Chile es el segundo país de Latinoamérica donde más aumentó la obesidad en los últimos 30 años
Un nuevo estudio publicado en la revista The Lancet reúne datos desde 1990 a la fecha sobre la enfermedad que se espera la padezcan 4 de cada 10 chilenos en 2035.
La obesidad es un tema que durante las últimas décadas se ha instalado en la agenda mundial de salud pública, por el significativo aumento que está experimentando en todos los rangos etarios. De acuerdo a un informe realizado por la Federación Mundial de la Obesidad presentado ante las Naciones Unidas, se proyecta que el 43% de los adultos del país padecerá obesidad para el año 2035.
De acuerdo a un estudio que midió el peso y estatura de más de 220 millones de personas en 190 países, y publicado recientemente en la revista médica The Lancet, mostró que más de 1.000 millones de personas fueron clasificadas como obesas en 2022, y reveló que las tasas de obesidad se han duplicado entre los adultos desde 1990 y cuadruplicado entre los niños y adolescentes.
Según la investigación, la prevalencia de obesidad en adultos aumentó de 8,8% en 1990 a 18,5% en 2022 para mujeres, y de 4,8% en 1990 a 14,0% en 2022 para hombres a nivel mundial, lo que se observó en 188 de los países investigados (94%).
También mostró que la obesidad superó a la delgadez (dato también estudiado) en 2003 en mujeres, lo que indica un cambio importante en la carga de la malnutrición en este grupo.
Chile es el segundo país de Latinoamérica donde más aumentó la obesidad en los últimos 30 años
En Chile, según la investigación, que midió la prevalencia combinada de obesidad con bajo peso (aunque este último dato es muy irrelevante para la realidad nacional) ha experimentado un significativo aumento en las últimas décadas, especialmente entre las mujeres. En 1990, aproximadamente el 20% de las chilenas se encontraban afectadas por la obesidad, pero para el año 2022, la cifra aumentó, alcanzando un 45% de la población aproximadamente.
En el caso de los hombres, también se registró un incremento. En 1990, la prevalencia de la obesidad masculina rondaba el 20%, y para 2022 era de aproximadamente el 30%.
La prevalencia combinada entre las mujeres latinoamericanas ha alcanzado altas cifras en 2022, ya que en varios países la obesidad afecta a más del 40% de la población.
Prevalencia combinada de bajo peso con obesidad en mujeres en países de Latinoamérica 2022 que supera el 40% de su población:
1. Panamá
2. Chile
3. México
4. Nicaragua
5. Costa Rica
6. El Salvador
Asimismo, la prevalencia combinada en hombres, muestra que la obesidad en varios países latinoamericanos, afecta a más del 30% de la población, lista encabezada por Argentina y seguida por Chile.
Prevalencia combinada de bajo peso con obesidad en hombres en países de Latinoamérica 2022 que supera el 40% de su población:
1. Argentina
2. Chile
3. Uruguay
4. Paraguay
5. México
6. Panamá
7. Nicaragua
Samuel Durán, doctor en Nutrición y Alimentació y, director del Magíster en Salud Pública de la U. San Sebastián, señala que estas cifras, a pesar de ser aproximados en la investigación, se condicen con los datos más actuales que existen de la población chilena, como la Encuesta Nacional de Salud (2017) donde la obesidad a esa fecha era del 34,4%, con un 30,3% de los hombres y 38,4% de las mujeres. “Los datos no se alejan tanto de los números con los que cuenta el país”, agrega el también miembro del Comité Científico de lácteos del Consorcio Lechero.
Más mujeres y más alimentos procesados
Según los expertos, la obesidad es una problemática de índole multifactorial, donde los hábitos alimentarios, el sedentarismo y los trastornos del sueño desempeñan papeles protagónicos, por lo que el aumento de peso puede ser por muchas razones.
Respecto a por qué hay más mujeres obesas en Chile, según Adriana Sapiro, especialista en medicina familiar y académica de la Universidad de Tarapacá, se puede explicar porque, en general, tienen una alta carga de actividades y responsabilidades que abarcan desde el trabajo hasta el rol de madres, hijas, tías y parejas, “que hace que descuiden hábitos de cuidado en la salud”.
Además, su participación en actividades deportivas resulta menos frecuente en comparación con los hombres, según revelan estudios en la población chilena, añade Sapiro.
“Las exigencias del día a día nos hacen tener menos tiempo para realizar actividad física”, resumen Isidora Truffello y Ariane Dekock, académicas de la Escuela de Enfermería de la Universidad de los Andes.
Además, hábitos alimenticios como el consumo excesivo de pan, harina, arroz y papas, ricos en carbohidratos de baja calidad, añaden un componente perjudicial al problema. La prevalencia de alimentos rápidos o “comida chatarra”, cargados de grasas, sal y azúcares, no solo contribuye al aumento de peso sino que también reducen la sensación de saciedad, llevando a ingestas excesivas.
Investigaciones con roedores, demuestran que la combinación de sodio, grasas y azúcares generan estímulos intensos en el cerebro, propiciando el placer y desencadenando la necesidad de consumir más. Este fenómeno adictivo se manifiesta en productos como galletas, dulces y comida rápida.
La velocidad con que se ingieren los alimentos, influenciada por el ritmo acelerado de la vida moderna, impide que el cerebro registre adecuadamente la saciedad, contribuyendo al exceso calórico. Estrategias para abordar este problema incluyen comer más lentamente, utilizar platos más pequeños y fomentar platos equilibrados.
En el ámbito cultural chileno, la tradicional “once”, caracterizada por el consumo de pan, podría replantearse a favor de opciones más saludables, como caldos de verduras o ensaladas, especialmente durante la noche, cuando la digestión es más lenta.
Estrés y depresión
El estrés crónico y otros factores psicosociales también pueden influir en la obesidad de las mujeres chilenas, al elevar los niveles de cortisol, favoreciendo el aumento de colesterol y grasa abdominal. Los cambios sociales, como la creciente participación laboral y la multiplicidad de roles, añaden más estímulos estresantes.
Desde lo cultural, se tiende a exigir cánones de belleza poco realistas a las mujeres más que a los hombres, junto con otorgarle el rol de cuidadora de la familia, “resultando una sobreexigencia en general para ellas” señala Susan Galdames, doctora en Psicología y académica de la Universidad de La Serena.
Este contexto sugiere que las mujeres enfrentan desafíos significativos en la gestión del estrés, posiblemente contribuyendo a la prevalencia de la obesidad en este grupo. “Estímulos estresantes han aumentado significativamente si comparamos a la mujer de hoy con la de hace 30 años ” dicen las académicas de la Escuela de Enfermería de la Universidad de los Andes.
Estos problemas de salud mental y la obesidad forman un sistema recíproco, donde uno puede potenciar al otro. Por ejemplo, el malestar emocional puede afectar la alimentación y aumentar la obesidad, lo cual, a su vez, contribuye a un mayor deterioro en la salud mental. “Somos seres integrales, cada aspecto de nuestra persona se mantiene relacionad”, enfatiza Galdames.
Otro factor que puede afectar es el entorno social, es decir, donde vivo y en qué condiciones me alimento, si tengo acceso y valoro el ejercicio, si cuento con modelos de autocuidado de la salud o no, cuál es la disponibilidad de alimentos saludables y la exposición a los insanos.
“Lamentablemente no se toma como enfermedad y muchas personas consideran que una persona obesa es porque quiere y sólo hay que dejar de comer, que sólo es un tema de voluntad”, dice Sapiro.
Pero se ha comprobado que no es así. Es habitual que la persona pasa por múltiples fracasos que conllevan a una baja de autoestima y a una resignación, es necesario que el equipo de salud contenga y apoye al paciente con obesidad con una atención integral considerando todos los factores que favorecen a esta enfermedad.
En conclusión, la obesidad se ha convertido en una enfermedad prevalente en la sociedad actual, siendo influenciada principalmente por cambios en los hábitos alimenticios, la falta de actividad física y factores ambientales, más que por predisposiciones genéticas específicas.
¿Cómo abordar esta problemática de salud?
“La pregunta es difícil y hace años que se está buscando la respuesta”, dice Sapiro, sobre todo con el gran crecimiento de difusión de las comidas rápidas.
Los cambios de hábito necesarios para abordar el aumento de la obesidad incluyen evitar alimentos ultraprocesados. Se destaca la importancia de alejarse de lo artificial, priorizar la ingesta de agua sobre las bebidas, y adoptar una frecuencia de comida cada 4 horas con alimentos de calidad, consumidos lentamente.
Además, se promueve un enfoque integral mediante un equipo multidisciplinario que considere factores como dieta, actividad física, sueño, manejo de frustraciones y conflictos, y ansiedad. El objetivo no es simplemente hacer una dieta temporal, sino lograr un cambio de hábitos sostenible para toda la vida.
En el caso de la mujer, es importante que cada vez más, el cuidado de hijos o familiares y tareas del hogar se repartan entre todos los integrantes del hogar y no se sobrecargue a un integrante como ocurre frecuentemente con el aumento de diversas enfermedades.
De acuerdo a las especialista es salud mental, el abordaje y tratamiento de la obesidad debe ser integral, sin discriminación por edad, género o nivel socioeconómico, por lo que se requieren políticas públicas que faciliten el acceso a alimentos saludables, promuevan la actividad física y fomenten la conciencia sobre un estilo de vida saludable para todos.
La investigación científica respalda la necesidad de enfoques sistémicos, especialmente para mejorar la salud alimentaria de las mujeres, y sugiere implementar cambios que hagan más viable el autocuidado, proporcionando herramientas desde la infancia y fomentando una cultura de la salud. “No es fácil, pero hay países que han podido avanzar en un desarrollo de estilos de vida saludables”, concluye Galdames.
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