto de la adecuación laboral a la que se enfrentan, “aspecto que el fomento del empleo senior deberá hacer frente a la brevedad una vez se normalice la contingencia nacional”, indica Rojas.

Aquello habla que las labores que realizan que no son posibles de replicar desde su hogar. “Eso se debe a que un gran porcentaje ellos tuvieron acceso a menos escolaridad y acceden a trabajos de menor calidad, quienes pueden escoger son los que tiene mayor escolaridad. Los más vulnerables tienen que trabajar en los puestos que el mercado está ofertando, pero no siempre están en el formato más adecuado en términos de horario y flexibilidad”, dice Rojas.

Trabajar después de jubilar

Cifras previas mostraban que son muchos los que extienden más allá de la edad laboral su trabajo. Por longevidad y también por necesidad, “porque hay un incentivo positivo a seguir trabajando después de jubilar”, dice Rojas. Lo primero es asociarlo a necesidad económica. Pero entre quienes siguen trabajando muchos declaran que si no tuviera necesidad igual lo haría, aclara Rojas, “es realizar una actividad gratificante, que da sentido”.

Antes de la pandemia Casen 2017 revelaba que un grupo importante trabaja más allá de la jubilación, fundamenta Madero, por necesidad y por deseo propio (22,3% de las mujeres y 47% de los hombres). Sin embargo, no siempre es con buenos sueldos. “En Chile las personas mayores que trabajan reciben el 67% del ingreso de menores de 65 años, y esa razón es del 86% en la Ocde”.

¿Debería un mayor de 70 años trabajar? Depende de cada caso, agrega Agnieszka Bozanic, psicogerontóloga y fundadora GeroActivismo. Con ello se integran en un entorno social más amplio y se contactan con otros grupos generacionales, dice, “lo cual es tremendamente beneficioso sobre su propia identidad”.

Pero el 66% lo hacen por necesidad económica, según la última Encuesta de Calidad de Vida en la Vejez. Y eso es lo nocivo, advierte Bozanic. Deberían disfrutar de su tiempo libre o desarrollar otros intereses, y no pueden. “Las bajas pensiones y el alto costo de vida los obliga a permanecer en el mercado laboral, muchas veces, en puestos de baja calidad y con sueldos que dejan mucho que desear”.

Desprotegidos

En la actual crisis no es de extrañar que los primeros perjudicados laboralmente sean las personas mayores, agrega Camila Quinteros, socia fundadora de la organización 60 y Más Consultores. Muchas organizaciones promovieron la jubilación. Otros renunciaron porque no podían llegar a sus trabajos. Otros fueron despedidos. “Y muchos se han tenido que acoger a la Ley de Protección al Empleo y nadie sabe si cuando esto pase, recuperarán sus puestos de trabajo”.

Fue el grupo que quedó primeramente tipificado como en el que había que hacer algún tipo de estrategia de protección en salud, y todas las medidas de protección en el trabajo se aplicaron primero a ellos, señala Gerardo Fasce, presidente de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile: “fueron los primeros que se mandaron a la casa, y por lo tanto muchos de ellos van a estar en esa proporción de personas que están fuera del sistema de trabajo, y uno sabe que esto es una muestra y en la medida que los plazos se alarguen será proporcionalmente mayor el grupo que quedará fuera del mercado”.

En temas de empleo son de los grupos más desprotegidos, destaca Antonia Díaz-Valdés, del Centro Sociedad y Salud de la Universidad Mayor. Históricamente, la posibilidad de reempleo para aquellos que pierden su trabajo pasados los 60 años ha sido baja, añade, “esto se ha considerado motivo de retiro anticipado, para aquellos que pueden optar a ese beneficio, e incluso retiro forzado”.

La salud mental de las personas mayores ante esa incertidumbre, también se afecta. Cómo Díaz-Valdés señala, los deja aún más vulnerables y expuestos a estresores: “A esto se suma que la pérdida del trabajo significa la pérdida de un rol muy importante en la vida, lo que lleva a peor salud mental. Para aquellos con altos niveles de endeudamiento podría significar altas pérdidas en diferentes aspectos de sus vida. Sumado al encierro y muchas veces la imposibilidad de acceder a ayuda económica y creditos”.

Las estrategias de teletrabajo deberían estar enfocadas en ellos, dice Fasce. “Lamentablemente como sociedad no hemos entendido que las personas mayores con su experiencia son un insumo que hemos perdido por años, está es una buena oportunidad para aprovechar el rol que tienen ellos y para repensar los roles para generar nuevos espacios”.

El cambio demográfico en Chile indica que en 2050 más del 30% de la población será mayor de 60 años, lo que plantea la urgencia de considerar a las personas mayores hoy como un segmento laboral relevante, que irá creciendo en su importancia en los próximos años, agrega Madero.

Algunos de los desafíos presentes, dice Madero, “apuntan a cómo las políticas públicas y las entidades público-privadas podrán generar incentivos y condiciones laborales adecuadas, tales como el como el fomento de capacitaciones continuas y la adaptación de lugares de trabajo, para mantener activa a una proporción creciente de personas mayores con el fin de permitir la inclusión de aquellos que requieren o desean extender su trayectoria laboral, o combinar su pensión con un ingreso laboral”.