Los castores son roedores. Pertenecen a la familia Castoridae y son originarios del hemisferio norte.

Habitan en zonas con ríos y árboles. Su presencia no pasa desapercibida. Los diques que construyen cambian la velocidad de la corriente de ríos. Expanden la superficie de los suelos y los inundados. Aumentan la retención de sedimentos y materia orgánica, incluso alteran la composición química de las aguas. Pero al tener depredadores naturales, como osos y lobos, de algún modo ese impacto ecológico se controla. Es su hábitat natural.

En el hemisferio sur el panorama es diferente. Fueron introducidos en 1946 en Argentina. Llegaron 20 ejemplares a para iniciar un negocio que se pensaba próspero: comercializar sus pieles.

Los diques que construyen cambian la velocidad de la corriente de ríos e incluso alteran composición química de las aguas. Fotos: Proyecto GEF.

En 1964, cruzan el Estrecho de Magallanes y se instalan en Chile. A la fecha, la especie invasora ha causado importantes daños. En más de siete décadas de invasión su impacto en Chile asciende al menos a US$ 73 millones, lo que equivale a más de 54 mil millones de pesos.

Así lo determinó un estudio de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la U. de Chile, inscrito en el Proyecto GEF Castor, apoyado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Ministerio del Medio Ambiente, que valoró económica y socioculturalmente los daños del castor.

Es la primera vez que se conoce en términos económicos el costo de su invasión. Claudia Cerda, académica de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la U. de Chile, que encabezó el estudio, señala que hasta ahora se habían realizado algunas estimaciones enfocadas en pérdidas directas, esencialmente madera, “pero faltaba un análisis más amplio que permitiera decir cuánto pierde Chile año a año por esta especie invasora considerando una mayor diversidad de impactos”.

La ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, resalta que la problemática del castor, y de las especies exóticas invasoras en general, ha sido abordada por instituciones públicas como privadas durante años. Pero para seguir avanzando, dice, se necesita establecer soluciones basadas en una correcta estimación de los impactos ambientales y económicos que las especies invasoras provocan. “Además de conocer la percepción social y cultural que tienen los ciudadanos sobre las invasiones biológicas, ya que también juegan un rol importante a la hora de decidir qué acciones tomar en los territorios afectados”.

El impacto de la invasión

En 2017, un estudio preliminar del mismo equipo analizó desde el punto de vista ecológico el impacto de siete especies invasoras, entre ellas el castor. En ese momento, dice Cerda, “analizamos una estimación preliminar de pérdida 700 mil dólares iniciales al año”. El reciente trabajo considera además pérdidas económicas asociadas a biodiversidad, el daño en praderas y la pérdida en los bosques. Además, dice, los resultados indican que si bien hay grupos que ya prácticamente han aprendido a coexistir con el castor, “vimos que en general la mayoría de los actores sociales lo perciben en forma negativa”.

Leonel Tapia, manager FAO Chile, explica que los cálculos de las pérdidas económicas de los castores en Chile se realizan valorando dos ámbitos: el impacto económico y el socio-cultural del castor en Tierra del Fuego y en la región magallánica.

El primero, indica Tapia, valoriza distintas variables que incluyen la pérdida de producción de madera, pérdida por ganado no producido, pérdida por la captura de carbono, los recursos públicos orientados a su control e investigación, “así como los costos basales asociados a la pérdida de biodiversidad correspondientes a daños al valor de existencia y refugio de hábitat”. La segunda, considera la valorización socio-cultural. “Es la que permite aproximarse a la pérdida del capital natural a partir de la percepción que tienen distintos actores regionales, incluyendo operadores turísticos, estancieros, etc. expresan”.

Los resultados muestran que la invasión del castor representa la mayor amenaza que han sufrido los bosques subantárticos en Chile. “Generando impactos en el funcionamiento ecológico, a la biodiversidad y consecuentemente en el bienestar social”, detalla Tapia.

Afectan diferentes sistemas naturales como bosques, sistemas acuáticos, matorrales, pastizales, turberas e incluso sistemas marinos. Al mismo tiempo, añade Tapia, impactos a los sistemas productivos agropecuarios también han sido identificados, afectando a las economías locales del territorio que invade.

Bosque de lenga destruido por castores. Fotos: Proyecto GEF Castor.

En 1946 fue introducido el Castor canadensis en el lado argentino de Tierra del Fuego y al no tener depredadores naturales locales se potenció como Especie Exótica Invasora (EEI) de amplia dispersión en la región incluyendo la Patagonia chilena.

Desde la década del 90, Tapia indica, se han reportado en puntos continentales del sur de Chile, específicamente en la Región de Magallanes y la Antártica chilena. “Perturbando cerca de la mitad de los bosques riparios (bosques de ribera) de Tierra de Fuego importantes áreas de turberas e inundado bosques de Nothofagu (como es el caso de lenga)”. En el 2006, se estimaban entre 70 mil y 110 mil individuos en el archipiélago fueguino binacional, entre Chile y Argentina.

Es complejo el escenario sin depredadores en Chile y en Argentina. ““Es una especie que no tiene depredadores, por lo cual es difícil de controlar, y esa es una de las causas importantes del problema que tenemos, por eso apostamos a medidas de control que impidan su presencia en el continente”, explica Cerda.

El principal impacto del castor es la pérdida de capital natural de la Patagonia chilena. Los bosques de Tierra del Fuego y sus turberas, son sumideros eficientes en la fijación del carbono. “Sin embargo, como resultado de la acción del castor, las turberas corren el riesgo de perder su condición de sumidero de carbono (captura de carbono) transformándose en emisores”, explica Tapia.

Iniciativas como ocupar su carne y pelaje no han prosperado. En Argentina, comenta Claudia Cerda, hay una arista más económica, “pero es muy difícil verlo desde esa perspectiva”. Tampoco tiene muchas posibilidades desde el turismo. ¿Cuántos turistas van a la Patagonia por los castores? El motor no son los castores. La académica resalta que “son alternativas perversas y delicadas”.

Al no tener depredadores naturales locales, el castor se potencializó como Especie Exótica Invasora de amplia dispersión en la región incluyendo la Patagonia chilena. Fotos: Proyecto GEF

Gracias a este estudio es posible dimensionar de manera más amplia el daño que han causado. “Se tiene un piso mínimo de perdida, porque es difícil cuantificar las perdidas más intangibles, lo que hace el castor es ahogar bosques, lo que implica un grave daño hidrológico y al paisajismo. Hay cosas que no sabemos bien, pero al menos la perdida la pudimos calcular, pero hay muchos otros impactos”, dice Cerda.

El Proyecto GEF Castor, junto a la FAO y el Ministerio del Medio Ambiente, buscan implementar acciones que ayuden a evitar el avance de la especie y preservar el patrimonio natural que hoy está gravemente afectado. “Es de particular importancia evitar su expansión en el continente (recordemos que actualmente su población se concentra en la Isla Tierra del Fuego)”, dice Tapia.

El énfasis debiera estar, aclara Tapia, en el control y en un rol activo del Estado chileno: “Es prácticamente imposible su eliminación”.

Estrategia que se debe hacer con Argentina. “El trabajo o es mancomunado o no resulta”, dice Cerda. Más que hablar de soluciones, se deben considerar directrices de hacia dónde ir. “Si es erradicar, es complejo, pero sí lo que se puede hacer es ver cuál es el daño que está haciendo en áreas protegidas, el impacto al bienestar humano, daños en el sistema hídrico, o la infraestructura que permite que el agua circule”.