El chileno que diseña en Angry Birds

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Eduardo Carril y su viaje por Chile y Europa que lo llevaron a convertirse en uno de los diseñadores de la segunda versión del popular juego de las iracundas aves.


Cuando tenía 10 años, Eduardo Carril (32) se fijaba en los nombres de las decenas de personas que aparecían al final cada juego que terminaba en su Super Nintendo. En los créditos, cosa que no muchos le dedican atención, Eduardo proyectaba su sueño que ahora realiza: desarrollar videojuegos. Actualmente, el joven chileno se dedica a darle vida al juego para plataforma móvil que ha revolucionado la última década: Angry Birds.

Desde Estocolmo, Suecia, Eduardo recuerda todo el camino que lo llevó a ser parte del equipo que desde 2009 ha desarrollado juegos para plataformas móviles en torno a las coloridas aves que son lanzadas para destruir estructuras. En conversación con Qué Pasa, relata parte de su recorrido en esta industria. Un área poco valorada en Chile, a su juicio, pero con proyecciones prometedoras.

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La empresa Rovio Entertainment, encargada del desarrollo de Angry Birds, tiene sedes en Finlandia y Suecia. En esta última es donde Eduardo llegó a trabajar como Diseñador de interfaz de usuario (o UI Designer). En la oficina donde trabaja está lleno de ornamentación que alude a las aves que le dieron fama a la empresa. Eduardo lleva 5 meses trabajando allí, y dice que después de una larga búsqueda "estoy donde quiero estar". Pero el camino para llegar ahí no fue corto.

El origen

Entró a estudiar Diseño Gráfico en la Universidad de Chile, mientras que sus gustos por desarrollar videojuegos pasaban a segundo plano. En ese momento, Eduardo creía que era algo difícil de lograr acá, algo que corría el riesgo de quedarse guardado en sus anhelos inalcanzables. "Cuando estaba por salir de la carrera, me di cuenta que no había mucho que hacer en Chile. No me gustaban las revistas ni las agencias".

Cuando estaba en los últimos años de carrera, Eduardo no tenía claro en qué se iba a desempeñar como profesional. Sin embargo, Renato, un amigo que estudiaba en la Universidad Católica, estaba cursando un electivo de Videojuegos y le pidió ayuda a Eduardo para diseñar a los personajes, logos y todo lo que necesitara. "Por la pura buena onda nomás", añade Eduardo.

Cuando su amigo presentó su proyecto, unas personas estaban presentes y solicitaron el contacto de Eduardo. Ahí fue cuando surgió la posibilidad de desarrollarse profesionalmente en videojuegos. De manera casi fortuita, Eduardo inició sus primeros pasos en el diseño de de estos.

El proyecto al que fue invitado a participar no vio la luz, y Eduardo comenzó a barajar la posibilidad de emprender y desarrollar videojuegos con Javier, su amigo. Así es como fundaron Ooni Games, un proyecto para generar juegos en flash. "Éramos súper inexpertos y era difícil conseguir plata para trabajar. No podíamos buscar gente que nos ayudara por amor al arte" aclara Carril.

Después de un tiempo, comenzaron a abrirse camino y ganaron un financiamiento de la Corfo para desarrollar su emprendimiento. Siguieron progresando hasta que armaron su primer juego. "Era de peleas por turno. Se veía bien bonito, pero nunca lo cerramos porque nuestra idea era llevarlo a plataformas móviles y no teníamos los conocimientos para eso", recuerda Carril.

Luego de dejar atrás su emprendimiento, entró a Dena Corporation, una empresa japonesa especializada en videojuegos, aplicaciones móviles y comercio electrónico. Su sede central está en Tokio, y en ese momento también estaban en Santiago. Allí dice que "empezó a trabajar en serio". Postuló como diseñador UI y sintió que podía aprender y aportar para esta empresa. Estuvo allí alrededor de dos años hasta que la sede en Chile comenzó a declinar. "Al parecer, la empresa tenía problemas para integrarse al mercado occidental. El sistema de ellos funcionaba en Japón, pero no acá".

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Juego desarrollado por Dena Corporation.[/caption]

Otras empresas solicitaron el trabajo de Eduardo. Con el tiempo pasó por la desarrolladora canadiense Behaviour Interactive. Allí colaboró en el diseño de videojuegos hasta que la sede en Santiago cerró. Eduardo no sabe las razones que llevaron a la empresa a prescindir de sus oficinas en Chile En Canadá siguen funcionando.

La búsqueda

Javier, el mismo amigo que lo introdujo en el mundo de los videojuegos, se encontraba trabajando en Barcelona e invitó a Eduardo a postular a un trabajo en España. La idea es buscar nuevos rumbos fuera del país se hacía cada vez más interesante y necesario para Carril.

Como no quedó, siguió postulando a trabajos en otros lugares de Europa. Debió viajar a Alemania, España, Dinamarca y Suecia para las entrevistas finales. No todos los proyectos lo entusiasmaron lo suficiente para aceptar el trabajo, hasta que llegó a Rovio.

Le ofrecieron participar en el desarrollo del diseño de Angry Birds 2, e integrarse a un equipo de 25 personas que se dedican a darle vida a los icónicos pajaritos. "Me enamoré de inmediato del proyecto, porque era un referente para mí en términos de innovación", reconoce Carril. Posteriormente le ofrecieron trabajo en otra empresa, pero decidió quedarse en Rovio.

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Hasta ahora dice que está feliz donde está. Se rodea de personas "secas" en lo que le gusta hacer y está contento por los frutos que está dando su trayecto por el diseño de videojuegos.

Aunque, Carril confiesa que la industria en Chile está cada vez más desarrollada al nivel de cualquier país del primer mundo, sin embargo no se les da la suficiente cabida a este rubro. "Es importante mostrar a la industria del videojuego chileno con el valor que merece, está en constante crecimiento y en el mundo genera más dinero que el cine", argumenta Eduardo.

Eduardo Carril soñó desde pequeño participar en la creación de un videojuego, cosa que no se veía en esos años como una carrera seria a seguir. Hoy, pertenece al equipo que le da vida al juego que ha superado las mil millones de descargas.

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Eduardo Carril, en los créditos de Angry Birds 2.[/caption]

En los créditos del videojuego se puede ver su nombre: "Eduardo Carril - UI Artist". A pesar de que ya había colaborado en varios proyectos en el pasado, que aparezca su nombre en Angry Birds es para él "la primera vez que un proyecto le hace sentir mucho orgullo". Ahora, quizás, otros niños y niñas se motivarán a seguir esta carrera cuando lean su nombre entre los que hacen posible este videojuego.

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