Aunque no lo pareciera, la historia del caballo en el mundo y la de sus predecesores es compleja. Los actuales equinos, cebras y asnos fueron precedidos – de acuerdo con diversas investigaciones- por más de 100 especies fósiles. Una larga historia evolutiva que se cree que comenzó hace 5,3 millones de años en el norte de América.
Un estudio multidisciplinario, en el que participaron 19 investigadores de instituciones de siete países, dio como resultado una revisión completa y detallada de la taxonomía, biocronología y biogeografía de los caballos fósiles; lo que permitió corroborar, a través de la comparación y el estudio de distintas hipótesis filogenéticas, que el ancestro de todos los caballos surgió en lo que hoy es el noreste de Estados Unidos, hace más de 5 millones de años.
“En América del Sur, los géneros Equus e Hippidion llegaron al continente desde Norteamérica durante el Plioceno tardío, unos 3,6 millones de años atrás, y durante el Pleistoceno tardío, unos 130.000 años, para extinguirse a inicios del Holoceno, hace unos 11 a 10 mil años atrás”, explica Natalia Villavicencio, investigadora postdoctoral de la Universidad Estatal de O’Higgins (UOH), Ph.D. en Biología Integrativa y parte del equipo de investigación del estudio.
La experta, que se desempeña en el Instituto de Ciencias de la Ingeniería UOH, puntualiza que el trabajo logró explicar, a través de un estudio de los climas pasados -en los lugares donde evolucionaron los caballos-, el por qué este grupo se originó en Norte América. “En este continente, la presencia de condiciones más secas y de vegetación más abierta, del tipo pastizal, hace unos 4 millones de años atrás habría facilitado la evolución de herbívoros de piernas largas y corredores, como lo son los caballos”, explica.
La Dra. Villavicencio destaca que lo más novedoso del trabajo es su análisis paleo-climático, que entrega pistas de cómo surgieron los caballos ancestrales en Norteamérica y luego se expandieron a Eurasia y África. “Para este análisis los autores evaluaron algunos dientes de cráneos de caballos fósiles de todo el mundo. El grosor de los dientes fósiles y el desgaste de su superficie son buenos indicadores de la dieta de los distintos animales, ayudando a discriminar si cada especie tenía una dieta más basada en hojas, lo que sugiere que vivían en los bosques, o más basada en las hierbas duras de campos abiertos, como los pastos”, comenta la investigadora.
La doctora en Biología Integrativa agrega que se utilizó información para generar un mapa de los tipos de ambientes en los que vivieron 114 especies de caballos, “incluidos los antiguos ancestros de los caballos fósiles que tenían tres dedos y los miembros del género reciente y actual Equus, desde hace siete millones de años hasta el presente. Así se descubrió que los eventos de diversificación (momentos en los que surgen más especies nuevas) en la línea de tiempo de la evolución del caballo tienden a coincidir con la expansión de los hábitats secos de campo abierto en todo el mundo”, afirmó.
Finalmente, la investigadora aseguró que el estudio ayuda a establecer un buen marco de referencia inicial para el estudio de la evolución de los caballos, “ya que provee una revisión del número de especies fósiles que han existido, cuándo existieron y su distribución alrededor del mundo. Al mismo tiempo enfatiza en el rol que el ambiente puede haber tenido en la evolución de los Équidos, lo que abre la ventana a pensar en estudios a gran escala que involucren, por ejemplo, el uso de isótopos estables para verificar dietas u otras técnicas que permitan reconstruir completamente los ambientes de los últimos 6 millones de años”.
La Dra. Natalia Villavicencio es Licenciada en Ciencias Biológicas y Doctora en Biología Integrativa. Trabaja actualmente en investigación sobre ecosistemas cuaternarios y se especializa en la investigación de las causas y consecuencias de la extinción de grandes mamíferos durante el cuaternario tardío en América del Sur, integrando teoría ecológica con el registro fósil.