Es imposible obviar el hecho de que es la nieta del investigador y explorador Jacques-Yves Cousteau. Pero Céline Cousteau ha hecho su camino propio, heredando el amor por el medioambiente y por el lenguaje audiovisual de su abuelo.
Directora y productora de cerca de 18 documentales, además de exploradora y activista, nació en Los Ángeles, California. Una de sus últimas y más famosas obras es Tribes on the Edge, que habla acerca de la historia de las tribus del Valle del Javari, en la Amazonía Brasilera. Céline, también es directora de CauseCentric Productions y fundadora y presidenta de la organización sin fines de lucro The Céline Cousteau Film Fellowship.
Por eso, en un principio, suena extraño que la charla que realizará mañana sea acerca de la sostenibilidad y la tecnología, bajo el contexto del evento Digital Conference Talking Green organizado por la multinacional tecnológica SAP. Su objetivo será, en parte, darle un mensaje al sector privado. “Creo que la conciencia medioambiental en las empresas aún no es suficiente”, dice, y agrega: “Está presente porque es necesario, ya que el consumidor lo pide, pero no sé si realmente entienden lo que significa. No basta con dar charlas de cambio de conciencia o de trazabilidad para explicar lo que están haciendo las empresas a nivel social y medioambiental”.
- ¿Y cómo la tecnología ayuda a eso?
La educación de las empresas no es la misma que la individual. Las personas pueden tener una idea acerca de cómo ayudar a las causas humanitaria o medioambientales. En las compañías eso está a otro nivel y es ahí donde necesitan herramientas para medir el impacto que tienen durante toda su cadena de valor. Desde la producción, hasta el uso de sus productos por parte del consumidor. Creo que ha sido complicado que las empresas entiendan eso. Quizá lo hacen a nivel macro, pero finalmente, todo está conectado como una telaraña. Cuando uno pone a la empresa en medio, puede seguir el hilo del ser humano, el ambiental, el bienestar de las personas, el consumo de los productos, etc. Creo que esa es la parte más complicada.
- ¿Cuál es la responsabilidad de ONG y otras entidades similares como la que lideras para lograr eso? A veces hay una brecha muy fuerte entre lo que quieren estas organizaciones a lo que realmente puede hacer una empresa que, por ejemplo, tiene que lograr rentabilidad o rendir cuentas a un directorio.
Hay algunas organizaciones no gubernamentales que se encargan de hacer programas de educación y material gráfico acerca de los temas que hay que entender. Pero creo que es trabajo de la empresa ir a buscar información o consultores que pueden apoyarles en lo que necesitan. Basta con buscar en internet para entender sobre la pesca sostenible, porqué los plásticos no son buenos o qué pasa con los químicos cuando entrar a la tierra. Cualquier persona puede buscarlo, pero la empresa tiene la responsabilidad de entender aún más su posición. No debemos esperar que siempre sean las ONG las que se acerquen a las empresas. Ellas también pueden hacerlo. No son niños.
- En la organización que diriges optaron por desarrollar documentales. O sea, hacer conciencia por medio de la información y la emocionalidad. ¿Ese formato audiovisual también llega a las empresas?
Creo que es difícil. Cuando uno hace un documental y lo pone en Youtube, en las pantallas grandes o en plataformas como Netflix, no siempre se ve la reacción que se logra en las personas. Pero tras años haciendo documentales, he tenido que tener fe en que si uno entiende que el ser humano tiene la capacidad de emoción, también tiene la de conectarse con lo que quiere decir el documental. Mi trabajo es una pieza de un rompecabezas muy grande para cambiar la conciencia. No importa si es la de un empresario, de un niño o de un arquitecto. Cada persona tiene la capacidad de conectarse y es a través de este recurso, donde contamos una historia. Ahora bien, a veces quedo un poco frustrada con esto…
- ¿Por qué?
Sé que hay personas que van a reaccionar, que van a sentir algo y quizá van a cambiar su modo de vida y hábitos, pero no hay pruebas de que así sea. Por eso hago otros trabajos aparte de los documentales.
- ¿Por ejemplo?
Con Tribes on the Edge hice una campaña de educación, donde durante tres años he usado plataformas de videoconferencia a través de Skype in the Classroom (antes de que se pusiera de moda esta tecnología por el Covid), hablando con cerca de 1.200 estudiantes de 46 países. Son conversaciones de 30 minutos con niños desde 5 años, hasta los secundarios. Eso fue el inicio de algo más que los documentales. Y ahora, estoy trabajando en EEUU con una universidad para crear módulos donde hay actividades multimedia para niños de 9 a 12 años. Además de otros proyectos.
- ¿Ves un crecimiento de la conciencia medioambiental producto de la pandemia?
Tengo la esperanza de que esto nos ha dado un tiempo de reflexión y perspectiva. Pero también creo que hay tres categorías de personas. Primero, las que ya estaban conectadas con todo lo que pasa en el planeta y que ahora está aún más identificadas con las causas medioambientales. Hay otro grupo que, aunque tienen información, no les importa, no hacen caso o no lo creen y tienen al tema económico siempre como prioridad. Creo que esa categoría no va a cambiar. Pero hay un tercer grupo que es el más interesante: los curiosos. O sea, los que quizá reflexionaban, veían un documental o leían noticias sobre sostenibilidad. La pandemia ha hecho que ellos tengan más apertura acerca de que todos estamos conectados. Si no lo vemos con un virus mundial, no sé que más podría pasar para que la gente despierte. Es parte de nuestra conexión global. Esa categoría de personas es la que está lista para hacer los próximos cambios.
Estarás dando una charla en un seminario relacionado a tecnología, ¿cómo se conecta este concepto con el medioambiente?
Quizá la palabra “datos” o “tecnología” no son tan fáciles de conectar con el medioambiente, pero sí se puede. Por ejemplo, los datos los podemos conectar con la biodiversidad. O sea, desarrollar estudios acerca de qué plantas existen, cómo se están depredando o cuáles son sus amenazas. Otro ejemplo: con imágenes satelitales o con receptores en los árboles que escuchan ruidos, podemos recolectar datos y con inteligencia artificial, hacer un desarrollo para investigar un cierto ruido en un momento del día. La tecnología nos permite analizar todo esto para entender mejor lo que está pasando y qué hacer.
Luego, para analizar el impacto que una gran empresa o una pequeña tiene en el medioambiente, hay que analizar mucha información. No puede hacerlo una persona sentada con un lápiz. Pero si tenemos la tecnología adaptada para ingresar la información y luego sacar una fórmula será más eficiente. Tenemos que pensar en la tecnología al servicio de la naturaleza, no como una opresión a ella. Es una herramienta.
- O sea, no como enemigos.
Exacto. Yo era de esas personas que no entendía la inteligencia artificial. Siempre pensé que iba a acabar con el trabajo de los seres humanos.
- Y Hollywood ayuda mucho a eso…
¡Sí! En realidad, no ayuda mucho (ríe). Pero lo importante es que hay que crear alianzas. Yo no soy experta en todo. Más bien soy generalista, por lo que necesito expertos para entender los pedacitos de una fórmula más grande. Si no nos hablamos entre nosotros y coordinamos los esfuerzos no vamos a lograr proteger nada. Necesitamos a cada persona y a cada cabeza, ya sea científico, técnico o de markerting, para encontrar una solución completa. Por eso, me estoy aventurando mucho más ahora en la tecnología. Yo hago documentales, pero no es suficiente.