El concepto Chile cambió, tan acuñado y necesario por estos días, hace un buen rato se viene manifestando en materia de medicina reproductiva. Que las mujeres hoy cuenten con la posibilidad de congelar o criopreservar sus óvulos, y sacarse de encima el estrés del reloj biológico -además de contar con bancos de espermios que les ayuda a ser madre sin la necesidad de un hombre al lado-, no sólo les ha permitido postergar la maternidad para desarrollarse en sus estudios, profesiones y carreras. Manejar su fertilidad también ha generado nuevas formas de hacer familia en nuestro país, muy lejos de las convencionales, donde padre-madre-hijos era el patrón común.

En la última década ha habido un boom de consulta de mujeres solteras, que quieren solucionar su problema de maternidad, conscientes de que, a mayor edad, su fertilidad va disminuyendo. Por lo general, acuden a métodos de fertilización asistida con uso de donantes para ser madres, mientras que otro buen número de ellas, optan por congelar sus óvulos a temprana edad. En ambos casos, la idea es usarlos con o sin pareja.

Si bien en un comienzo la criopreservación de células reproductoras apuntaba a pacientes oncológicos y el congelamiento de embriones para bajar el número de embarazos múltiples en pacientes con tratamientos de fertilidad, muy rápido, la conducta social cambió y las mujeres vieron una alternativa para postergar la llegada de los hijos.

Así, apareció este tercer grupo que ha crecido en un 400% los últimos tres años. Ellas entendieron que los óvulos envejecen dentro del cuerpo. La opción de que una mujer de 20 años se embarace de manera natural es de un 25% al mes; a diferencia de una de 40 años, que baja al 5%, con mayores posibilidades de tener pérdidas (51%) y el hijo de presentar trisomías asociadas a la edad.

Estas técnicas de fertilización también las están utilizando las parejas homoparentales; mujeres que se aman, que quieren tener un hijo, armar su familia y no cuentan con espermios. Cada vez son más las parejas de mujeres lesbianas que en este último tiempo han recurrido al método de reproducción asistida ROPA (recepción de ovocitos de la pareja) para lograr este objetivo.

Esta técnica les permite a ambas participar de manera activa del tratamiento y experimentar una maternidad compartida. Aunque recién ahora el método ROPA se conoce por la mayor visibilización de la diversidad sexual, hace muchos años que se realiza en Chile. Consiste en fertilizar los ovocitos de una de las mujeres con espermatozoides de un donante; una vez obtenido el embrión, se transfiere al útero de la receptora, en este caso, su pareja. Es maravilloso que dos mujeres que encuentran en la vida y se enamoran, puedan trascender con un hijo a través de su pareja, tal como ocurre con las relaciones heterosexuales.

Antes dos mujeres solían hacerse pasar por primas y, en el día del parto, admitían ser parejas y no lo contaban por miedo a ser discriminadas. Estoy convencido de que este método irá en aumento en la medida que hablemos más de diversidad sexual, que exista una transformación social y de paradigmas con respecto al tema.

La tecnología reproductiva y los avances médicos también han disparado la maternidad en mujeres entre 45 y 50 años: según datos del INE, entre 2000 y 2010 las mujeres que tuvieron a su primer hijo sobre los 45 años, aumentó 24%. La posibilidad de congelar óvulos, la fertilización in vitro u ovodonación ha permitido a este grupo etario seguir siendo fértiles, siempre y cuando cuenten con buena salud y un útero competente.

Sin duda que la mujer de 50 ya no es la de antes: controla su peso, tiene sus exámenes al día; es proactiva y se prepara para ser madre. Una madre dentro de una diversidad de estilos, que han dado origen a nuevos modelos de familia y que han hecho de nuestro país, un nuevo Chile.