Chicha de maíz, a 5.400 m de altura y con un estremecedor frío: documental recrea los últimos y dramáticos minutos del Niño del Cerro El Plomo
Considerada una de las piezas arqueológicas más importantes del siglo XX, el menor de edad encontrado en 1954 motivó la producción de "El Niño del Plomo", que entrega renovados datos de su intrigante historia.
Luis Gerardo Ríos era ya un avezado arriero y busca tesoros. En sus viajes por la cordillera de Santiago, había logrado encontrar varios alhajas precolombinas, especialmente incas.
Como sabía que la cordillera podía ocultar aún más tesoros, en 1954 organizó una expedición al cerro El Plomo, junto a su sobrino Jaime Ríos y Guillermo Chacón. El 1 de febrero de 1954, su corazonada se materializó, y en la cima de la montaña, a 5.400 msnm, realizó uno de los hallazgos arqueológicos más importantes que tenga registro Chile: El Niño del Cerro El Plomo.
En el sector llamado piedra numerada, inicialmente encontraron dos figuras de oro y plata. Tras seguir excavando, esta vez con palas y chuzos, se toparon con un objeto que les llamó la atención. Luego de cavar un metro en medio de unas antiguas ruinas, quedaron sorprendidos al descubrir el cuerpo de un niño, perfectamente conservado.
Estaba sentado en el suelo, con los brazos cruzados en torno a sus piernas, y la cabeza sobre el hombro y brazo derecho, como si estuviera durmiendo. Estaba cubierto por una túnica.
Los “cazadores de tesoros” comenzaron a averiguar de qué se trataba, intentando vender lo que ellos consideraban una momia (aunque en rigor es un cuerpo liofilizado). Después de varios intentos, llegaron al Museo Nacional de Historia Natural, donde finalmente vendieron la pieza, previa negociación con el director del museo de ese entonces, Humberto Fuenzalida, por un monto de $45.000 de la época.
La pieza, actualmente en el museo, ha sido motivo de múltiples investigaciones, sin que ninguna pudiera determinar con exactitud su procedencia. Se estima que sería originaria de una comunidad del Collasuyu, una provincia que comprendía la parte sur del Imperio Inca.
Verónica Silva, curadora asociada a Bioantropología del Área Antropología del Museo Nacional de Historia Natural, dice que el niño es Monumento Nacional por ley, lo que significa que está bajo la tuición y protección del Estado de Chile. Sin embargo, añade que por su carácter único como ofrenda ritual, sumado a su excepcional estado de conservación "es considerado por nosotros como Patrimonio de la Humanidad y un ícono del Museo Nacional de Historia Natural”.
“Si la pieza hubiera sido vendida a privados, no tendría el estado de conservación que tiene hoy”, asegura.
Ahora, 66 años después de su hallazgo, el documental El Niño del Plomo, realizado por Andesjournal, firma que trabaja sobre el pasado ancestral de América del Sur y los Andes, junto a un equipo científico y de investigadores del Museo Nacional de Historia Natural, retrató como nunca antes la legendaria historia y los últimos y dramáticos minutos finales del niño.
En una producción de 10 minutos, que se estrenará el próximo 1 de noviembre, recrea el origen y motivos ceremoniales, donde el niño fue ofrendado a los dioses en la cumbre del cerro El Plomo.
En el ritual y evitar el sufrimiento del menor, el niño previamente alcoholizado con chicha de maíz, que los hacía menos conscientes de su muerte, la que finalmente se producía por frío, en una especie de estado semidespierto.
Silva explica que el menor "pertenece al imperio Inca previo al contacto español. Tiene más de 500 años de antigüedad, fue ofrendado a los mallkus en una ceremonia que se denomina Capacocha”.
Con filmaciones a más de 4.200 metros de altura, el trabajo es conducido por la propia Verónica Silva, junto a otros investigadores del MNHN.
Además cuenta con la música de Fernando Milagros y la agrupación de música electro-aborigen Matanza.
El corto-documental dirigido por el periodista y fundador de Andesjournal, Rodrigo Herrera-Rubio, en asociación con el realizador audiovisual y periodista Juan Pablo Lama, podrá ser visualizado de manera gratuita en www.ondamedia.cl y www.andesjournal.com.
Nueva perspectiva de El Niño del Cerro El Plomo
Herrera-Rubio dice que en total, el rodaje y producción fue un proceso que tomo más de un año, que se inicia como idea alrededor de agosto de 2018. “La planificación, la investigación y la presentación de nuestro proyecto fue clave para lograr el primer objetivo, que ciertamente era el de entrevistar al equipo científico y de curadores del Niño del Cerro El Plomo”.
“Aquello no fue fácil y representó una aventura en sí misma, sobre todo después de los hechos de octubre del año pasado, que de alguna manera pusieron en suspenso el desarrollo de nuestra producción”, añade.
Silva explica que el documental entrega una nueva perspectiva, más renovada del estudio actual del Niño del Cerro El Plomo. "Nosotros tenemos proyectos en curso en el museo, y efectivamente entregamos una visión renovada, más allá de lo que siempre se dice”.
“Felizmente, y con el visto bueno del Museo de Historia Natural y de los científicos, logramos realizar las entrevistas a mediados de diciembre de 2019. A partir de enero 2020 nos concentramos en las filmaciones del Cerro El Plomo y la post producción. La edición fue un trabajo muy intenso, de exhaustiva revisión, mucho ensayo y error. Fueron casi seis meses de post producción que ocurrieron entre Santiago y Vancouver”, relata el director del trabajo, quien reside en Canadá.
"Hemos querido honrar, dignificar y darle “vida “a la historia de El Niño, indagando sobre sus orígenes y motivos de su muerte, y de paso dar a conocer la presencia del Imperio Inca en lo que ahora es territorio chileno”, explica Herrera-Rubio.
"El Imperio Inca representa sin duda una parte importante de nuestros orígenes. Cuando logramos entender nuestra historia, emocionarnos con ella y sentirnos orgullosos de nuestros orígenes ocurre un cambio en nosotros mismos y en nuestra sociedad. En ese sentido, esa es la máxima de nuestra propuesta”, añade Herrera-Rubio.
Silva señala que “la historia está narrada por los propios investigadores del Museo Nacional de Historia Natural y entrega antecedentes de las ultimas investigaciones que desarrollamos actualmente con el Niño del Cerro El Plomo. Además, la propuesta audiovisual conmueve y nos transporta a través de fotografías inéditas de la Cordillera de los Andes junto a la música original del grupo Matanza”.
“En conjunto y bajo la dirección de Rodrigo Herrera- Rubio, se crea en pocos minutos un apasionante viaje sobre la vida y muerte de El Niño del Cerro Plomo, su travesía a la alta montaña y su transición a la otra vida, donde va a reunirse con los dioses y los ancestros”, añade Silva.
Herrera-Rubio señala que las filmaciones tuvieron lugar en las dependencias y laboratorios del área de Antropología y Arqueología del Museo Nacional de Historia Natural de Chile, “y a más de 4.000 mil metros de altura entre el Cerro La Parva y la cumbre del Cerro El Pintor (4200). Este sector cordillerano ofrece una vista impresionante del Cerro El Plomo y nos da a entender por qué los Incas consideraban las montañas como lugares sagrados, donde habitaban los dioses. No cabe duda de que fueron ellos los primeros en ascender estos cerros y el magnífico El Plomo".
El documental se hizo en base a la narración del propio museo, “de la perspectiva que tenemos los investigadores respecto a la historia y lo que representa la Capacocha, que es esta ceremonia ritual Inca. La recreación es con imágenes de la cordillera, música y voces”, señala Silva.
Herrera-Rubio reconoce que “con toda humildad creemos que estamos siendo un aporte hacia la memoria y visibilización de El Niño del Cerro El Plomo. No es solamente un enigmático hallazgo arqueológico de inconmensurable valor patrimonial a nivel mundial, también representa un elemento de nuestro pasado que ha sobrevivido materialmente más de cinco siglos en perfecto estado de conservación”
Hasta 1980 el cuerpo original se encontraba expuesto a público en el Museo Nacional de Historia Natural de Chile, sin embargo comenzó a presentar deterioro, por lo que fue trasladado al Área de Antropología del museo, donde se encuentra refrigerado a una temperatura entre -2°C y -4°C. “La idea es conservarlo por otros 500 años más”, señala Silva.
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